EVOCANDO A BORGES
EVOCANDO A BORGES En 1963 cursaba 2º año de medicina en la Universidad de Cartagena. Como un aire refrescante, a la tenaz faena que a diario librábamos en los henchidos terrenos de las ciencias básicas, anatomía, histología, embriología, bioquímica y biofísica, nos podíamos regodear placenteros en la cátedra de humanidades que regentaba, magistral, el profesor Roberto Burgos Ojeda, estudioso de Don Miguel de Unamuno el ilustre maestro de Salamanca y padre del escritor Roberto Burgos Cantor. Patroclo, fiel y virtuoso amigo de Aquiles en la guerra de Troya, colocamos de apodo a Burgos Ojeda, más por admiración que por irreverencia. Además de las clases regulares, en donde volvimos a degustar, entre otros clásicos, la Ilíada y la Divina Comedia, los viernes a las 5 de la tarde debíamos asistir a la conferencia, obligatoria para nosotros y abierta al público, que, invitados especiales del Departamento de Humanidades, dictaban en el paraninfo. El paraninfo de la Universida