MEMORIAS DE UN ANESTESIÓLOGO INTRODUCCIÓN AL LIBRO "DEL ARTE DE LOS DIOSES"
MEMORIAS
DE UN ANESTESIÓLOGO
INTRODUCCIÓN AL LIBRO "DEL ARTE DE LOS DIOSES"
Al cumplirse en este mes de julio un año del lanzamiento de mi libro he querido celebrarlo transcribiendo el texto de su introducción.
A mis amables lectores mis agradecimientos por la acogida que, generosos, siempre me brindan.
Introducción
Cuando
pienso en escribir la historia de mi vida asalta la duda sobre si
desarrollarla, en su totalidad, desde los orígenes, desde el nacimiento hasta
el día de hoy, en un intento de “Autobiografía” o si, solo, debo referir lo que
ha sido la carrera profesional, mi vida médica, en lo que denominaría “Memorias
de un Anestesiólogo”. Una autobiografía es un relato, por lo general,
cronológico en que el autor describe etapas diversas de su vida: infancia,
juventud, vida adulta y vejez.
Las “memorias”
son una crónica en tiempo y lugar, sin orden cronológico, sobre un aspecto
particular, sobresaliente en lo personal y de más intensas emociones que una
autobiografía. En mi caso intento reseñar y reflexionar, en este libro, sobre
lo que ha sido la trayectoria médica desde el ingreso a la facultad de medicina
de la Universidad de Cartagena hasta mi retiro en la Facultad de Ciencias de
la Salud en la Universidad Libre de Barranquilla.
Inspira a
emprender esta aventura, entre tantas, la lectura que hace mucho tiempo hice,
sobre la cual de vez en cuando vuelvo, de las memorias del bardo por excelencia
de aquellos que aman la poesía titulada “Confieso que he vivido” del
gran Pablo Neruda. Allí, el excelso chileno, hace apasionante recorrido, de
principio a fin, de su obra poética consumada en “Veinte poemas de amor y
una canción desesperada”, en donde afirma que:
Tal vez no
viví en mí mismo;
tal vez viví
la vida de los otros.
Mi vida es una vida hecha de todas las vidas:
las vidas del poeta.
Motiva, de otra
parte, contar la historia de mi “Ser Médico”, no lo puedo ocultar, la
obra monumental de Gabriel García Márquez. El relato sobre su vida está compendiado en “Vivir
para contarla”. En consigna del nobel “La vida no es la que uno vivió,
sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.
Con conciencia cierta de mi vulnerabilidad somática he venido cavilando sobre esta escritura memorística desde el tiempo previo a la llegada a los 80 el primero de julio de 2022. Desde los días aciagos del 2020 y 2021 en que la pandemia del coronavirus pasaba indómita de un pico a otro. Llevado por el forzoso aislamiento de familiares y amigos, del distanciamiento físico de los hijos y nietos. Por “ese pacto insalvable con la soledad”, a la que fui convocado en esos días pandémicos y de la que habla García Márquez, cuando se refiere a la riqueza inconmensurable que tiene la vejez.
El encanto
de ser abuelo
No tanto por
sentirme viejo, el viejo que soy - lo que algunos necios estiman un estigma
para discriminarnos - sino por vivenciar el infantil encanto de ser abuelo con
la complacencia que la condición de padre no da. No se puede formular en meras
palabras, es vivencia que hay que experimentar. El sentimiento es
indescriptible. Si a los hijos se les ama, a los nietos se les adora.
He alcanzado el pináculo de la gloria en mi tan soñado estatus de abuelo. Ser abuelo hace sentir viejo a plenitud, es decir, un niño. Son los nietos, ya grandecitos, compinches para seguir haciendo pilatunas a escondidas; niño al que vuelves de nuevo cuando corres detrás de una pelota o te dejas atropellar por las olas del mar junto a ellos. Orgulloso aliado del bebé que, tiempo atrás, arrullé entre mis brazos con canciones de cuna que entonaba con el corazón de emoción henchido. Por la condición de anestesiólogo, decían chistosos sus padres que caían rapidito, anestesiados, con mis cantos y no porque mi amoroso arrullo, plácidamente, los adormeciera.
