No. 88. EN EL DÍA DE LA MUJER. POEMAS




AQUÍ NO ESTÁS



Aquí no estás
Y te escucho en el sagrado silencio de la casa
Callada, cuidando mis pasos ya cansados.  

Aquí no estás
Y te veo entre las sombras de la luz matinal
Que protegen, con ternura,  mi corazón afligido

Aquí no estás
Y te oigo en el susurro del viento
Que del río viene, con un te quiero enamorado

Aquí no estás
Y parece tocara tu cabellera al despertar
sobre la blanca almohada que a ti huele

Aquí no estás
Y te recuerdo a cada instante y todos los días
Tal la niña que conocí una mañana de abril

Aquí no estás
Y vives en mí, siempre mía, cinco décadas hace
En que amor eterno nos juramos.

Aquí no estás
Y tú, solo tú, me acompañas en esta soledad
En que morir he sentido, sin tu calor tan lejano.

Aquí no estás
Te espero, para abrazarte, tomarte de la mano
Y nunca más dejarte ir, amor de mis amores.





TACITURNA




Basta que enmudezcas y calles
En un largo silencio…taciturna
Para que se me desbarate la vida
a pedazos, mientras el tiempo pasa.

La aurora se niega a los fulgores,
 matinal rocío emana a borbotones
cual lánguidas lágrimas de pesares
de mis ojos afligidos e insomnes

Transcurren nubladas las horas del día
Cuando el sol se esconde sin oficio
Y la faena cumplo sin pasión, sin bríos
En rudo letargo que a mi cuerpo aplasta


Mudez sonora, la grisácea tarde entona
Sin Baladas ni boleros en el crepúsculo;
Despechado, perdido, sin rumbo, deambulo
al son de oculto lamento que al alma amarga

Sin tu voz la noche llega huérfana de encanto
Las estrellas palidecen, si por ti pregunto
Solo, con mi corazón y el pecho enjuto
Quedo, cuando tu palabra no escucho.


LEJANÍA



Aunque distante, estás presentes en mi
tras penoso silencio que me habla de ti.

Ni te veo ni te oigo, apenas te presiento

En cada suspiro y en todos mis latidos.

Extraño tanto tu ternura, tus caricias
Que las sueño con libido y vivo placer.

El eco estimulante de tu voz lejana
Es saludable rumor que concilia
Los sonidos de mi corazón solitario, con el tuyo.

Eres, aunque ausente, amorosa presencia
Que das ánimo al dolor de mi callada soledad
A mi perpetuo sufrir, ahora que conmigo no estás.

Teobaldo Coronado Hurtado




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