COLEGIO SAN FRANCISCO DE ASÍS. PRIMERA PROMOCIÓN DE BACHILLERES, 1961.

          
Colegio San Francisco de Asís. Carrera 38, esquina calle72.

                COLEGIO SAN FRANCISCO DE ASÍS

PRIMERA PROMOCIÓN DE BACHILLERES, 1961.

 
Introducción
 

El Colegio San Francisco de Asís fue el último de los más importantes y viejos colegios – Biffi, San José, San Roque, Barranquilla y José Eusebio Caro – de nuestra ciudad en ser fundados. Doña Beatriz Pumarejo de Santodomingo, benefactora barranquillera, donó los terrenos ubicados en la carrera 38 con calle 72, barrio Las Delicias, para que se iniciaran los trabajos de construcción del Colegio bajo la dirección del padre Fray Francisco Tobón Arbeláez, de la comunidad franciscana.

 El 18 de enero de 1954 se abrieron las matrículas que iniciaron la actividad escolar y que en este 2021 completa 67 años de fructífera e ininterrumpida labor docente en la ciudad “Puerta de Oro de Colombia.

 En 1997 fue trasladado a su actual ecológica sede de «Villa Asís» ubicada en el kilómetro 9 de la antigua vía a Puerto Colombia.


Primera hilera, de izquierda a derecha: Alfredo Álvarez, César Arzuza, Daniel Benítez, Galo Bustillo, Octavio Cervantes, Teobaldo Coronado.
Segunda hilera: Alfredo Donado, Uriel Flórez, Luis Feliciano, Gustavo Fortich.
Tercera hilera: Ismael Nova, Ángel González, Carlos Haag, Efraín Martínez, Orlando Márquez, Hugo Manco

Bajo el heráldico lema “Ignis arden” el 22 de noviembre de 1961 recibimos título de bachiller la primera promoción de jóvenes estudiantes formados bajo la egida espiritual del santo de Asís, veinte y uno en total:

Alfredo Álvarez Ortega              Cesar Arzuza Alcocer

Daniel Benítez Contreras         Galo Bustillo Otero

Octavio Cervantes Pava                   Humberto Danetra Fernández 

Alfredo Donado Osorio                Luís, Chaíto, Feliciano Ruiz

Uriel Flores   Escobar             Gustavo Fortich Barros

Juan B. Fruto   Camargo            Ricarte González Altamar

Ángel González Hernández                      Carlos Haag Lugo

Hugo Manco Dávila                        Orlando Márquez Pimienta

Efraín Martínez Daza         Ismael Nova Rondón

Daniel Pacheco Rúa            Luís Pinillos Zapata

Eduardo Sabatino Piña.

 

Auditorio Colegio María Auxiliadora. Monseñor Germán Villa Gaviria, Padres Tascón y Bello, al micrófono.

Graduación. La ceremonia de grado se realizó en el, entonces, aristocrático, Colegio María Auxiliadora.

Al compás de la solemne “Marcha Triunfal de Aída” de Giuseppe Verdi hicieron su entrada los graduandos al salón de actos. La mesa central presidida por el obispo de la ciudad Monseñor Germán Villa Gaviria quien luego de la entrega del diploma de bachiller, a cada uno de los estudiantes, pronuncio una sentida “Oración de estudios”.

 

El día anterior, 21 de noviembre,  directivas del colegio habían brindado elegante banquete de despedida, en la antigua sede del Club Barranquilla de la carrera 20 de Julio con San Blas, con la asistencia de profesores y alumnos. El discurso central estuvo a cargo del Dr. Esteban Páez Polo; profesor de Historia de Colombia y Cátedra Bolivariana.

 

Nada de internet. Para la época no utilizábamos calculadoras, fotocopiadoras, celulares, computadores, memorias, CD, diskettes, proyectores, retroproyectores ni videobeam.  Televisión… nada que ver. Internet… mucho menos.