Ser viejo y
abuelo es el máximo galardón que uno puede alcanzar en la dura escuela de la
vida; no hay especialidad, maestría ni doctorado que lo supere en dicha o en
gozo.
Llegar a
viejo es privilegio que, en la actual coyuntura, alcanza perfiles heroicos
cuando la consigna de los que dirigen y gobiernan este mundo - hostil a la
nobleza de las canas, - ha sido la de considerarnos un estorbo para sus
desmesurados cálculos económicos y financieros.
Debido a la
pandemia del coronavirus surgieron expresiones crueles y deshumanizantes que
abogaban por la muerte de personas que han llegado a la vejez con el visto
bueno de algunos sectores médicos y de la sociedad civil.
“Gerontofobia”
denominó Adela Cortina, la filósofa española, a esta aberración que desconoce
de manera abusiva y agresiva el respeto a la vida a que tienen derecho los
ancianos. El término fue acogido por la Real Academia de la Lengua y lo define
como “rechazo o repudio a la vejez, miedo irracional a la vejez”.
Disfruto una
bienaventurada longevidad con el acicate de aguardar cada día con desmedidas
ganas de continuar siendo útil. De echar para adelante. De solazarme en los
amaneceres y atardeceres que retroalimentan el dulce hechizo de mi refugio
hogareño, en el balcón marinero, que guarece frente al inmenso caribe y, por
qué no, de los recuerdos gratos de un sempiterno enamorado.
Intento
aprovechar el imprevisible tiempo que aún queda para ese pacto aplazado del
encuentro conmigo mismo. Si las citas previstas en la agenda existencial, casi
todas, se han cumplido. Sabedor que, en el definitivo viaje hacia el más allá,
nada puedo llevar de equipaje.
Al publicar
la historia de mi travesía hipocrática pretendo compartir el regocijo que me
embarga por el médico que soy, por lo que he sido, por lo que en el momento que
tocaba hice, a sabiendas de que mi aventura médica, en sentido nerudiano, es
fiel reflejo de la vivida por numerosa legión de colegas y, por la misma razón,
encumbrados poetas consagrados al servicio de la humanidad.
Tengo la
fortuna de disfrutar una senectud, si la comparo con parientes y amigos
contemporáneos, sin incapacitantes quebrantos de salud, ni limitaciones
que soportar. El calendario no ha sido obstáculo para deleitarme en el ocio, de
no tener nada que hacer, para dedicarme a la contemplación y meditación de las
cosas del espíritu; ya Hobbes señalaba en el Leviatán que “El ocio es la
madre de la filosofía”. Viajes, caminatas, conciertos, libros, encuentros
familiares y con los amigos, obvio escribir ocupan una agenda en que todos los
días, según mi esposa, son días de fiesta.
Tengo certeza de estar
en el momento propicio de revelar sabiduría, riqueza inmaterial de lo aprendido
en tantos años de peregrinaje.
Cumplidor, en la praxis existencial, del término medio aristotélico
donde en obediencia al mandato de la sabia naturaleza no tienen cabida los
excesos para el alcance de una ancianidad grata.
Nada
entristece por lo que lograr no pude. Lo que convino llegó y vino para mi bien.
Transito esta temporada otoñal henchido de entusiasmo; gozando, sin demasías,
la jubilación con el honroso sudor de la frente ganada.
Advierto el
peso triste de la tarde cuando cae y descubro, en cada crepúsculo, el inmenso
vacío que han dejado los seres queridos que volaron, soñadores, a tierras
lejanas y el eterno silencio de los que se fueron para siempre con su recuerdo
incrustado en lo recóndito de mi ser.
