. ¿CÓMO DEBE SER EL MÉDICO? No. 135
¿CÓMO DEBE SER EL MÉDICO?
Texto tomado de Karl Jaspers en “La Práctica Médica en la Era Tecnológica”, Gedisa, Barcelona, p. 21-25, 1988.
Oldenburg, Alemania, febrero 23 de 1883 - Basilea, Suiza, febrero 26 de 1969 Psiquiatra y filósofo de la escuela existencialista alemána. |
Se pregunta Karl Jasper ¿Cómo deber
ser el médico? y responde con una reflexión, diría yo que impresionante por lo precisa - si tenemos
en cuenta que este libro fue publicado en 1958 - para la
actual coyuntura, en donde muestra el perfil del estoico galeno que hoy
enfrenta al peor enemigo que ha tenido la humanidad en su historia reciente.
Me permito transcribir apartes del
capítulo de la obra titulado: “La idea del médico”.
“¡Quien puede decir cómo debe ser el medico! En
todo caso el ideal no es tan sencillo… sino que se sustenta sobre las
experiencias de todo fracaso, del enfermo y de sí mismo.
El médico ve los límites del
individuo, su impotencia, su sufrimiento interminable. Ve las enfermedades, esa
terrible realidad de la existencia humana. Diariamente se enfrenta a la muerte.
Se espera de él no solo lo que puede,
sino también lo que no puede lograr. El mundo exige de él toda ayuda y exige aún
más. El mundo quisiera olvidar, tender un benéfico velo sobre la desgracia,
quisiera el autoengaño de la criatura martirizada. El médico le sale al paso de
ese no querer saber. Silencio en su cordial dialogo, tolerancia de la mentira;
en verdad una conducta que puede parecer una negación del peligro, como una
escapatoria de la muerte y la debe adoptar, aunque le repugne.
El médico no se engaña sobre la
realidad de lo terrible, pero considera atinado hacer, razonablemente, en su
profesión lo que es posible en ayuda de los sufrientes y moribundos, aun cuando
parezcan que desaparecerán en la corriente del infortunio.
Venda las pequeñas heridas en tanto los
hombres abren otras más grandes. Vela por la conservación de la vida de cada
uno, mientras sus congéneres aniquilan vidas por millones.
El médico necesita adoptar una
postura de aparente impavidez que es la más conmovedora. Adquiere frialdad, por
todo cuanto debe presenciar, aun en el propio peligro.
Más de un gran médico probó su
entereza al estudiar su propia enfermedad y reconocerla con calma hasta su
deceso. Esta calma emana del ver que penetra sin que las lágrimas hagan perder
la claridad de la visión, hace posible operar sin que le tiemble la mano. Es
una exigencia muy rigurosa que, en medio de la frialdad, el corazón permanezca
despierto.
El médico ve los limites de su poder.
No puede eliminar la muerte, aun cuando hoy es capaz de prolongar la vida en
una proporción jamás conocida. No puede eliminar las enfermedades, aun cuando
en casos determinados puede prestar su ayuda. No puede eliminar el sufrimiento,
aun cuando en la actualidad es capaz de mitigarlo más allá de toda anterior
medida. A pesar de todos los éxitos, el médico palpa más lo que no puede que lo
que le es posible.
Forma parte de su naturaleza obrar
con altruismo aun en los casos en donde no hay cura y asistir al enfermo
desahuciado. El médico profesa al enfermo un sentimiento que le permite brindar
al desdichado, al cual no puede curar, el máximo de posibilidad de vida y
honrar aun en él al ser humano.
La suya es una profesión de
constantes revelaciones. El médico debe ser diferente de lo que son las demás
personas. La tentación frente a tanto horror es grande.
Convertirse en un escéptico: que ve
todas las desgracias y todas las flaquezas y al final se hace cínico de tanta
repugnancia.
Convertirse en un naturalista: que no
ve más que el acontecer causal, la crueldad de la naturaleza y lo inesperado de
los giros causales, el constante nacer y morir en el cual cada individuo es por
completo diferente.
Convertirte en un incrédulo: no
existe otra cosa, que este interminable circulo de miseria. Si ve todos los
hechos incómodos, para una concepción armónica del mundo, la divinidad puede
esfumársele.
Escepticismo, naturalismo,
descreimiento son los peligros interiores que tal vez debió enfrentar todo
médico. La manera como logra superarlos es lo que hace la profundidad de su
mirada humana, la energía de su esperanza, su pasión a pesar de todo y de la
que se puede decir: que aun junto a la tumba sigue enarbolando la esperanza.
Se mantiene imperturbable, a través
de los horrores, confiado en un terreno incondicional, en el cual toda
asistencia entre seres humanos, todo acto de amor, la mera bondad tiene un peso
insustituible.
El médico es capaz de soportar el
escepticismo como elemento permanente de su vida que no destruye sino preserva
de desengaños; el naturalismo en tanto le enseña a ver las realidades; el
descreimiento en tanto deseche toda creencia mágica, supersticiosa.
La presencia de un individuo
razonable con la fortaleza de espíritu y la convincente influencia de un incondicional
ser bondadoso despierta en el otro y también en el enfermo incalculables
poderes de confianza, de deseos de vivir, de veracidad sin que sea necesario
pronunciar una palabra.
Es decisivo el médico que acepta su
ministerio como un regalo del cielo: la personalidad médica es lo nunca
exigible, lo nunca planificable. Es eso a través de lo cual prevalecen los
medios terapéuticos que si se pueden aprender".
Barranquilla abril 4 de 2020
Teobaldo Coronado Hurtado
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