EQUIVALENTES SUICIDAS Cuestionamientos Bioéticos
EQUIVALENTES SUICIDAS
Cuestionamientos Bioéticos
Introducción
Cuando
se trata el tema del suicidio o intento de suicidio razonable es enfocar su
etiología desde el punto de vista médico - psiquiátrico, resultado, en las más
de las veces, de una patología depresiva.
Se alcanzan a observar, sin embargo, actuaciones de individuos, en apariencia sin trastornos mentales, no psicopatológicos, que rayan con una actitud francamente suicida.
Según
el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española la conducta suicida
“incluye no solo la muerte provocada, sino también cualquier acción perjudicial
para el que la realiza”1.
Viene a uno confuso pensamiento, al presenciar alocadas conductas de sujetos que
al ejecutarlas dejan la preocupante impresión, en quien los observa, de
importarles un bledo su vida. Pareciera como si, adrede, estuviera buscando un
encuentro cercano con la muerte. Tal los casos de:
El
motociclista que serpentea, atrevido, entre el intenso tráfico automotor o hace
malabares en una autopista a 300 kilómetros por hora.
El
chofer de un bus urbano que despavorido, sin contemplación alguna, regatea con otro
bus los pasajeros a recoger.
El taxista que se vuela, muy tranquilo, el semáforo en rojo.
El parsimonioso carro
mulero o carretillero, con su montón de cachivaches o mercancía, en displicente contravía.
El
joven ciclista repartidor de la tienda que se manda de las rampas de los garajes,
impávido, sin control alguno.
El señor
con porte estrafalario en un lujoso automóvil, desafiante, a velocidad de
vértigo, como pluma que lleva el viento.
El transeúnte
que con frialdad pasmosa atraviesa la congestionada vía sin tener en cuenta el
semáforo en verde, mirando de reojo o hablando por el celular, como
diciendo: mátenme.
El
paciente que por convicciones religiosas prefiere morirse y no permite la asistencia
médica necesaria, por ejemplo, la transfusión de sangre. Su vida la deja en las
manos de Dios.
El
huelguista de hambre que comprometido con una causa cualquiera no ingiere ningún alimento.
La
insolente persona que hace caso omiso de las medidas de bioseguridad en
relación con la actual pandemia del coronavirus o que rehúsa vacunarse.
No se
logra, todavía, controlar como sería deseable el exceso en el consumo de drogas
para referirme solo al cigarrillo y el alcohol; a sabiendas, para los que
abusan de estos vicios, de sus letales consecuencias. “De cualquier cosa tiene uno que morirse”
contestan cínicos ante la crítica pesarosa de familiares y amigos.
Y qué
tal la osadía de “manteros y banderilleros” que se lanzan a las arenas
movedizas de las corralejas para celebrar festividades del santo patrono del
pueblo. Dispuestos a dejar de participar en las corridas el día que un toro los
mate.
Si interrogamos a cualquiera de los
protagonistas, en los ejemplos señalados, sobre sus peligros de morir, es
probable responda en forma despectiva “que lo más seguro que uno tiene es la
muerte y entonces para que preocuparse”
Son
situaciones cotidianas, para mencionar apenas algunas, que en un contexto general
podrían catalogarse como suicidios indirectos, “equivalentes suicidas”2 les
denomina la psiquiatría. “Refieren a conductas habituales en las que una
persona se expone voluntariamente de forma regular a situaciones de riesgo o
peligro extremo que escapan a su control, como la conducción temeraria de
vehículos o la implicación al límite en deportes de riesgo, o se involucra en
conductas que deterioran gravemente su salud, recurriendo, por ejemplo, al
consumo abusivo de alcohol o drogas”3.
Incultura
ciudadana. Es evidente, estos sujetos, muestran a las claras, en
su gran mayoría, franco desprecio por su propia vida, tan alarmante, como los
casos psicopatológicos, que encajan en la clínica dentro del síndrome
depresivo. Lo más grave es su simple miramiento, en medios especializados, como
una problemática consecuencia de la incultura ciudadana. En mi parecer estamos ante un fenómeno con enorme
trasfondo ético de “irrespeto por la vida”.
Cultura
de la muerte. Del individuo sin comedimiento por su propia vida
tampoco se puede esperar reverencia por la vida de los demás. Implica que este
individuo a la postre es un peligro latente para la comunidad, digno, por lo
tanto, de mayor atención por los organismos de salud y autoridades en general.