No hay un día en que, como un flashback, desfilen por mi memoria la imagen señera de Francisco y Esther, mis padres; la figura angelical de Silvana Helena mi hija y la de mi querida hermana Cristina. Así, también, la remembranza sentida de un sin número de parientes, amigos, compañeros, colegas que hicieron gratísimo mi atajo existencial. Su imborrable recuerdo acrecienta la honda pena que, por su ausencia, acongoja en mi callado y bienhechor retiro. Al fin de cuentas la soledad y el silencio son circunstancias propicias para recrearme en el encuentro grato con el mejor de los amigos: yo mismo y mi escondida poesía.
Gracias a la
vida
Parodiando
la canción de Violeta Parra que popularizara la “Negra Sosa”, Mercedes
Sosa, “doy gracias a la vida que me ha da do tanto”.[1]
Doy gracias
a la vida por el regodeo de haber llegado a ochenta años de existencia sin
faltar al compromiso contraído con Dios, la patria, la sociedad, la familia y
conmigo mismo.
Doy gracias
a la vida al permitir, magnánima, distraiga en la saludable y placentera
afición por las letras, en el arte de escribir que, sin duda, colma a plenitud
mis años postreros.
Doy gracias a la vida que dispuso, mis pasos juveniles se encaminaran por los caminos del amor, del amor al hombre en la práctica de la ciencia médica. Colma de contento, al garrapatear estos recuerdos, el fraterno y humilde espíritu franciscano que inspiró la labor asistencial, al servicio del “hermano paciente”, de los enfermos puestos a mi cuidado durante intensos 45 años de ajetreo médico. Tengo razones suficientes para considerarme dichoso, afortunado, en verdad realizado, por el papel desempeñado en las diferentes instancias que la profesión me dio la oportunidad de ejercer.
Trayectoria
profesional
Ufano de una
trayectoria profesional desarrollada en base a méritos académicos e
intelectuales; en ningún momento favorecido por otro tipo de intermediación,
indispensable en nuestro país, para acceder a sitios de trabajo y alcanzar los
objetivos para los cuales uno se ha preparado.
Mi hoja de
vida no exhibe cargos propios de la burocracia estatal; he sido un agente de la
salud raso, apasionado practicante de la medicina y defensor permanente de la
dignidad profesional en cuya causa si fui llamado a ocupar cargos directivos de
carácter gremial.
Beneplácito
experimento por la voluntaria y caracterizada cuota de colaboración a la causa
de la profesión, en diligente y combativa gestión gremial, como directivo de:
Asociación Médica Sindical, Asmedas (Delegatario Nacional), Federación Médica
Colombiana y su filial el Colegio Médico del Atlántico (Presidente); Academia
Nacional de Medicina, Capítulo Atlántico (Presidente); Cuerpo Médico del
Hospital General de Barranquilla (Presidente), Sociedad Colombiana de
Anestesiología y Reanimación, Seccional Atlántico (Presidente) y Cooperativa Médica
de la Costa, Coomedicosta, Presidente -
Gerente).
“Ser Médico”
es lo mejor que ha podido suceder en la
vida. El orgullo como tal se agiganta, aún más, por la condición de
anestesiólogo. De médico anestesiólogo perteneciente a la más sólida y sin
igual comunidad médica que tiene el país, la Sociedad Colombiana de Anestesiología
y Reanimación SCARE, que ha concedido el inmenso honor de reconocerme entre los
“Pioneros e Ilustres de la Anestesiología en Colombia”; en semblanza que
de mi hace el coautor de la obra y expresidente de la SCARE Bernardo Ocampo
Trujillo, apunta: “La vida de este costeño raizal, comprometido con su
región, con sus principios, con sus diferentes vocaciones no podría quedar
inédita, se puede escudriñar con sumo deleite en abundantes artículos y libros
publicados. Las obras reseñadas a lo largo de este texto así lo avalan y el
contenido de ellas muestra no solo su prolijidad, sino su polifacética
personalidad, su hondo y reflexivo pensamiento ético – filosófico… El recorrido
por la vida y obra del Dr. Teobaldo Coronado Hurtado nos permiten reconocerlo
como uno de los médicos ilustres de la anestesia en el departamento del
Atlántico y de la Anestesiología Colombiana”. [2]
Huella magistral
Curioso,
saco cuentas y son, al tanteo, veinte mil los estudiantes, profesionales de la
salud (Médicos, bacteriólogos, fisioterapistas e instrumentadoras) que han
pasado por mis cátedras de: Anestesiología, Farmacología, Ética Médica,
Bioética, Historia de la Medicina y Liderazgo Médico; egresados de las
Universidades Libre, Norte, San Martín y Simón Bolívar de la ciudad de
Barranquilla; a quienes inculqué, entusiasmado, lo que encarna ser “buen
médico” y ser “médico bueno”.
