EN EL DÍA DEL MAESTRO


             EN EL DÍA DEL MAESTRO
                              Por Adriana Ávila Pérez



 “Médico: Persona autorizada para ejercer la medicina. Ese es el significado común con el que se designa al ser humano capaz de dictaminar alguna enfermedad, su debida prevención y tratamiento sobre otro individuo, en términos plurales.

Ética: Parte de la filosofía que trata de la moral, de las obligaciones del hombre. Es decir, de su comportamiento adecuado en la sociedad con relación a normas ò parámetros establecidos.

Papá me enseñó desde niña que la ética hace parte del ser humano, como el hablar ò caminar. En términos sencillos aprendí que ética es ser sincera conmigo misma, con mis semejantes y por supuesto con Dios. Gracias Papá.

El médico que nos reúne esta noche debe ser, el ser humano capaz de amar a los individuos que le circundan, buscando su propio bien, sin desviarse de sus conocimientos o lo que la experiencia natural le ha mostrado. Es aquel hombre preparado idóneamente para hacer sentir bien a quien padece algún mal que desgasta su físico y lo afecta anímica y moralmente.

Pero, hoy no quiero hablarles de ética ò de médicos ò del juramento hipocrático, ni mucho menos estoy aquí para darles una cátedra sobre comportamiento o compromiso médico, para eso están los expertos, simplemente quiero hacer un esbozo general de lo que debería y son algunos médicos vistos bajo el lente del paciente común. Refiriéndome por supuesto, a los médicos con quienes he compartido enseñanzas, comentarios, experiencias, incluso, sintomatologías clínicas.

Quiero referirme básicamente a la labor de ese hombre como ser humano comprometido con su profesión, con su vida misma, con la vida de los otros. Aquella persona capaz de sacrificar hasta sus propios sentimientos y deseos por servirles a los demás en la tarea apasionante de mantener la vida de quien la puede perder.

Ese individuo hoy es el doctor Teobaldo Coronado Hurtado, quien en tres años me ha enseñado el valor de su profesión; quien se ha encargado de mantener vivo el sentido ético de un trabajo que, por condiciones estatales se ha vuelto insensible; quien ya ha trascendido los linderos de la vida y la muerte con trabajos verdaderamente edificantes, no sólo para médicos y especialistas de la salud, sino también para aquellos a quienes nos interesa saber y mantener la vida como el mejor regalo del creador.

Es el doctor Teobaldo un hombre sencillo, de espíritu humilde y entregado. En sus manos tiene el don de dormir a los pacientes para que no sientan el malestar de un trajinar en su interior, en su cabeza el conocimiento para enseñar su especialización y en su corazón el amor por su profesión y la pasión por la vida misma.

Es suficiente hablar con él unas palabras para darse cuenta de su calidad humana, del amor gratificante que le expide a su profesión, incluso del amor con que manifiesta a sus alumnos para que vean en la medicina no un medio de conseguir dinero sino una experiencia maravillosa con la vida, viendo resurgir a aquellos a quien pareciera se le escapara el último aliento.

Aunque el doctor Teobaldo es de poca estatura física, su estatura humana es extremadamente elevada, siendo capaz de enseñar sobre ética a generaciones y generaciones de médicos que han pasado por sus manos. Su experiencia lo hace merecedor del título de maestro, pero su sentido crítico y humano lo hace merecedor de un defensor número uno de la vida.
La humildad es una de sus virtudes, la sinceridad y el respeto a su oficio sus características, la pulcritud de sus escritos son sus perfectas enseñanzas, pero su don de gente es su mejor arma.

Conciencias como la de Coronado nos hacen ver que aún los médicos tienen en sus manos gran compromiso con la humanidad. A sus alumnos les sugiero no dejen de absorber de este hombre sus experiencias; a sus amigos médicos jamás lo olviden porque él además guarda un gran tesoro; a su familia, apretújenlo con todo cariño porque es de los pocos hombres capaces de mantener el equilibrio perfecto entre profesión y amor; y a Dios se lo encargo para que siempre sea el consejero y amigo que hasta ahora ha sido.

Gracias Doctor Teobaldo por este regalo a la humanidad. Por dejarse ver con transparencia. Por ejercitar el músculo del corazón por amor a su profesión. Por ser maestro y gracias por ser amigo. Muchas gracias.

Palabras de la poeta y editora de la Editorial Antillas ADRIANA AVILA durante la ceremonia de presentación de mi libro “CRÓNICAS ÉTICO MÉDICAS” pronunciadas en el Teatro Amira de La Rosa. Barranquilla  junio 10 de 2003.



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