49. COLOMBIA. PATRIA QUERIDA.



Desde hace 16 años cuando en inolvidable sesión solemne recibí el título de doctor en medicina, que me otorgaba la Universidad de Cartagena, no asistía a un acto parecido.

 Tuve oportunidad, meses atrás, de presenciar la ceremonia de graduación de los alumnos de último año de la Facultad de Medicina de la Universidad Libre en donde estoy vinculado como docente en las cátedras de anestesiología y ética médica. Confieso que una profunda emoción sacudió parte entrañable de mi ser médico, con intensidad comparable a la de mi propia graduación que recordaba antes. Con la gran diferencia, es lo que deseo resaltar, ahora no era el tímido e incierto estudiante el que se estremecía asombrado, sino el imperturbable profesor universitario con tres lustros de ajetreo profesional sobre sus hombros.

Rompo con esta anécdota personal, mí debido recato, para significarles como las impresiones, las vivencias que brotan de la profundidad misma del alma no tienen límites, ni en el tiempo ni en el espacio. No hay categoría social, intelectual, religiosa, ni de raza, capaz de liberarnos de la metáfora sentimental sobre la que transcurre nuestra vida: entre lo transitorio de las alegrías y lo interminable de las penas. Es esta, una escuela, la escuela de la vida, en que el hombre como alumno tiene al dolor como maestro inevitable según la dramática sentencia de Nietzsche, el filósofo alemán del Grito de Zaratustra.

El acto de graduación de sus bachilleres no es un acontecimiento rutinario, un suceso más para agregar a la agobiante jornada académica de este claustro. Aquí no asistimos estáticos, obedientes, al cumplimiento de un mandato estatutario o de etiqueta para satisfacer un capricho de los directivos o una exigencia familiar. 

SUBLIMIDAD DE LA CEREMONIA. Tras la formalidad ritual de esta velada, en cada uno de sus protagonistas: directivos, profesores, padres de familia y graduados corre un cúmulo de sensaciones que van desde la reconfortante satisfacción del deber cumplido, hasta la sana alegría que produce la culminación de unos anhelos hechos realidad, para encarar con ganas el porvenir. Todos, sin distingos, en la búsqueda ideal de la excelencia, ser cada día mejores.

Surge de la seriedad, de la sublimidad de este acontecimiento un desafío que nos compromete con la familia, con la sociedad y con la patria. Por las ocurrencias en que se tramita nuestro habitual peregrinar la acción a seguir adquiere perfiles casi heroicos cuando los valores humanos, en especial los valores espirituales, sucumben impotentes ante el imperio de una sociedad de consumo que gira sin ambages alrededor exclusivo del signo peso. De un mundo distante, a causa de su egoísmo y materialismo, del mensaje amoroso de la cruz de Cristo. Lo que podemos palpar, ver con nuestros propios ojos es el entierro del sermón de la montaña: “Bienaventurados los que tienen un corazón de pobre, porque de ellos es el reino de los cielos”. Por el fortalecimiento de oscuros intereses mercantilistas sustentados por su carácter malévolo en un pacto bestial. Una radiografía que asombra por su coincidencia con el momento actual la hace el profeta Isaías:

Esperamos la luz
Más he aquí las tinieblas
La claridad del día
Y caminamos a oscuras
Palpamos la pared como ciegos;
Andamos a tientas
Como los que no tienen ojos;
Tropezamos en pleno día
Como si fuera de noche;
Estamos en lugares oscuros
Como muertos.
Gruñimos todos como osos
Como palomas gemimos sin cesar;
Esperamos en la justicia y no aparece;
En la salvación que queda lejos de nosotros”

Sin embargo, tenemos ánimo suficiente para no desfallecer ante la embestida brutal que nos acecha. La luz asombrosa de unos principios que brotan de la fe encendida en nosotros mismos tiene que alumbrar los pasos a seguir en medio de tanta obscuridad que nos rodea.

LA FUERZA DE LA FAMILIA. Aquí, no más, captamos la actitud grandiosa de unos padres modestos, honestos, valerosos que han sabido agarrar de la mano a sus hijos y llevarlos por el sendero bueno, por el limpio camino de impulsarlos a la victoria definitiva. Sacrifican lo mejor de sus vidas, vencen dificultades, se abstienen de muchos placeres, superan la dureza de las barreras económicas y les facilitan su educación; conscientes, seguros que es el mejor patrimonio que pueden dejarles. Es la forma desprendida como la familia y la sociedad superan la medianía que trata de estrangularlas.
La preparación intelectual es factor decisorio en la formación de personas útiles y honradas; pero, son el gesto tierno y comprensivo de la madre, la responsabilidad y carácter del padre, su ejemplo permanente, el ejemplo contagiante de su conducta transparente, sin tachas, la fuerza necesaria para enfrentar al pertinaz enemigo que intenta socavar los más sólidos cimientos de nuestra cultura moral.