Sin ostentaciones queda, en cada uno, heredada, la impronta de mi huella magistral que ahora pretendo reseñar en este libro El arte de los dioses. Memorias de un Anestesiólogo, testimonio escrito de mi venturosa correría Hipocrática.
Título del
libro. Juan Marín
“Anaesthesia
Deorum Ars - Anestesia el arte de los dioses” - título que lleva el
libro en la portada - es eslogan que el padre de la anestesiología colombiana
doctor Juan Marín Osorio colocó sobre el glorioso escudo de nuestra asociación.
Inspirado, en el aforismo hipocrático: “Divinum opus est, sedare dolorem”, obra
divina es aliviar el dolor y, por supuesto, también en el “Anestesiólogo
Magno”, como aprecia, el Dr. Marín, al Dios creador del primer hombre,
según el génesis: “hizo caer sobre Adán un profundo sueño; mientras estaba
dormido, quitó una de las costillas, y llenó de carne aquel vacío”.[3]
El escudo de
la SCARE “Primero fue llamado el Escudo de la Escuela de Juan Marín, luego
de la Sociedad Colombiana de Anestesiología… En 1971 durante la VI Asamblea
General de la CLASA (Confederación Latinoamericana de Sociedades de
Anestesiología), en Río de Janeiro se elige el escudo del Doctor Marín como
emblema de la CLASA. En 1972 se acepta como emblema de la WFSA (Federación
Mundial de Sociedades de Anestesiología) en el V Congreso Mundial de
Anestesiología, en Kioto, Japón”.[4]
El doctor
Marín es pionero de la anestesia en Colombia; fundador de la primera Escuela de
anestesia en el país; fundador honorario único, de la Sociedad Colombiana de
Anestesiología; editor de la primera publicación colombiana sobre Anestesia, “Sedare”.
Jefe de Anestesia del Hospital Militar Central de Bogotá.6
Al doctor
Juan Marín lo más cerca que lo tuve fue durante el XIX Congreso Nacional de la
Sociedad Colombiana de Anestesiología y Reanimación realizado en Manizales,
agosto 15-18 de 1991. Era personaje cuasi mitológico con su larga cabellera
blanca y tupida barba patriarcal al que rodeamos, para escucharlo, un grupo de
anestesiólogos con profunda veneración.
Retumban,
aun, en mis oídos la conferencia magistral que dictara en ese congreso en donde
narraba, sin tapujos, la aplicación casi rutinaria de la eutanasia cuando
lo creía pertinente; se consideraba predestinado para realizarla. Sus palabras
son elocuentes: "No me da miedo ni ningún remordimiento porque yo hago
la eutanasia por amor y no por dinero". "Si yo he hecho eutanasia es
porque Dios lo ha permitido"... Para hacer una eutanasia no se debe
consultar sino con Dios y la conciencia misma de médicos que van a hacer la
eutanasia”.
Narró
pormenores de la muerte piadosa que aplicó a su hermana Josefina Marín, a su
suegra, a su esposa, de algunos pacientes y personas que lo buscaban.
Agradecimientos
Pasado el
tiempo he cavilado, conmovido y con inmensa gratitud, sobre la osadía de mi
padre, Francisco Coronado Tesillo, dada la apurada condición económica de
nuestra casa, al enviarme a estudiar fuera del terruño una carrera que, en
aquellos tiempos, aun en los actuales, demandaba gran erogación monetaria sin
la cual el esfuerzo o entusiasmo que uno tuviera podía sucumbir para engrosar
la lista de desertores jóvenes universitarios.
