No 98. MAYO. MES DE LAS MADRES
Paul Gauguin's wife and baby |
Es, el mes de mayo, época del año muy especial.
Después de la temporada decembrina es la más alegre y festiva del calendario.
En sus días, uno tras otro, se amontonan celebraciones y fiestas que de alguna
manera a todos involucra.
Mes de las flores, de la virgen María, virgen de Fátima;
de la madre, maestro, enfermera; día universal del trabajo, más sinnúmero de
festejos por motivos comerciales, culturales, religiosos y sociales; que con
razón o sin ella, queramos o no; penetran la intimidad personal y familiar inquietando
nuestra agitada agenda existencial.
Sin
embargo, lo que más conmueve
nuestros sentimientos y arrastra por la asfixiante oleada de consumismo que
padecemos, es el homenaje a la madre.
Muy trillado el argumento, para sacarle con algo de
ostentación el cuerpo, el parecer general, argüir que día de la madre son los
365 del año.
Si somos sinceros, con debido respeto a las opiniones
y creencias particulares de cada uno, el alto que hacemos para halagar a la dama
que nos trajo al mundo, es oportuno, dignificante y merecido.
Puede pensarse que cuanto hay que manifestar con
relación a la madre ya está escrito; expresado por artistas y poetas en
distintas y sublimes formas.
La verdad, no podemos ocultarla, presentándola como
un simple “decir”, para significar lo que la mujer en su función materna
encarna. Siempre, habrá una palabra nueva, un sentimiento especial, un afecto renovado;
vivencias, sin duda, impregnadas de un mismo e infinito amor. Por diferente que sea la manifestación empleada,
no habrá reparo en aceptar, es expresión sincera que rinde tributo filial de admiración y cariño al ser más
querido.
Doloroso señalar, una circunstancia que a todos compromete,
la palpamos con pesadumbre: la ausencia, cada vez mayor, de la vida del hogar,
del dulce hogar. Allí, donde, precisamente, la mujer como esposa, compañera y, sobre
todo, madre es reina y señora. Da sentido, con su entrega generosa e incondicional,
acción tierna y ejemplar, al primordial y legítimo núcleo de la sociedad: la
familia. Los que la hemos perdido si sabemos lo que significa este vacío.
Irremplazable.
¿Será, entonces,
que el ejemplo recibido de padres y abuelos, en general de nuestros
antepasados, de 30, 40, 50 y, más años, de relación de pareja, de unión
matrimonial, con todo lo que esta tradición vale y significa como esfuerzo, como
compromiso, para convivir cordialmente
y en paz pasarán desapercibidos a la posteridad?
¿Seremos nosotros, las generaciones actuales, inferiores
a las enseñanzas, al legado recibido por nuestros mayores?
Indudable, en medida que se pierde la influencia hogareña,
nos desligamos, vamos desdibujando la imagen de la mujer ideal, del ser amado
que más y notable influencia debe ejercer sobre nuestra personalidad. Para que
otros personajes, con objetivos innobles, lejanos del modelo materno, “actores
extraños”, ajenos a la heredad familiar, cambien lo mejor de sus intenciones y
sentimientos.
Consecuencias funestas de este desajuste no pasarán
desapercibidas y serán los niños y los jóvenes quienes sufrirán los estragos
lamentables de este fenómeno con el distanciamiento que, ya hoy con tristeza, observamos
de muchos hijos indolentes, indiferentes, apáticos a la suerte de sus padres.
Volvamos los ojos con fe, profundo respeto, inmensa gratitud
y sincero afecto hacia el ser asombroso que cumple el milagro prodigioso de
darnos la vida.
Solo la madre con su callado padecer, lucha
constante, suave carácter, dócil poder; con la reciedumbre de su espíritu puede
rehabilitar el puesto de honor que debe ocupar el dulce y soñado hogar entre
nosotros.
Tendencias sociales, políticas, culturales y científicas tratan de menospreciar el
invaluable papel de la mujer, que repercuten por igual en su labor de madre
buena. Nos obligan a reivindicar el
milagro incomparable, de la congénere natural del hombre. La mujer: ser mimado de la creación,
depositaria único de la vida, dar la vida y parir al fruto entrañable, razón de
ser de nuestra unión como pareja: los hijos.
Con
esta reflexión invito a
afianzar la admiración por la mujer, por las mujeres que, a pesar de los signos
turbios de los tiempos que vivimos, se han atrevido a ser madres, aspiran a ser
madres y siguen siendo madres: comprensivas, consagradas, luchadoras, siempre compasivas
y mimosas.
Reciban, desde este blog, de mi parte, un beso y un
abrazo grandote, las agraciadas mujeres que tienen la dicha infinita de ser
madres e, igualmente, aquellas que
esperan algún día, tener entre sus brazos, al niño soñado que llevan guardadito
en lo más profundo de su corazón.
Madre e Hija (Del cuadro Las Tres Edades de la Mujer)1905, Gustav Klimt. |
Barranquilla mayo 5 de 2019
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