Gente con este comportamiento es tal vez lógico englobarlas dentro de lo que el
papa Juan Pablo II llamó “Cultura de la muerte”4, más
allá de una mera falta de cultura ciudadana. Cultura de la muerte, que
trasciende en estos casos, el enfoque del obispo de Roma para rechazar
atentados contra la vida, que se dan, según la iglesia católica, con la
práctica del aborto y la eutanasia, entre otros.
Considero que el marcado desprecio por la vida
en los “suicidas equivalentes” contiene un fundamento político social. La insatisfacción de sus necesidades más
sentidas conlleva a estos ciudadanos a la búsqueda de unos medios de subsistencia con alto riesgo para su
integridad personal. De tal manera que el suicidio y la conducta suicida es un
hecho social en donde el sociólogo francés Émile Durkheim considera que: “No
son los individuos los que se suicidan, sino la ciudad que se suicida a través
de ciertos miembros suyos".5
Cuestionamientos
bioéticos. Aquí tiene cabida el punto de vista de la
bioética, de la meso bioética en particular, en cuanto estaríamos enfrentados a
un verdadero problema de salud pública, si en el pensamiento de uno de sus
gestores, el cancerólogo norteamericano Van Ressaeler Potter, esta
propende por una “ética de la supervivencia”6.
A
partir de los principios de: autonomía, justicia y beneficencia que fundamentan
el compromiso con la bioética me permito formular los siguientes cuestionamientos:
Autonomía. ¿Hasta dónde este tipo de comportamiento, a todas luces, amante de la muerte, sería tolerable en aceptación del principio de autonomía debido al cual el sujeto es libre de hacer con su vida lo que a él venga en gana?
Justicia. ¿Expresa este comportamiento, el del “suicida equivalente”, resentimiento social, por la situación de desgracia en que vive ante la inequidad de unas políticas de Estado contrarias a lo que proclama el Principio de justicia?
Beneficencia. ¿Hasta
dónde los que luchamos por la defensa de la vida, amantes de la vida, podemos
colaborar como profesionales de la salud, enmarcados dentro del Principio de
Beneficencia para evitar que estas personas se hagan daño, hasta el extremo de
provocarles la muerte?
Síndrome
de la Decadencia. Desde una perspectiva médica se podría pensar en una
patología social destructiva de la condición humana que Erich Fromm en su libro
El Corazón del Hombre, denomina
“Síndrome de la Decadencia… en donde se combinan formas extremas de necrofilia,
narcisismo y simbiosis incestuosa… La persona que sufre este síndrome es mala,
ciertamente, ya que traiciona a la vida y el crecimiento y es devota de la
muerte y la invalidez”7,
agrega el psicoanalista alemán.
A partir de una visión epidemiológica se me ocurre pensar que la situación de violencia crónica vivida por nuestro país, que todos hemos padecido, ha sido caldo de cultivo propicio para este síndrome; que esconde, además, en su brutal sintomatología un espíritu de venganza de cuantos de una u otra forma han sido afectados por una época signada por la barbarie y la miseria.
Conclusión. Con optimismo patriótico me atrevo a señalar
que el anhelado logro de una paz verdadera, tras la solución a los graves conflictos
sociales que la obstruyen, sería terapéutica primera para solucionar estos
comportamientos suicidas. Con la preocupación, además, por alcanzar unos
mejores estándares de cultura ciudadana manifiestos, sobre todo, en el cumplimiento
a la ley y respeto debido a las autoridades, indispensables para la obtención de
una legitima disciplina social.
La solución efectiva a este fenómeno no es,
pues, estrictamente médica o psiquiátrica,
demanda en realidad una política generosa y oportuna del Estado para acabar con
la inequidad y la corrupción, mayores desencadenantes de la mentalidad suicida
de tantos compatriotas.
Barranquilla
junio 6 de 2021
Teobaldo
Coronado Hurtado
1. Real Academia
Española. Diccionario Histórico de la Lengua Española, Madrid, 1992.
2.
https://psiquiatria.com/glosario/equivalente-suicida
3. Echeburúa
Enrique. Las múltiples caras del suicidio en la clínica
psicológica, Ter Psicol vol.33 no.2 Santiago jul. 2015.
4. Juan Pablo II.
Evangelium Vitae. N.1
5. Emilio DURKHEIM. El Suicidio: Estudio de Sociología. Buenos Aires: Editorial Schapire, 1965, 315 p.
6. Potter VR, 1970,
Bioethics, The Science of Survival. Perspectives in Biology and Medicine, 14, 127-153
7. ERICH FROMM, El Corazón del Hombre, Fondo de Cultura
Económica de España, 2007, P. 42
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