COLOMBIAZO

  

  

COLOMBIAZO 

Introducción

En medio de una inclemente pandemia con morbilidad y mortalidad nunca vista en nuestro país y consiguiente consecuencias socio económicas se levanta la gente   desesperada en protesta pacífica, reclamando sus legítimos derechos, una suerte distinta, cansada de una clase gobernante insensible, inoperante y corrupta. “Las carencias y necesidades no satisfechas de las mayorías demuestran en la realidad la ineficacia de un Estado definido en teoría como “Estado Social de Derecho”. En donde la injusticia social acrecienta las desigualdades haciendo más ricos a los ricos y más pobres a los pobres con un chocante favoritismo para unas minorías privilegiadas” [i]

Colombiazo” he denominado a este sacudión que estremece los cimientos civilistas de la nación para semejarlo al “Bogotazo”, como así se denominó la sangrienta revuelta producida por el asesinato del líder liberal Jorge Eliecer Gaitán el 9 de abril de 1948. Tenía cinco años para la época y tengo vivo en mi memoria el miedo que sentí al observar a mis padres atemorizados por lo que sucedía.

 

Sin embargo, es imposible no tener el alma entristecida, el ánimo caído y un gran dolor de patria ante los horrores que durante largos treinta días han perturbado la tranquilidad ciudadana por la acción criminal de los que, agazapados tras la mansa muchedumbre, salen a las calles a incendiar y destruir todo lo que encuentran a su paso en reacción violenta que es reprimida en igual forma por las fuerzas gubernamentales. 

Colombiazo

No tienen comparación, en sevicia, los acontecimientos que hemos visto, a todo lo largo y ancho de nuestra geografía, en este mes de mayo, con lo sucedido el seis de noviembre de 1985 circunscrito solo a la capital de la república con la toma sangrienta del Palacio de Justicia por el grupo terrorista del M19.

El “Colombiazo” que ahora vivimos, sin duda, supera en destrucción, en proporciones traumáticas al “Bogotazo”. Tal vez es comparable, por sus dimensiones catastróficas, a la nefasta época de los bombazos que disparaban los carteles de la droga y tomas guerrilleras de los años 80 y 90 del siglo pasado.

Ante tanta tragedia y la incertidumbre que trae consigo adquiere vigencia, nunca la he perdido, el título del libro del abogado y escritor tolimense Eduardo Santa: “Nos duele Colombia”. [ii]

 

Apátridas

No hay un solo compatriota, con conciencia del momento aciago que padecemos, sobre el que no haya corrido sobre su mejilla una lágrima adolorida por la barbarie indiscriminada que arrasa con pueblos y ciudades y el manto de muerte y sufrimiento que deja a su paso. Que no esté implorando en estos momentos una oración suplicando a la divina providencia piedad, clemencia y reconciliación. La unidad de Colombia.

 

Es injusta, mortificante, la prueba a la que hemos sido sometidos por la crueldad de los malos hijos de la patria que la desangran con su locura vandálica y desenfrenada. Pero, también es bueno considerar que son tan perversos y apátridas los terroristas asesinos como los señorones de cuello blanco, incitantes de la rabia popular, que se rasgan las vestiduras como “padres de la patria”, gobernantes y jueces, cuando en su afán de riqueza desmedida, saquean el erario impidiéndole al Estado cumplir las obligaciones contraídas con el pueblo para satisfacer sus necesidades.  

 

Me surge la angustiante pregunta de si entre el subversivo o revoltoso que tira piedras, bombas molotov, bloquea las carreteras y quebranta el orden público provocando ruina y zozobra en la población y el político clientelista, deshonesto, ratero y pícaro que se pone corbata para esquilmar las arcas de la nación ¿quién es más asesino? ¿cuál de los dos produce más daño al ciudadano? Obvio que no tienen justificación, ninguno de los bandos, en sus malévolas acciones. Ni destruyendo ni robando se construye un mejor país, el país que tanto soñamos. Ambos protagonistas con su proceder dañino galopan sobre la endémica corrupción que no nos deja salir adelante.


Renovación política


Ya es hora de la renovación de la clase política de uno y otro bando; la gente está harta de los extremos partidistas en disputa por el poder. De los mismos uribistas y petristas de siempre, de los mismos anquilosados liberales y conservadores que aún subsisten. Es el momento entiendan que no son protagonistas o actores que compiten con los personajes del mundo del espectáculo, en quien entrevistan más o tiene mayor rating en la televisión o en los medios. Con los ojos tapados, ajenos a la realidad de una nación que no avanza en su desarrollo y que ya se cansó de su desidia, vagabundería y descaro.  La filosofa española Adela Cortina señala con acierto cuál es su verdadero rol: “La democracia es el protagonismo de los ciudadanos. En ese sentido, creo que los políticos deberían de aprender. Y, efectivamente, nosotros tenemos que recordárselo siempre que podamos…No son protagonistas, son sencillamente gestores que tienen que poner las bases de justicia para que las personas podamos llevar adelante nuestros planes de felicidad y vida buena”. [iii]


Camino de la Patria


Definitivamente, nos duele Colombia. Ante la adversidad que abate el alma nacional no queda otra alternativa a la de la solidaridad, a unirnos y soñar, soñar con el poeta, Carlos Castro Saavedra en “Camino de la Patria” [iv].

 

Cuando sean claros los caminos

Y brillen más las vidas que las armas.

 

Cuando la libertad entre a las casas

Con el pan diario, con su hermosa carta

 

Cuando la espada que usa la justicia

aunque desnuda se conserve casta.

 

Cuando de noche grupos de fusiles

No despierten al niño con su habla.

 

Cuando al mirar a la madre

No se sienta dolor en la mirada y en el alma.

 

Cuando en lugar de sangre, por el campo,

Corran caballos…flores sobre el agua.

 

Cuando la paz recobre su paloma

Y acudan los vecinos a mirarla.

 

Cuando el amor sacuda sus cadenas

Y le nazcan dos alas en la espalda.

 

Solo en aquella hora podrá decir el hombre que tiene patria. 

 

Súplica


En medio de las dificultades no podemos perder la esperanza en la patria nueva, en una tierra amable que se enrumbe por el sendero tranquilo del progreso. En donde reine una paz verdadera, no “nobelesca”; bajo el impulso y el entusiasmo de una juventud decente, promisoria y emprendedora.

 

Con los pies bien puestos en el suelo, con la mirada fija en las estrellas imploremos la ayuda del señor. Que bendiga al pueblo colombiano, tenga compasión de todos y proteja a esta patria martirizada que tanto amamos.

¡Señor, salva a Colombia!


Barranquilla mayo 29 de 2021

Teobaldo Coronado Hurtado

 

 



[i] Coronado Hurtado T, 2001, Del Respeto a la Vida, Editorial Antillas, p. 13

[ii] Santa Eduardo, 1962, Nos Duele Colombia. Ensayos de Sociología Política, Ediciones Tercer Mundo, Bogotá.

[iii]https://ethic.es/2020/03/coronavirus-adela-cortina/

[iv] https://delbuenvivir.wordpress.com/2020/05/29/camino-de-la-patria/ 


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