RICHARD HARRIS. EN EL DÍA DEL ANESTESIÓLOGO
RICHARD HARRIS
EN EL DIA DEL ANESTESIÓLOGO
INTRODUCIÓN. Doce niños entre 11 y 16 años, del Club juvenil
Los Jabalíes Salvajes, Wild Boar,
acompañados de su entrenador, jugaban un partido de fútbol en Tailandia, el
pasado 23 de junio. De improviso les viene torrencial aguacero que los
induce presurosos a esconderse en la cueva Tham Luang, provincia de Chiang Rai,
allí cercana, para protegerse.
Ante un diluvio arrollador procedieron en forma
temeraria e irresponsable, violando claras advertencias de peligro, al
adentrarse, más allá de lo permitido, en recovecos de la gran caverna. Solo autorizado entrar a ella en la temporada de noviembre – abril.
A cuatro kilómetros de la entrada fueron a parar
en su desesperación y desorientación en busca de salida. Quedaron atrapados
durante 17 días por inundación que se presentó en el inoportuno refugio.
El hecho produjo conmoción mundial y solidaridad
de muchos países: EEUU, Australia, Bélgica, Reino Unido, Escandinavia entre
otros, colaboraron con aproximadamente mil expertos en este tipo de rescate. “Al comienzo nadie tenía idea, realmente de
que hacer” afirmó un voluntario.
Nueve días habían pasado, los Jabalíes Salvajes
en la penumbra y sin comida, cuando fueron avistados, todos vivos, por los
rescatistas que de inmediato les ofrecieron soporte y ayuda como alimentos,
líquidos y minerales.
El domingo 7 de julio fue decretado el día D por
las autoridades. Se hacia inminente el rescate de los niños ante el riesgo de
mayor inundación de la caverna. “Esfuerzo
de rescate sobrehumano” se llamó la operación.
RICHARD
HARRIS.
El médico Richard Harris, anestesiólogo de 53 años que ejerce en la población
de Adelaide, Australia, de donde es oriundo, trabaja en el servicio de
ambulancias del sur de su país, en el ámbito de la anestesia, medicina
prehospitalaria y de recuperación. Es un
buzo experto en cuevas y su presencia fue solicitada por buzos espeleólogos
británicos que participaban en la misión. Su desempeñó fue fundamental para el
resultado exitoso de este operativo.
El Doctor Harris nadó todos los días a través de
la cueva -alrededor de 3.2 kilómetros - y sobre sus hombros recayó la ingente responsabilidad
de dar la orden de inicio, tras evaluación médica, al ejercicio de
rescate. Decidió qué niños estaban
física y psicológicamente en condiciones de realizar la arriesgada travesía y
el orden en que iban a salir de los desfiladeros repletos de agua de Tham
Luang; a sabiendas de que la mayoría de ellos acababan de aprender natación y
buceo. Después de examinarlos, ordenó que los más débiles fueran evacuados
primero para garantizar la eficiencia del rescate.
La euforia por haber logrado liberar a los
jóvenes atrapados tuvo poco tiempo de celebración para el Dr. Harris; al salir
de la cueva fue informado de que su padre había fallecido.
La Asociación Médica Australiana (AMA) su
director, Tony Barton, destacó la osadía del buzo al poner por delante de su
propia seguridad la voluntad de salvar a los demás. "Es un médico maravilloso, y un ser humano maravilloso", afirmó.
DÍA DEL
ANESTESIÓLOGO. Con inmenso
orgullo de anestesiólogo, para este 16 de octubre, fecha magna de nuestra
especialidad, me he permitido recordar, la hazaña reciente de nuestro colega
australiano el Doctor Richard Harris.
Tenía que ser un médico anestesiólogo el
“elegido” por la providencia divina para que trajera sanos y salvos a los
chicos perdidos en la tenebrosa caverna de Tailandia.
No hay en toda la amplia gama de especialidades
médicas, ninguna con superior capacidad reanimadora, con mayor intrepidez para
salvar vidas. El anestesiólogo es reanimador por antonomasia.
Tal, cual, sucede, a diario, en las estresantes
salas de cirugías, el Dr. Richard Harris, el buzo anestesiólogo, fue el último
en salir de la oscura guarida de Tham Luang, después de realizar el milagro de
recuperar sanos y salvos a los doce jóvenes y su entrenador del equipo de
futbol, Wild Boar.
Son innumerables las vidas que calladamente se
salvan en las sangrientas salas de los quirófanos, que no son noticia como
esta. La crónica se produce, esa sí, con inusitado despliegue informativo
cuando, ocasionalmente, se da un resultado no satisfactorio de la intervención
quirúrgica. “Lo pasaron de anestesia” es la explicación a la ligera, basada,
casi siempre, en simples suposiciones. Se culpa, de una, al anestesiólogo sin
formula de juicio.
En los escenarios hospitalarios donde se rinde culto
a la vida desde su nacimiento: salas de maternidad, hasta su final: urgencias,
salas de hospitalización y unidades de cuidado intensivo, pasando, obvio, por
los quirófanos, que cada anestesia para cada cirugía es al mismo tiempo una
reanimación, un volver de nuevo a la vida, hay allí un médico anestesiólogo
dando la suya, tratando de salvar la vida de los demás, en sacrosanto rito de
sanación. Según la sentencia hipocrática: obra divina es calmar el dolor, sedarem dolorem, opus divinum est.
La gesta grandiosa del Doctor Richard Harris que
trasciende el área hospitalaria, con la investidura de un “elegido”, hasta
pernoctar las profundidades sombrías de una siniestra caverna muestra, hasta
dónde puede llegar, la salvadora competencia de un anestesiólogo en su
incomparable función reanimadora.
El eminente australiano ha sido considerado un
héroe en su país y el resto del mundo.
Del mismo modo, desde esta tribuna,
Teomedicadas, rindo tributo de admiración, en su día, a los anestesiólogos
anónimos, héroes desconocidos, que contribuyen en su silenciosa jornada de
todos los días a rescatar de las garras del dolor, el sufrimiento y la muerte a
tanta gente que reciben el beneficio de su ciencia y de su arte; de su alma
generosa, de sus manos compasivas. Médicos maravillosos, y seres humanos
maravillosos, émulos, ciertamente, del Doctor Richard Harris.
Teobaldo Coronado Hurtado
Expresidente Sociedad de Anestesiología y
Reanimación del Atlántico, SARAT.
Barranquilla octubre 13 de 2018
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