EL QUERER DEL ABUELO



EL QUERER DEL ABUELO

Cuando los hijos del señor Francisco, Don Paco - veterano profesor universitario, de reconocidos quilates intelectuales - estaban pequeños tenían de vecinos, a un costado de su residencia, una familia muy distinguida en que la señora de la casa, de origen francés, era una ruba físicamente atractiva, pero de temperamento en sumo hostil.  Su esposo, un connotado profesional del derecho y pulcro caballero; sus hijos, unos muchachos formales, juiciosos.

Cascarrabias la madame, casaba bronca con "Raimundo y todo el mundo", que la hacían personaje antipática, sobre todo exótica, dado el elegante barrio en donde residían. Terror de los chicos de la cuadra, balón que caía en sus predios estaba perdido tras diatriba procaz y escandalosa. Obsesiva, con la limpieza, quien pernoctaba el embaldosado y brillante piso de su antejardín llevaba de la buena, con su lengua lanza juegos, atrabiliaria. De esta forma armaba, escoba o trapero en mano, permanente trifulca, además, con el voceador de periódicos, lotero, jardinero, albañil y cuanto transeúnte por allí pasaba.

 

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Cada vez sentía la algarabía de la prole de Don Paco, jugando en el patio aledaño, histérica, entraba en colera, lanzando cualquier clase de improperios, en especial, contra Francisquito y Esthercita, a quienes insultaba sin contemplaciones. No los bajaba de malparidos, corronchos y  negros hijueputas.  ¡Muéranse! Exclamaba en su exasperación.

Francisco y su señora, también de origen extranjero, turca les decimos en la costa caribe,,  jamás se inmutaron ante los agravios constantes, contra sus inquietos retoños y de carambola, hacia ellos por parte de la irascible vecina, que apodaron los niños con el nombre de “mula”. 

Quizá, exacerbaba su ánimo, alimentaba su rabieta, el hecho de que no le pararan bolas.

“Mientras no los toque, no les haga daño, cero problemas”, se decían entre sí. Antes, por el contrario, al interior de su hogar, calladamente, hacían chiste, se rían del lenguaje enrevesado que esgrimía en su gritería furibunda. Nunca se sintieron ofendidos ante tanto agravio de la “madame mula”. Pensaban en su ignorancia médica que la dama estaba desvariada, desquiciada, loca.

Qué cosa la de los niños… en su mentalidad infantil la estimaban una fiera…  indómita mula.

Lo cierto es que en la vida uno no sabe que le depara el destino en el futuro. "La vida te da vueltas". Los cuatro amonados cachorros de la insolente francesa, dos mujeres y dos hombres, ya grandes, sin excepción, terminaron enamorados y casados con pretendientes de piel morena, mas oscura que la de los repudiados jóvenes del costado de su casa


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Transcurrido el tiempo llegaron los esperados nietos a la familia de don Paco y Jasive, su querida esposa. Dos niñas de Francisco y un niño de Esther son luz de sus ojos cansados, en el ocaso, ya, de sus vidas.

¿Qué sucedió al amigo Paco que cambio su sereno, apaciguado comportamiento cuando pasó de padre a abuelo?

Residentes en el exterior, sus hijos, van y vienen, de un país al otro, cada vez pueden.  Motivados, más que todo, por complacer a sus progenitores y, con ellos, regocijarse en el encuentro afectuoso de sus hijos con sus abuelos que son felices con el encanto de Farid, la gracia picara de Yamile y la ternura angelical de Lucila, la más pequeñita.

¡Cómo es de distinto el amor de los abuelos con sus nietos!  Desbordado, alcahuete y protector sobrepasa en límites al que tienen o tuvieron con su prole.  Apasionado en demasía, mas tierno aun, si se comparan.

 

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Por inconvenientes de salud que presentó la recién nacida Yamile, Don Paco se descompuso y de qué manera. Reaccionó agresivo, bastante enojado,  por lo que él consideraba un atropello por parte de médicos y enfermeras que, pullaban y pullaban a su bebe sin contemplaciones en la sala cuna del hospital americano en donde se encontraba hospitalizada. Nunca con sus hijos, en trance similar, perdió la ecuanimidad; en esta ocasión tuvieron que llamar la seguridad de la clínica para contenerlo.

 

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En las tardes Paco caminaba tres a cuatro sombreadas cuadras en busca de Farid a su salida del San Jorge School. El furor del abuelo franjeo los límites de la torpeza cuando un viernes, ante una chanza pesada contra su nieto por parte de la maestra, que lo ridiculizaba ante sus compañeritos, se abalanzó contra ésta airado, descontrolado. Si no es por la intervención de algunas personas, que se interpusieron, la hubiera levantado a golpes. De regreso a casa por un fuerte dolor de cabeza hubo necesidad de llevarlo al médico; diagnostico: Crisis hipertensiva que cedió, por suerte, al tratamiento.

Con la mayor humildad, sabio al fin, sumiso y arrepentido, no tuvo inconveniente en pedir excusas a la docente ofendida cuando le tocó llevar nuevamente, al niño, a clases el siguiente lunes.

 

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Don paco, quizá, como todos los abuelos confiesa que no tiene calificativos para definir el profundo sentimiento que experimenta por los vástagos, hijos de sus hijos. Es un mundo nuevo, dentro de sus años viejos, que le hacen plácidos los días y las horas.  Sobrepasa este sentir los mejores goces que haya podido tener a lo largo de su promisorio y dilatado peregrinaje terrenal.

Los nietos, dice, son mi mayor tesoro. “La vida, a estas alturas, de mi periplo existencial no tendría sentido si no fuera por ellos. Sería el viejo más aburrido del mundo. No acepto que nadie me los toque haciéndoles daño”, afirma.

"La presencia tierna, juguetona y alegre de Farid, Yamile y Lucila, justifican, sin medida, mi firme deseo por seguir viviendo, por seguir adelante. Son mi razón de ser, cuando ya mi agenda laboral está cumplida y compromisos sociales no me preocupan, ajeno ahora al mundanal vaivén de los días que me quedan", concluye.

¿Se podría suponer, entonces, que se quiere más a los nietos que a los hijos? Se interroga Don Paco y contesta:  "Antes, por el contrario, el querer hacia los nietos es la máxima expresión del inmenso amor que uno tiene por los hijos. En cuanto que, lo que más anhela un padre es que le quieran, a sus vástagos, fruto de sus entrañas ".

¡Gracias Dios mío por ser abuelo! ¡Gracia Dios mío por los lindos nietos que me has dado!  ¡Bendícelos, señor! Exclama emocionado Don Paco.

Definitivamente, el sentimiento del padre por sus hijos es bastante diferente al sentimiento del mismo padre, ya en condición de abuelo, con sus nietos. Indescriptible. Indefinible. Dichoso.

Barranquilla febrero 5 de 2024.

 

 

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