HOY ES TU DÍA. CARTA A MI HIJA
Mónica Coronado Arana |
HOY ES TU DÍA
Querida hija
Cada día
trae su afán. Hoy es el día más radiante de tu vida. Piénsalo bien todo depende de ti, en
absoluto todo de ti. Es decir que eres libre.
Tienes
vida y eres libre ¿qué más puedes pedir? La vida y la libertad son derechos indeclinables.
¡Que dicha la tuya ¡dispones, de manera
soberana, de tus pensamientos, de tus sentimientos, de muchas ganas, para darle
a tu existencia el destino que quieras. Esto es posible cuando has decidido, de
ello estoy convencido, no poner atención a los hechos que tratan de perturbarte
la paz de esta fecha tan feliz.
Tu mente, tu corazón, han llegado a ser conscientes de la fortaleza de tu voluntad, reciedumbre de carácter, brillantez e inteligencia; que tienes una imaginación fantástica, creadora: eres una verdadera artista. Tienes la pasta de las mujeres que no se doblan, de las victoriosas. Eres excepcional.
Es cierto, hay una realidad en torno tuyo: personas, hechos, circunstancias, lugares, tiempos que no puedes cambiar, escapan a tus dominios. Muy distantes de tus mejores intereses. Hoy es un día resplandeciente, el más dichoso de tu vida. Has comprendido bien la forma como tienes que reaccionar ante cada uno de estos factores. Acepta, que eres única. Sí, tú eres única, singular, irrepetible. Tienes un valor incomparable. También lo tienen el tiempo que vives, la realidad que te circunda, las personas que te rodean, las circunstancias y los lugares de este día.
“No eres más
porque te alaben ni menos porque tu vituperen, lo que tú eres eso eres”, es exhortación de Tomas de Kempis. Lo que tú eres permite no hundirte con los más
débiles sino levantarte con el empuje de los fuertes, no renegar como los
incrédulos y desconfiados, con los pesimistas, sino, bendecir y empujar hacia
delante con los que no han perdido la fe, los optimistas, los que buscan la
grandeza. “El que busca la grandeza la encuentra”, es un decir de Séneca.
A donde quieras vayas, la condición humana es así, te vas a encontrar con personas enfermas de egoísmo, de envidia, inconformes, desadaptados, derrotados y amargados. De otro lado van a llegar a ti seres humanos plenos de felicidad, solidarios, amorosos y comprensivos; que reconocen sin ninguna dificultad lo que tú eres, vales y mereces. A los primeros acéptalos con corazón noble y comprensivo a los últimos ámalos con la misma medida con que ellos te aman. “Amor con amor se paga”.
“Ama y haz lo quieras” recuerda bien, te enseñaron en los claustros agustinianos del Buen Consejo. Bajo este eslogan podrás andar sin sobresaltos por el camino difícil, donde deambulan los que no te quieren, los que anhelan tu derrota. El mérito no estriba en amar a los que me aman, sino en amar a los enemigos. “Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian… Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?”. Lucas 6: 27,32s
Lo importante,
al fin y al cabo, es que tienes fe en ti misma. Posees razones suficientes para
creer en tus potencialidades, y, sobre todo, cómo admiro esa inagotable
capacidad tuya para soñar. Los auténticos soñadores hacen realidad sus
ilusiones, sus fantasías las convierten en realidades bienhechoras. Más
temprano que tarde la prosperidad los alcanza.
La
conciencia cierta de que hoy es el día más radiante de tu vida tiene plena
vigencia cuando eres consciente de las dificultades a enfrentar. A sabiendas, de que el camino a seguir estará
lleno de tropiezos.
De hoy en
adelante los demás días han de ser, igualmente, radiantes por siempre, si te apoyas, además, en un Dios bondadoso que todo lo puede, que te fortalece en la fe y en
el amor. En un Dios cercano, que habita dentro de ti, no te abandona, ni te
deja a la deriva, no permite que caigas en la desesperación. Que ese Dios tuyo
que tanto te quiere, te bendiga y proteja no solo hoy, también, en todos los años de tu promisoria existencia.
Con amor
inmenso, Tú papa.
Teobaldo
Cada vez que leo tu carta siento la misma emoción que sentí la primera vez que la leí. Tus palabras me acompañan y me recuerdan de donde y de quienes vengo. Tú me enseñas, todavía, a no rendirme.
ResponderBorrarGracias por tu amor inmenso y gracias por ser mi papá.
Yo también tengo el corazón llenito de amor para ti.