Gratitud
extensiva a mi madre buena, Esther Hurtado Charris, y a la comprensión generosa
de mis hermanos, Julia, Cristina, Melanio, Marcia y Arsenia, puntales
indiscutibles para el éxito definitivo de mi estancia
universitaria.
Gratificado
con la amorosa compañía de Helena Yamile Arana Porto, la hermosa mujer que Dios
puso en mi camino para una andanza de casi seis décadas, desde el noviazgo
cuando hacía quinto año de medicina. Con ella, siempre a mi lado, siento correr
las horas y los días con la placidez del ermitaño que convive silencioso
consigo mismo y el soporte anímico que otorga la paz de la
conciencia.
Premiado por la gracia y enjundia de Mónica Cecilia (Arquitecto), Regina Esther (Médico), Juan Francisco (Ingeniero) y Silvana Helena, q.e.p.d, mis hijos queridos. De Diego, Antonia y Lucia, benditos nietos; soporte, todos ellos, a la natural fragilidad de los años, llenan de alegría, de perenne gozo mi alma con la agenda ganadora de sus vidas.
Reconocimientos
Sociedad Médico Quirúrgica del Atlántico. De izquierda a derecha doctores: Ruby Reyes, Ramiro Chadid, Agustín Guerrero, Teobaldo Coronado, Hernán Argote, Pura Serrano, Juan Cotes, Ramon De la Cruz. |
Al escribir
estas memorias experimento el deber de manifestar sincero reconocimiento a
tanta gente admirable, de instituciones hospitalarias y docentes que hicieron
posible con su presencia, apoyo y estímulo el éxito definitivo de mi suceso
docente - asistencial.
A los
directivos que creyeron y depositaron su confianza; dieron la oportunidad de
realizarme profesionalmente.
A colegas y
amigos que en todo momento respaldaron, estuvieron presentes en las buenas y en
las malas.
A compañeros
de trabajo, en aulas y quirófanos, que soportaron y dieron espontáneo
espaldarazo a mi labor. Comunicaron su saber para reforzar mis modestas
capacidades.
A los
inquietos estudiantes que incitaron a imitarlos en su ansiosa búsqueda de la
ciencia y curiosidad sin límites por lo desconocido. De reaprender, junto con
ellos, el maravilloso mundo de la medicina.
A los
pacientes, en que me consagré con gran pasión y generosidad a su servicio,
procurándoles esperanza y ánimo. A quienes di todo mi querer y sapiencia para
poder sentir la cristiana dicha de consolar a los que sufren.
Barranquilla
mayo 12 de 2024
[1]
2 Gracias a la vida, es el nombre de una
popular canción del folklore chileno compuesta e interpretada por la cantautora
Violeta Parra una de las artistas que sentó las bases del movimiento artístico
conocido como la “Nueva Canción Chilena”.
[2] PIONEROS E
ILUSTRES de la Anestesiología en Colombia, Teobaldo Coronado Hurtado, MÉDICO,
ANESTESIÓLOGO, FILÓSOFO ÉTICO, GREMIALISTA. Historia de la Sociedad Colombiana
de Anestesiología, p. 200-205, Panamericana, Formas e impresos SA,
Bogotá.
[3] 4 GONZÁLEZ TORRES, Andrea Catherine and NAVARRO
VARGAS, José Ri cardo. Semblanza de Juan Marín Osorio. Rev. colomb. anestesiol.
[online]. 2010, vol.38, n.3 [cited 2016-01-06], pp. 386-393.
[4] 5 González Torres Andrea Catherine. Juan Marín, su
vida y su legado. Trabajo de investigación presentado como requisito parcial
para optar al título de: Especialista en Anestesiología y Reanimación,
Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Medicina, Departamento de
Anestesiología. Bogotá, Colombia. 201 2, p.
6 Jaime Herrera Pontón. Juan Marín, Socio Fundador Honorario Único de
la Sociedad Colombiana de Anestesiología y Reanimación. Artículo
30.6.2001. Revista Colombiana de
Anestesiología
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