LA PERSEVERANCIA. CAMINO A LA EXCELENCIA



 LA PERSEVERANCIA.  CAMINO A LA EXCELENCIA

Persevera y triunfarás. Séneca


La perseverancia de la Memoria. Salvador Dalí.
Museo de Arte Moderno de New York.

     












 Introducción. Llegué, viernes de dolores, a casa para pasar vacaciones de semana santa. Adolorido, frustrado, deprimido, con la firme resolución de no regresar. Convencido que no servía para nada.
Matemáticas: 1.0
Física: 1.5
Química: 1.7
Biología: 2.0
Notas del primer corte. Primer año de medicina, Universidad de Cartagena.
Eran las tres de la tarde del domingo de resurrección cuando mi padre al notarme sin intención de viajar me interroga:
 ¿Ajá mijo, a que hora piensas irte pa Cartagena? 
Papá yo no regreso más a Cartagena. Le Conté mi chasco como estudiante.
No señor, usted me hace el favor y arregla su maleta. Se va. El que persevera vence. Me increpó
Mi padre no tenía idea alguna de un filoso llamado Séneca. Sin ser ilustrado, era sabio.
……………………………………………………………….
¿Seguimos? …… ¿Paramos?
¿Seguimos? …… ¿Paramos?

Es bullanguero dilema que proponen, a bailadores, cantantes de la orquesta que amenizan la rumba.
 “Seguimos” gritan todos en coro, eufóricos, henchidos de entusiasmo.
Así mismo, en la actividad en general, debemos percibir el sentido de la perseverancia. La consigna a seguir es continuar más allá de lo posible, no claudicar ante los embates de la adversidad o el infortunio. No parar.

La palabra perseverancia viene del latín. Perseverantĭa. 1. f. Acción y efecto de perseverar. Constancia en la virtud y en mantener la gracia hasta la muerte.[i]

Por supuesto, que en ocasiones vacilamos para tomar decisiones, la incertidumbre muchas veces nos angustia, dificultades pueden atajar el interés por seguir adelante, superar  contingencias que trae consigo cualquier iniciativa. En especial,  los pasos de mayor trascendencia en la vida. Iniciar un proyecto arranca con la inseguridad de culminarlo con éxito o fracasar en él. Los novios no tienen asegurada la dicha por el solo hecho de casarse y por eso no rehúyen la marcha hacia el altar. 
     
A lo largo de la existencia hay que estar tomando determinaciones respecto a nuestros más caros intereses. Si a esto añadimos el insoslayable compromiso con los demás, la responsabilidad de servir a una causa en favor del bien común hace perentoria la necesidad de la virtud de la perseverancia.

Cualquier actividad humana está sometida a permanentes riesgos sobre nuestra integridad personal y competencia profesional, a la disyuntiva de lo que puede suceder en contra de nuestros propósitos. A la imperiosa necesidad de tomar decisiones con el firme criterio de decir que si en algunos casos y, en otros, con la firme resolución de sostener que no.

Perseverar es cuestión de coherencia, empeño sostenido, mantener la palabra dada, de conservar esa palabra cuando lleguen momentos cruciales. Porque es fácil ser coherente por un día, por una temporada, a la hora del entusiasmo y la exaltación, cuando todo sale bien; difícil es mantener la coherencia todo el tiempo, en especial, en las ocasiones confusas de la tribulación.

El pensamiento solidario con personas que tanto esperan de nosotros, que necesitan nuestra ayuda, comunica la fuerza moral, el temple, que nos mueve a no claudicar ante la adversidad.  No podemos defraudarlas. La familia cree en nosotros, la sociedad nos necesita, la nación se construye con nuestro esfuerzo ciudadano.

La Perseverancia es cualidad propia de individuos que tienen firme convicción en todo lo que emprenden. Es sinónimo de entereza, persistencia,  tenacidad y trabajo.

Sin embargo, En cumplimiento de los requisitos que señala la ley y del mismo devenir de la vida, llega el momento del retiro forzoso de la actividad laboral. Toca parar y “paramos”.

