54. GUILLERMO ARIZA DONADO


DOCTOR GUILLERMO ARIZA DONADO
HOMENAJE DE LA SOCIEDAD DE ANESTESIOLOGÍA DEL ATLÁNTICO, SADAT.
Discurso pronunciado en las instalacio­nes del Anglo American Club el 25 de mayo de 1984

De pies, de izquierda a derecha, Doctores: Rodolfo Ortiz, Jorge Borelly, Aníbal Suárez, Orlando Navarro,  Manuel Puello. Sentados, Doctores: Pedro Prieto, Teobaldo Coronado, Guillermo Ariza, Francisco Pérez Sánchez



Doctor Guillermo Ariza, Compañeros Anestesiólogos.
Señoras y señores.

Más por peregrino, que por méritos propios, el devenir existencial me ha deparado la feliz oportu­nidad de acercarme como humilde espectador a la ínti­ma satisfacción del en­cuentro con personajes que se constituyen en leyenda, leyenda viva, hombres ad­mirables de la profesión médica.

Hace un lustro me correspondió el honor inmerecido, como presidente del Colegio Médico del Atlántico, de colocar sobre los hombros cansados del Dr. José de J. Navarra "El Tío Pepe”, como lo apo­damos familiarmente, la Gran Cruz de Esculapio, má­xima condecoración de la Fe­deración Médica Colom­biana a sus exponentes más distinguidos. El acontecimiento fue sumamente emotivo, lleno de gran significación para mí por cuanto el ilustre galar­donado fuera quien impulsa­ra con la certera y suave palmadita del partero el sollozo, el suspiro inicial a mi pri­mer contacto con el mundo.

Esta noche, como en aquella ocasión memora­ble, me corresponde con idéntica admiración y alegría, gracias a la gentileza de ustedes. ren­dir tributo de reconocimiento al aguerrido combatiente de la Anestesiología barranquillera, que similar al anterior diera “palmaditas” sobre mí incipiente trajín médico como anestesiólogo para moldear en definitiva mis primeros "Balonazos” en una especialidad fascinante como la nuestra que ha llenado a cabalidad la vocación cientí­fica a la que estaba predestina­do.

A mi llegada al vetusto Hospital de Barranquilla, el 10 de febrero de 1971, Guillermo Ariza comandaba un pequeño ejército de va­lientes y entusiastas ser­vidores de la Anestesia en la Costa Caribe. Eran tiempos, aquellos, en que la ejemplar y controvertida institución “De caridad” se constituía en epicentro de la sa­lud pública, el único Hospital de Barranquilla y el mejor de la región caribe. No había más.

Eduardo Carballo, Enri­que Asmar, Rodolfo Ortiz y Francisco Miranda a su la­do, en titánica lucha y es­fuerzo sin par, configuraban, daban nombre a un ejer­cicio que para finales de la década del 60 y principios de la década del 70 no tenía la jerarquía, el sitial de privi­legio que ellos supieron imprimirle con su decidida acción gremial e inquietud científica.

Estos maestros con el “Gui­llo” a la cabeza en el Hospital de Barranquilla y Manuel Puello, Miche Navarra y Hugo Franco en la medici­na privada dieron carta de naturaleza a la Anestesiolo­gía como especialidad en nuestro medio, fundando la sólida organización que hoy nos aglutina como Sociedad de Anestesiología del Atlántico.  Contra la re­ciedumbre y fortaleza de su temperamento médico se es­trellaba impotente la soberbia de mucho ci­rujano endiosado y déspota de los que, por fortuna escasos, aún merodean por estos lares.

Recuerdo que, hace unos meses atrás, inquieto por el desdén desesperante de los miembros de SADAT, de­cía en uno de los comunica­dos como secretario de la sociedad: 'Paradójicamente, aho­ra cuando somos más, pa­recemos menos fuertes". Hacía reminis­cencia, quizá, en forma inconscien­te a la época guerrera cuando la Sociedad de Anes­tesiología del Atlántico in­tegrada tan sólo por estos 8 gladiadores fue capaz de acallar la prepotencia de nuestros comunes amigos del quirófano en gesta inol­vidable que paralizó la ciru­gía toda de la ciudad.