Digeríamos los textos de estudio de pasta a pasta: Baldor en algebra; aritmética y geometría de Bruño; castellano y preceptiva literaria de Félix J Restrepo), historia de Colombia de Henao y Arrubla, historia universal y de América de Santillana; Farías en filosofía, psicología y religión; Vidal en biología y anatomía; la ortografía de Wiesner; instrucción cívica de Eduardo Posada y Roberto Bayona, la urbanidad de Carreño.

Más que letárgicos alumnos éramos inquietos muchachos que exponíamos en clase con el único recurso de la tiza y el tablero. Igual a como lo hacían los profesores: de forma magistral.

Además del rigor que tenían materias relacionadas con el español: caligrafía, ortografía, preceptiva literaria y literatura; estudiábamos obligatoriamente inglés, francés y latín; tanto en los colegios públicos como en los privados (católicos).

El bagaje cultural que ostentaba un bachiller de la época lo mostraba una persona bastante leída, con la actitud de un intelectual en ciernes.

 

Rivalidad escolar. Había sana y franca emulación académica entre los distintos centros educativos de la ciudad. Mayor rivalidad confrontaba a los Colegios Biffi y Barranquilla, quizá, por ser los más antiguos y socialmente antagónicos. La competencia sobrepasaba el ámbito académico en procura del “Premio Coltejer”, que cada año se otorgaba a los mejores bachilleres del país para alcanzar un escenario más ardoroso en el campo deportivo. 

Las finales de los Intercolegiados, casi siempre, se daba entre los dos institutos en: fútbol, béisbol, atletismo y basketball. Los del Biffi encendidos por las arengas del Hermano Genaro que resonaban, con sus mentadas de madre, en las canchas de la Normal o del Estadio Municipal (Romelio Martínez) y los del Barranquilla con el profesor Reyes, de educación Física, como pregonero. Los franciscanos participábamos del duelo más como intrigantes espectadores que en condición de protagonistas. Gozando de la lindo con el insólito espectáculo que armaba el Hermano Genaro y a favor del Colegio Barranquilla por la razón, tal vez, de que algunos de sus profesores eran también los mismos de nosotros. Miguel Molina en inglés, Sabalza en Geometría y Trigonometría, el cura José María Espinosa en Filosofía.


Club Barranquilla. De izquierda a derecha: Teobaldo Coronado, Eduardo Sabatino, Uriel Flórez, Galo Bustillo, Humberto Danetra, Esteban Páez Polo, Fray José María Espinoza.


Los chinos. Barranquilla, su perímetro urbano, llegaba hasta el tanque elevado de las Delicias. Por las tardes, al salir de clases, me enrumbaba en una vetusta bicicleta Raleigh, freno de pie, por el camino carreteable que conducía hasta el Orfelinato de Santa Bernardita para comprar hortalizas, que me encargaba mi mama, en los vastos cultivos que tenían los chinos a lado y lado de la hoy transitada carrera 38.

 

Carga ladrillos. De estudiante me tocó el proceso de construcción del antiguo claustro, en donde está ahora el almacén Éxito de la calle 72. En los días de semana, durante los recreos, también sábados y domingos, de castigo, el Padre Montes prefecto de disciplina, nos hacía ir al colegio para cargar ladrillos, trastear listones y otros materiales como hormiguitas obreras. Sentíamos tanto amor por el plantel que este castigo no lo tomábamos como tal, sino, que era algo divertido que infundía en nosotros un orgulloso sentido de pertenencia a la institución seráfica.

 

PROFESORES

Club Barranquilla
Adelante, Frailes, de izquierda a derecha: Medina, Bello, Galvez, Tascón, Tobón, Ospina.
Profesores: Paez Polo, Mata, Tejada, Ladron de Guevara, Pacho Borrero, Vidal Echavarría(atrás)


Intentaré recordar, un poco en desorden y con inmensa gratitud a quienes fueron forjadores de nuestros primeros pasos en el conocimiento y sentaron las bases para que el sublime ideal franciscano atara a la juventud barranquillera a sus sagradas enseñanzas.