Existencialmente, cuando nos pensionamos alcanzamos el jubileo. Con la jubilación, en su exacto alcance semántico llegamos a la edad de la alegría. Continuar avante por el camino que el destino nos señale y “seguimos” con la conciencia, gracias a Dios, tranquila y en paz, gozando de la justa recompensa ganada con nuestro esfuerzo, con nuestro trabajo, con nuestra tenacidad y constancia. Con la alegría de haber sabido perseverar y con ganas, aun, de seguir siendo útil.

La correndilla en que andamos, el vértigo que nos acosa, la impaciencia y el afán, no saber esperar, hacen embarazoso el ejercicio de la perseverancia en el mundo de hoy. Cuando la inmediatez es la norma, la improvisación es el estilo, obtener resultados a como dé lugar y pronto es el fin, aun con medios inescrupulosos, non sanctos. 

Paciencia, constancia, prudencia, esperanza, fe son valores que alimentan espíritus perseverantes. Tienen pobre acogida en mentes ligeras que funcionan como si todo fuera provisional, instrumental, desechable; seguidores fieles de la moda y el consumo.   Califican sarcásticamente de testarudos a quienes se comportan en forma contraria a sus facilistas intenciones.  Por eso advertimos, cómo cada vez, es menos posible la honestidad ciudadana, convivencia familiar, sinceridad en la amistad, probidad en el trabajo, reciedumbre en los buenos propósitos.

Es dable apreciar en la actividad profesional una saturación de fracasados semicultos, talentosos frustrados, perdedores inteligentes. Personas con desmedido ingenio y sagacidad para hacer lo que no deben. Se han trazado metas incorrectas, escabrosas y actuado en consecuencia. Sin perseverar en el saludable ideal de conquistar la excelencia a través de la imprescindible práctica de las virtudes.

EXCELENCIA. ¿Qué es la excelencia? Opino que un individuo excelente es aquel que alcanza las más altas valoraciones tanto en su vida personal como en la actividad profesional, en conjunto. La excelencia es una manera de ser, de hacer y de pensar las cosas bien, con un mínimo de errores, con actitud y voluntad de servir. De ser bueno en forma continua y permanente a través del tiempo, todo el tiempo. Hay que llegar a ella, no es algo congénito, ni se improvisa, no baja del cielo. Amerita luengo proceso que arranca desde la niñez pasando por las distintas etapas de la vida con la puesta en práctica de virtudes, valores, destrezas y conocimientos para las variadas incidencias que toca enfrentar en la existencia.

 Alcanzada la excelencia, es decir, la cúspide de su desarrollo, el individuo no puede fallar. Si esto llega a suceder pierde la condición de excelente y se le puede seguir considerando bueno, en un escalón inferior, si conserva los méritos que lo colocaron durante cierto tiempo en la jerarquía de la excelencia.

La excelencia más que habilidades técnicas y conocimientos tiene como soporte esencial el carácter personal, el virtuosismo moral que de manera singular descuella en el sujeto por la elevada autoestima alcanzada.
La perfección no existe, no es alcanzable dada la fragilidad humana, pero, la excelencia, la mejora continua para llegar a ella están a nuestro alcance si seguimos el camino de la perseverancia.

El culto a la perseverancia corresponde a un imperativo de la época, habilidad impostergable de jóvenes que aspiren a ser pulcros ganadores en la vida. Para que cuando toque la hora grata de los honores o la obligada del jubiloso retiro se hagan dignos merecedores a la presea dorada de los que sí han perseverado, mantenido su gracia. Es decir, de los triunfadores.
"No es la fuerza, sino la perseverancia de los altos sentimientos, la que hace a los hombres superiores”.[ii] Nos advierte el sajón Friedrich Nietzsche.
Teobaldo Coronado Hurtado
Barranquilla marzo 23 de 2019.




[i] Diccionario de la Real Academia, Espasa Calpe, Madrid, S.A. 23º edición. 2005

[ii] Nietzsche F, Humano Demasiado Humano, Edaf, Madrid, 1996, p. 278

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