Ante la presencia callada, venerable del Dr. Guillermo Ariza Donado, pienso ahora, pasa­dos los días, que mi angustia, mi pesimismo no pueden tornarse en síndrome propio de los tiempos actua­les y menos un mal irrever­sible. Entender que estamos sujetos a un per­manente desafío, reto que compete a todos. Las circunstancias han variado y a la Anestesia como especia­lidad se le reconoce, ahora, papel prioritario dentro de la acti­vidad hospitalaria y acadé­mica, es respetable como ciencia y como arte. Se nos tiene en cuenta para la toma de decisiones y poco a poco nos vamos adentrando, con pundonor, en los puestos de mando del engranaje admi­nistrativo asistencial.

Pero, persiste aún una sos­pechosa valo­ración al establecer el justo estipendio, al concretar la medida precisa y real de cuánto vale nuestro trabajo; de por sí calificado y riesgo­so. Es ésta compa­ñeros, la empresa más ur­gente a desarrollar; que amerita el empeño y la unidad indispensables para salir adelante en esta cruzada. En donde con sentido comunitario, deponiendo inte­reses particulares o de gru­po, cerremos filas para acabar la pau­pérrima remuneración de las entidades oficiales por un la­do y de otra parte aniqui­lar las odiosas pretensiones de tanto cirujano avivato que merodea por los quirófanos ofreciendo en vez de honora­rios dignos, una ridícula dádiva con la que subyugan a mucho colega despreveni­do y lamentablemente unos pocos más en trance de aceptar lo que sea a expensas de una compe­tencia desleal.

En relación con las bajas tarifas de las cajas, hay un movimiento na­cional en gestación que tiene su principal promotor en la seccional del Valle. Es tarea a la cual estamos obligados a sumarnos como gremio, con beligerancia y tesón.

Del mismo modo hay necesi­dad de presionar, con vehe­mencia, para exigir que los hospitales del Estado y al­gunas clínicas privadas acon­dicionen sus instalaciones quirúrgicas con los requeri­mientos mínimos indispen­sables que garanticen una buena prestación de servi­cios a los pacientes y den la suficiente seguridad a la estresante tarea asistencial que cumpli­mos todos los días. Uno de los importantes avances de la práctica Anestesiológica moderna es la condición igualitaria en que nos esme­ramos por hacerle el míni­mo daño tóxico- farmacológico al en­fermo y al mismo tiempo procurar mecanismos de bioseguridad que traigan me­nor traumatismo a nuestra salud e integridad personal. Mientras más cómodas y ac­tualizadas sean las condiciones ambientales y tecnológicas en que realicemos la faena quirúrgica, más cerca estaremos del so­siego, del bienestar que fun­damenta nuestra propia tranquilidad y la de los seres que nos son queridos.  Pretender un medio propicio para laborar, más que una simple aspiración es una necesidad vital.

El ejemplo grandioso de la parábola existencial de es­te hombre, la elocuencia ex­traordinaria de su modestia, la intrepidez co­mo ha llevado a cabo su aje­treo profesional, la consagra­ción amorosa a su mujer, a sus hijos, su gesto callado,  paciencia sin lí­mites, mansedumbre, lucen como un legado magnífico, de valor insuperable, digno de imitar;  incita a la más profunda reflexión personal y por qué no decirlo,  sin rodeos,  a cambiar el rumbo de egoísmos tontos, superfluos, por el que muchas veces hemos andado y en ocasiones seguimos transitando.

Es jus­to, merecido y oportuno el agasajo que la actual Junta Directiva presidida por el Dr. Gabriel Mena Garrido ha programado para que la Sociedad de Aneste­siología del Atlántico, SADAT, ofrezca agradecida, testimonio de reconocimiento gremial a uno de sus miembros más querido.

 No en­tiendo esta solemne reunión como un compromiso social, de ru­tina, tampoco un imperativo estatutario. De alguna manera rendimos homenaje al compañero y al amigo; pero, en su esencia más entrañable y creo así interpretar el sentimiento de la mayoría es antes que todo por un deber de fraternidad.

Es un reconocimiento sen­tido, sincero, que sobrepasa los límites del simple tributo para convertirse en adhe­sión familiar con el herma­no mayor de nuestra agremiación.

Refleja, sin ambages, nuestra solidaridad to­tal para con él, su dignísi­ma esposa y sus hijos, para decirle con todas las fuer­zas de nuestro corazón: "Viejo Guillo” los Anestesiólogos de Barranquilla esta­mos contigo.

Gracias.
Teobaldo Coronado Hurtado



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