 

Fray Francisco Tobón Arbeláez. Guía y severo catedrático de latín y castellano. Dio, como rector, el empujón definitivo, década del 50, para que el colegio ocupara el lugar de privilegio que hoy en día tiene.

 

Fray José María Espinosa. Excelso y sabio formador de juventudes. Sus clases de Filosofía y Urbanidad eran cátedras insignia del Colegio. “Nadie da de lo que no tiene” y “No se le pueden pedir peras al olmo” eran estribillos que con insistencia utilizaba y que quedaron en mi mente grabados

 

 Fray Hernando Montes. Prefecto de disciplina. Dictaba francés. Su presencia regia y augusta afianzó definitivamente la imagen respetable y el prestigio del plantel.

 

Fray Leonardo Tascón. Digno sucesor del Padre Tobón en la rectoría. Entregó a la sociedad Barranquillera los primeros 21 bachilleres franciscanos.

 

Con la recia personalidad de José Gregorio Tejada nos adentramos en el rigor de las ciencias exactas: aritmética, geometría y álgebra.

 

El entusiasmo de Alejandro Ladrón de Guevara por las ciencias biológicas me cautivó. A lo mejor esta circunstancia fue determinante para que llegara a ser el médico, ahora orgulloso, de mi larga faena asistencial y docente.

 

Moisés Pernett.  Era un señor serio y exigente maestro de física y trigonometría que dictaba también en el José Eusebio Caro.

 

Dr. Esteban Páez Polo. Su cátedra Bolivariana y de Historia de Colombia era un soberbio espectáculo de sapiencia y oratoria. Más de cuarenta generaciones de jóvenes costeños, de diferentes colegios y universidades, aprendieron de su asombrosa pedagogía.

 

Dr. Miguel Altamar Altamar. Recogí de la elocuencia de su palabra, exquisita sensibilidad humana, pasión por la poesía y por las letras, a través de sus cátedras de preceptiva literaria, literatura colombiana y universal, las lecciones inaugurales que me impulsaron al arte de escribir. Fue así como   en compañía de Juan B Fruto Camargo, Luís Chaito Feliciano y el decidido apoyo del hermano Fray José Vélez conformamos el equipo editorial del primer órgano periodístico que tuvo el colegio: IDEALES.

 

Los frailes: Lema, Ospina, Bello, Sendoya, Galvez, Arango (sacerdotes) y los hermanos Jaramillo, Ruiz, Carvajal y Vélez junto a los profesores: Virgilio Marulanda (inglés), Manuel Mojica (Geografía), Rueda (Educación Física), que logro recordar, junto a los que con fervorosa admiración arriba he mencionado, conformaron una constelación de educadores y humanistas, definitivos, todos ellos, en el rumbo promisorio de nuestras existencias.

 


Colofón. Han pasado doce lustros desde la inolvidable velada novembrina de los años sesenta del siglo XX en que partí, soñador, al encuentro con el mundo signado por las huellas del “caudillo enamorado”. 

¡Bendita sea la vida!

La divina providencia dispuso que mis pasos juveniles se encaminaran por los caminos del amor, del amor al hombre en la práctica de la ciencia médica. Me llena de suma complacencia, al escribir estas reminiscencias, el fraterno y humilde espíritu franciscano que inspiró mi labor asistencial, al servicio del “hermano paciente”, de   los pacientes puestos a mi cuidado durante intensos 45 años de ejercicio profesional como médico.

“Amor: fue tu divisa, tu lema y tu ideal…

Honor y bendición al Padre amante

Honor y bendición al Serafín”.

“Paz y bien” fue la consigna aprendida y, gracias a Dios, cumplida durante seis gratificantes décadas que, en este año, se cumplen de haber egresado del Colegio San Francisco de Asís.


Barranquilla junio 16 de 2021

Teobaldo Coronado Hurtado

Comentarios

  1. Excelente crónica. Me hizo recordar mis años de elemental y bachillerato en tan ilustre colegio. Saludes desde Hollywood, FL.

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  2. Una crónica muy completa , excelente !

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