MICROEMPRESA FAMILIAR. La organización familiar constituye, en base a su coherencia y estabilidad, motor no solo de la estructura social, sino también, polo importante de desarrollo empresarial. A esta conclusión han llegado los expertos financieros en sus estudios para lograr soluciones a través de la “Microempresa” a los ingentes problemas socioeconómicos de la comunidad y que ahora la clase política con afanes electoreros acoge como bandera, como consigna. Se trata de copiar con este esquema el maravilloso milagro japonés que ha convertido a esta nación en potencia después del desastre sufrido en la 2º guerra mundial.
La microempresa de origen familiar es la fórmula propuesta para buscar salida al subdesarrollo galopante que nos agobia. Surgido del poder encantador y aglutinante del hogar.

JOSÉ GREGORIO TEJADA BARÁNDICA. Los que formamos parte en una u otra forma de los estamentos del INSTITUTO SAN RAFAEL somos participes afortunados de esta espectacular estrategia nipona. Gracias a la tenacidad y dedicación de la familia Tejada Cabrera captamos en carne propia, como realidad fehaciente, las ventajas de este modelo de desarrollo.
Surge, por consiguiente, la necesaria gratitud y reconocimiento para quien ha sido inteligencia creadora de esta institución el profesor José Gregorio Tejada Barándica.

Sus ejecutorias como dirigente educativo, forjador de juventudes, no son para mi una referencia ad-latere extraída de la información que otros me hayan suministrado. A mucho orgullo he sido testigo de su trayectoria, de su recorrido durante largos y fructíferos años en la docencia. Desde los bancos polvorientos del Colegio San Francisco de Asís en construcción tuve la prerrogativa de recibir la reciedumbre de su cátedra, la pauta de sus métodos, apreciar su incomparable estilo de pedagogo, la facilidad y dominio de su exposición matemática; sus dotes admirables de señor y maestro.

¿DÓNDE ESTÁN LOS MAESTROS? Gritó desesperado el Doctor Humberto Serna en el primer seminario sobre ética médica organizado por ASCOFAME, a donde tuve la oportunidad de asistir a principios de año, en el Hospital Militar de Bogotá:
¿Y en dónde están los maestros?
¿Dónde están los maestros, aquellos sabios y humanistas que en otros tiempos fueron orgullo de la universidad colombiana? ¿En dónde están?
Fue una exclamación, incierta, desesperada que quedo zumbando en mis oídos y contesté en silencio, meditabundo: ¡Se acabaron!  ¡Se acabaron ya!
Y me puse a comparar para mis adentros a los maestros de ayer y la instrucción formativa que nos daban con los profesores de hoy y su controvertida, moderna pedagogía personalizada.

Es un juicio serio, de responsabilidades el que plantea el antiguo director del ICFES, sobre el que los docentes del país, en colegios y universidades, con las manos sobre el pecho, debemos reflexionar seriamente. Porque el Dr. Serna con su angustioso interrogante está averiguando sobre qué se hicieron los profesores ilustres en otrora dueños de la sabiduría y de la ciencia, con fe férrea en sus alumnos y en el hombre. Creían en la grandeza de la nación, en el poder transformador de la palabra, con una esperanza férrea en el porvenir. En su mundo cabían por igual el carácter y el cariño, la ciencia y la poesía, la entrega sin límites a su oficio y un corazón abierto al más generoso de los sentimientos. Por la rotunda convicción a sus ideales e inquebrantable lealtad al compromiso adquirido fueron seres apasionantes, entusiastas, convocaban a la búsqueda de la grandeza. Influyeron de manera decisiva en la formación de verdaderos ciudadanos que hoy honran a la sociedad y a la patria. Creo no equivocarme, de ello tengo la absoluta certeza, a esta estirpe de varones probos y sabios pertenece el hidalgo director de este instituto, el profesor José Gregorio Tejada, como rezago bienhechor de una época pasada e inolvidable.

Ante la lamentable escasez de los viejos maestros acerquémonos con debido respeto y humildad ante los pocos que como él, aún quedan; y con los destellos resplandecientes de sus mentes prodigiosas hagamos el mayor esfuerzo para llegar a ser dignos sucesores de su gesta grandiosa.

PATRIA ADOLORIDA. Es imprescindible hacer la evocación de la tierra, de la patria adolorida. Nos lo pide, palpitante, el corazón. Nunca antes había tenido tanta vigencia, como en los días presentes, la amarga expresión de Eduardo Santa, porque en verdad: “Nos duele Colombia”.

No hay un solo compatriota, con conciencia del momento trágico que padecemos, sobre el que no haya corrido sobre su mejilla una lágrima adolorida por nuestros hermanos del interior. No haya elevado su recogida oración implorando a la divina providencia su piedad y clemencia.

