PANDEMIA, NAVIDAD Y VEJEZ. REFLEXIÓN NAVIDEÑA
PANDEMIA, NAVIDAD Y VEJEZ. REFLEXIÓN NAVIDEÑA
A estas alturas de la pandemia con conciencia cierta de mi vulnerabilidad somática he reflexionado, llevado por el forzoso aislamiento de familiares y amigos, del distanciamiento físico de los hijos y nietos, sobre la riqueza inconmensurable que tiene la senectud. No tanto por sentirme viejo, el viejo que soy - lo que algunos necios estiman un estigma para discriminarnos - sino por vivenciar el infantil encanto de ser abuelo. Ser viejo y abuelo es el máximo título que uno puede alcanzar en la dura escuela de la vida; no hay maestría ni doctorado alguno que lo supere en dicha o en gozo. Es un privilegio que en la coyuntura actual alcanza unos perfiles heroicos cuando la consigna de los que dirigen y gobiernan este mundo - hostil a la nobleza de las canas, - ha sido la de considerarnos un estorbo para sus desmesurados cálculos económicos y financieros.
Contra el pesimismo, en medio del inmenso dolor que produce la irreparable ausencia de tantas personas queridas, de la misma añosa cosecha nuestra, advertimos que la fe se aviva con la llegada de la navidad para abrigar la esperanza de un encuentro pronto, de volver a estrecharnos en un cálido abrazo, con la gente que tanto amamos y que de verdad nos quiere. De proseguir, además, la ruta que la providencia divina nos tenga señalada, en el corto devenir que disponemos. Acariciar, optimistas, un futuro mejor para nuestra descendencia, cuando ya nuestros sueños están cumplidos
Hemos alcanzado una bienaventurada longevidad con el acicate de aguardar cada amanecer con desmedidas ganas de continuar siendo útiles. De echar pa` alante. De solazarnos en los atardeceres, retroalimentando el dulce hechizo del amor, desde el balcón marinero de los recuerdos y, por qué no, sempiternamente enamorados.
De aprovechar, el tercio de tiempo que aún queda, para ese pacto aplazado del encuentro con nosotros mismos; si las citas previstas en la agenda existencial, casi todas se han cumplido. Sabedores, que, en el definitivo viaje hacia la eternidad, nada nos llevamos.
Garabato del Norte. Carnaval de Barranquilla |
De celebrar la dicha
infinita de todo lo alcanzado, con la reconfortante modestia de los que poco
tienen, de los humildes.
Nada de aflicciones por lo que lograr no se
pudo. Lo que convino llegó y vino para nuestro bien. No es hora de
lamentaciones, más bien transitemos esta temporada otoñal henchidos de
entusiasmo, eufóricos. Gozando, sin demasías, la jubilación con el honroso
sudor de nuestra frente ganada.
Llegó la hora del
sosiego, de estar contentos, serenos, sin apegos. Los apuros, andar de prisa,
no deben tener cabida en nuestra diaria rutina. Saber esperar, que el tiempo lo
arregla todo, es lección aprendida.
Conferencista |
Con la certeza de que estamos
en el momento propicio de revelar sabiduría, secuela de lo aprendido en tantos
años de esfuerzos. Maestros en la praxis
existencial del término medio aristotélico, donde en obedecimiento al mandato
de la sabia naturaleza no tienen cabida los excesos para el alcance de una ancianidad
honrosa.
Ser simples o
elementales, mansos y prudentes es cátedra que, ahora, toca dar; cuando la
jactancia, la soberbia ya no van más; se les acabó su pretensión vanidosa, carecen
de sentido para la brevedad del camino por andar.
Como en la canción de Violeta Parra que popularizara la “Negra Sosa”, Mercedes Sosa, demos “gracias a la vida que nos ha dado tanto”[i]
Gracias a la vida que me ha dado tanto
Me dio dos
luceros que cuando los abro
Perfecto
distingo lo negro del blanco
Y en el
alto cielo su fondo estrellado
Y en las
multitudes el hombre que yo amo.
Gracias a
la vida, que me ha dado tanto
Me ha dado
el oído que en todo su ancho
Graba
noche y día, grillos y canarios
Martillos,
turbinas, ladridos, chubascos
Y la voz
tan tierna de mi bien amado.
Gracias a
la vida que me ha dado tanto
Me ha dado
el sonido y el abecedario
Con él las
palabras que pienso y declaro
Madre
amigo hermano y luz alumbrando,
La ruta
del alma del que estoy amando.
Gracias a
la vida que me ha dado tanto
Me ha dado
la marcha de mis pies cansados
Con ellos
anduve ciudades y charcos,
Playas y
desiertos montañas y llanos
Y la casa
tuya, tu calle…
Promoción 1969. Facultad de Medicina. Universidad de Cartagena |
Tornemos a los
compañeros de ayer, a las amistades de siempre, con los que hombro a hombro hicimos
el recorrido por los esplendorosos senderos que atrás quedaron. Ellos son gran tesoro por preservar.
Contemplemos la
naturaleza para no perder la capacidad de asombro ante lo bello y maravilloso
de todo lo creado. Acariciar el cándido sortilegio
de tornar, otra vez, a curiosear como niños, de reencontrarnos con el chiquitín que fuimos,
aun jadeante en lo hondo de nuestro ser.
Morro Bay. California, USA |
Llenos de contento sigamos
la precaria andanza que aún nos falta, para disponer un resto de existencia grata,
junto a nuestros seres queridos.
Por esta bendita vejez
alabemos a Dios con sincera gratitud, silenciosa oración y júbilo rebosante.
Que la paz de los "hombres de buena voluntad",
que proclama la navidad, sea nuestra mayor ambición. La gratificante paz que nos
merecemos luego de una larga vida consagrada a la práctica del bien, en el servicio decoroso
a los demás.
Feliz navidad, de todo corazón, deseo a los amables lectores que me siguen en Teomedicadas.blogspot.com.
Barranquilla diciembre 14 de 2020.
Teobaldo Coronado Hurtado
[i] "Gracias
a la vida" es
el nombre de una popular canción del folklore chileno compuesta e interpretada
por la cantautora Violeta Parra una de las artistas que sentó las bases del
movimiento artístico conocido como la “Nueva Canción Chilena”.
Mi apreciado amigo:su oportuno artticulo complomentado con esa hermosa canción de Mercedes Sosa, para un viejo como yo, arrastra todo ese girón de una existencia que bien vivido, produce en lo mas pofundo de mi alma el entusiasmo de lo que me falte por vivir.
ResponderBorrarFELICIDADES Un estrecho ABRAZO en medio de ests PANDEMIA
ISRAEL DIAZ RODRIGUEZ