DESARROLLO PERSONAL CLAVE DEL DESARROLLO HUMANO


        
  
DESARROLLO PERSONAL

 CLAVE DEL DESARROLLO

 HUMANO

    
  VOLVER A LA DECENCIA

"Volver a la decencia" es SUBTITULO, que atrevido, he decidido colocar a la conferencia que el doctor Daniel Villanueva Torregrosa ha titulado:
                 “Desarrollo Personal Clave del Desarrollo Humano”

Lo escuché, hace pocos días, en una amena tertulia en la Cueva, si en la Cueva la misma de García Márquez. Quedé tan impactado con su brillante exposición, pero, sobre todo, con su enriquecedor mensaje que, de una, me propuse traérmelo para acá, para la Academia y aquí lo tenemos, por supuesto, con suma complacencia y, también, con infinito agradecimiento por aceptar nuestra invitación. Bienvenido Doctor Villanueva.

Escuchar al doctor Villanueva, ciertamente, es un volver a la decencia. El regreso a la vieja casona en donde desde niños nos inculcaron, nos lavaron el cerebro, con la sentencia aquella de: “pobres, pero, con la frente limpia”. Era una cátedra permanente que nos dictaban nuestros padres de buen trato, de proceder con honradez, en estricto cumplimiento a las recomendaciones contenidas en el “Compendio del Manual de Urbanidad de Manuel Antonio Carreño.  La preocupación por hacer de sus hijos personas decentes era prioridad suya que corría pareja con la instrucción escolar. 

El doctor Daniel Villanueva es un científico, PHD en bioquímica, investigador con reconocimiento de Colciencias y exrector de la Universidad Libre.  De lo que más se ufana, sabio al fin, es de su profesión de maestro egresado de la Escuela Normal de Barranquilla. Oficio que cumple con honor cada vez tiene oportunidad de proclamar las buenas costumbres, es decir, la decencia a sus educandos y fieles seguidores.

Acepciones de la palabra decencia, según la Real Academia de la Lengua, son limpieza y apropiado. De tal manera que una persona decente es no solamente limpia en el trato que da a su cuerpo y al de los demás, sino que también tiene un alma pura, una conducta apropiada, un comportamiento ejemplar.

Ser decente, en nuestros días, tal pareciera condición de personas que la gente clasifica como OUT. Para estar sincronizado con la época tenemos que tornarnos agresivos, mal hablados, descorteses, con demostraciones de poder cercanas a la patanería. Es recurrente esta actitud, por desventura, en individuos llamados a dar ejemplo de pundonor en su vida social. La falta de honestidad se da la mano con la indecencia. Su hijastro predilecto es la corrupción. Corrupción galopante que corroe los estamentos, casi todos de nuestra sociedad, pomposamente llamada civilizada.

La persona decente no le jala a la trampa, típica de los que se la dan de listos, de graciosos, de arribistas y vivos; pasan, mediante esta prosopopeya, por encima de los demás, sin escrúpulo alguno. Cínicos, consideran su actuar atrabiliario dentro de la mayor corrección, por lo mismo se ufanan de ser personas IN.  Dentro de los que juegan a politiqueros encontramos sus mejores especímenes.
Lo triste y al mismo tiempo paradójico es que la mayoría, militantes del ejército de los decentes, nos hemos dejado avasallar de esta gentuza minoritaria, exhibicionista, sedientos de protagonismo.

Durante algún tiempo impuse la lectura obligatoria del Manual de Carreño a mis alumnos de ética médica. Todos tenían que leer el libro, presentar un ensayo personal y un taller final de discusión cerraba este experimento pedagógico. Más reciente las directivas de la Facultad de Medicina de la Universidad Libre me han recomendado desarrollar un módulo sobre axiología médica. Y en eso estamos, inculcando valores.

Como académicos nos debe preocupar, de igual manera, la ausencia cada vez mayor de la decencia en el trato personal en el ámbito de nuestra profesión.
Desconcertante, por el desconocimiento que los médicos tenemos al respecto, son los postulados contenidos en la obra: “TRATADOS HIPOCRÁTICOS” que recoge un catálogo de sugerencias del padre de la medicina; que hacen una directa apología a la decencia para evitar conductas malsanas en el trato con el paciente.  En correspondencia cierta con su preclara enseñanza de: “Lo primero es no hacer daño”. Fundamento doctrinario del actual principio bioético de beneficencia.
Más que un enfoque correctivo del hacer medico iatrogénico son una serie de reglas de cortesía para un pulcro ejercicio profesional, con asombrosa vigencia, si se quiere, en nuestros días.

Por la brevedad del tiempo me limitaré a la lectura textual de algunas de ellas. En el texto “Sobre la Decencia”, así se expresa el padre de la Medicina:

 “Haz todo con calma y orden, oculta al enfermo durante tu actuación la mayoría de las cosas.
Dale órdenes oportunas con amabilidad y dulzura.
Distrae su atención, repréndele a veces estricta y severamente, pero otras, anímale con solicitud y habilidad, sin mostrarle nada de lo que va a pasar, ni su estado actual…Hay que conducir la sabiduría a la medicina y la medicina a la sabiduría. Pues el médico filósofo es semejante a un dios, ya que no hay mucha diferencia entre ambas cosas.
En efecto, también en la medicina están todas las cosas que se dan en la sabiduría: desprendimiento, modestia, pundonor, dignidad, prestigio, juicio, calma, capacidad de réplica, integridad, lenguaje delicado, conocimiento de lo que es útil y necesario para la vida, rechazo de la impureza, alejamiento de toda superstición, excelencia divina. De hecho, son cualidades en contraposición a la intemperancia, la vulgaridad, la codicia, el ansia, la rapiña, la desvergüenza. En consecuencia, a la medicina le está asociada una cierta sabiduría, porque también esas cosas las tiene en su mayoría el médico.
En la visita ten presente: la forma de sentarte, la compostura, el atuendo, el porte de autoridad, la parquedad de palabras, la actitud serena, la atención constante, la dedicación, la réplica a las objeciones, el dominio de ti mismo ante las dificultades que surjan, la severidad para dominar la situación en momentos de alarma y la prontitud para actuar. Además de esto, recuerda la preparación primera. Si no es así, al menos no dejes de realizar las demás cosas de las que se te ha instruido para una pronta actuación.
En cuanto al atuendo, que haya en él decoro y sencillez, no hecho para lucir, sino con vistas a la buena reputación, a la reflexión e introspección, además de adecuado para caminar.
Los que se ajustan a todo este esquema son así: reconcentrados, sencillos, agudos en las controversias, oportunos en las respuestas, tenaces frente a las objeciones, bienintencionados y afables con los que son afines, bien dispuestos para con todos, silenciosos en los tumultos, resueltos y decididos ante los silencios, ágiles y receptivos a la oportunidad, prácticos e independientes para las comidas, pacientes en la espera de una ocasión, expresando en palabras eficaces todo lo que esté probado, utilizando una buena dicción, haciéndolo con gracia, apoyados en el prestigio que todo esto da, teniendo como meta la verdad sobre lo que ha sido demostrado”.

Tremenda lección de humanismo médico que acrecienta no solo mi admiración, sino, también mi convicción por la vigencia del ideario hipocrático.  Venido a menos en profesionales de la salud que cada vez más rinden tributo desmedido a la ordinariez que nos circunda en lo social y, en la práctica médica, a una clínica mecanizada, despersonalizada, que redunda en descuido de una atención amable y cordial hacia nuestros pacientes.

TEOBALDO CORONADO HURTADO MD. MPHIL
Barranquilla noviembre 19 de 2015

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