Es injusta, amarga, la prueba a la que hemos sido sometidos: por un lado la sevicia de los malos hijos de la patria que la desangran con su locura en la pretendida toma al Palacio de Justicia. Y no es el momento de las recriminaciones; pero, si es bueno tener bien claro que son tan perversos y apátridas los terroristas asesinos con disfraz de guerrillero cuando inmolan a los depositarios más altos de la justicia colombiana; como los señorones de cuello blanco que, en su afán de riqueza desmedida, saquean el erario público impidiéndole al Estado cumplir las obligaciones contraídas con el pueblo. Los maestros tienen que hacer huelga para que les paguen sus justos salarios, quedándose los niños sin escuela; como los programas de salud no funcionan los hospitales no sirven, tienen que cerrarlos. Consecuencia: cada 5 minutos muere un niño menor de 5 años en Colombia por falta de asistencia sanitaria y de hambre.

Surge la pregunta obvia: entre el subversivo que carga un fusil y el funcionario deshonesto, ratero que se pone corbata  ¿quién es más asesino? Son dos referencias, no más, que dejo ahí sobre el tapete para meditar.

Por otro lado, la madre naturaleza, para rematar la catástrofe de nuestra injusticia social, se sacude con violencia, sin control alguno, como un castigo de lo alto dejando al paisaje verde y blanco del Tolima y Caldas enlodado, sin guabina y sin Armero.

NOS DUELE COLOMBIA. Definitivamente, nos duele Colombia. Ante la adversidad que nos abate no nos queda otra alternativa a la de la solidaridad o soñar con el poeta, Carlos Castro Saavedra:

“Camino de la Patria” …
Cuando se pueda andar por las aldeas
Y los pueblos sin ángel de la guarda.
Cuando sean claros los caminos
Y brillen más las vidas que las armas.
Cuando los tejedores de sudarios oigan llorar a Dios entre sus almas
Cuando en el trigo nazcan amapolas y nadie diga que la tierra sangra
Cuando las sombras que hacen las banderas
Sean una sombra honesta y no una charca
Cuando la libertad entre a las casas
Con el pan diario, con su hermosa carta
Cuando la espada que usa la justicia
aunque desnuda se conserve casta.
Cuando reyes y siervos junto al fuego
Fuego sean de amor y esperanza.
Cuando el vino excesivo se derrama
Y entre las copas viudas se reparta.
Cuando el pueblo se encuentre y con sus manos
Teja el mismo sus sueños y su manta.
Cuando de noche grupos de fusiles
No despierten al niño con su habla.
Cuando al mirar a la madre
No se sienta dolor en la mirada y en el alma.
Cuando en lugar de sangre, por el campo,
Corran caballos…flores sobre el agua.
Cuando la paz recobre su paloma
Y acudan los vecinos a mirarla.
Cuando el amor sacuda sus cadenas
Y le nazcan dos alas en la espalda.
Solo en aquella hora podrá decir el hombre que tiene patria. 

JÓVENES BACHILLERES. Quise decir al iniciar estas deshilvanadas palabras que el título que jubiloso les entrega a nombre de la República de Colombia el Instituto San Rafael se traduce para Uds. y nosotros en un suceso memorable. Es un paso hacia delante, airosos, plenos de optimismo. Tiene que ser así, para enfrentar con valentía y las energías propias de vuestro vigor juvenil la pesada brega que les espera.

Muchachos como ustedes son la esperanza de nuestro gallardo pueblo, que no sucumbe ante la adversidad; con renovados propósitos de alcanzar las indispensables reivindicaciones que habrán de liberarlo de la pobreza dentro de los linderos de la paz y el progreso.

MENSAJE FINAL. Un mensaje final quiero transmitirles. No proviene del más notable de los filósofos ni del más encumbrado de los pensadores. Les puede parecer raro, pero es una proclama de Charles Chaplin, un payaso, el mayor cómico que ha conocido la humanidad. Se los dejo, por su singular belleza y en homenaje último a la pureza de vuestros ideales juveniles:

“No batalléis por la esclavitud, luchad por la libertad. En el décimo capítulo de San Lucas está escrito que el reino de Dios está dentro del hombre. No de uno solo, ni de un grupo de hombres, sino de todos los hombres. Esta en ti. Tú, el pueblo, tienes el poder de lograr una vida libre y bella, de convertirla en una aventura maravillosa. Por eso en nombre de la democracia, usemos ese poder, unámonos todos, luchemos por un mundo nuevo…un mundo nuevo que enseñe y asegure a todos el trabajo, que le permita el futuro a los jóvenes y que le de seguridad a la vejez”.

Con los pies bien puestos en el suelo, con la mirada fija en las estrellas imploremos la ayuda del señor. Que bendiga a estos nuevos bachilleres, tenga compasión de todos y proteja a esta patria martirizada que tanto amamos.

Teobaldo Coronado Hurtado MD

     Discurso pronunciado en el Salón Magdalena del Hotel del Prado en la ceremonia de grado de los primeros bachilleres del Instituto San Rafael.  
Barranquilla diciembre 4 de1985












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