REMINISCENCIAS DE LA SEMANA MAYOR
REMINISCENCIAS DE LA SEMANA MAYOR
Jesús con la Cruz a cuestas. Mezquita Catedral de Córdoba, España. Photo by Dr. Teo. |
En
los tiempos idos de mi lejana infancia y promisoria juventud, mediados del
siglo pasado, los días de la semana santa transcurrían en medio del más
disciplinado espíritu religioso, lejos del mundanal ruido. Nada que ver con la “parranda santa” de hoy.
Tan
respetuosa la actitud piadosa, en la conmemoración de la pasión, muerte y
resurrección de Jesús, el hijo de Dios que en las emisoras, sin excepción, solo
pasaban música clásica o sagrada. William Jessurum, amigo de mi padre y compañero
en el City Bank, un señor muy culto e ilustrado, le comentaba que para su
deleite personal constituía la mejor época del año. Se daba gusto
oyendo las composiciones magistrales de: Fugas de Bach, Preludios de Liszt, Operas de Rossini, Oberturas de Chaikovski, Sinfonías de Beethoven
etc. Recuerdo que el Bolero de Ravel y valses de Johan Strauss eran melodías bastante difundidas.
Se
apagaba la música popular en estaciones de radio, equipos de sonido y pick up
para dar paso al encuentro familiar y del vecindario, participación en los
oficios religiosos y asistencia a cine en los teatros sin techo de la ciudad
(Amazonas, Nuevo y Delicias) para ver los filmes que solo mostraban la epopeya
del Mártir del Calvario.
Altar de la Iglesia Nuestra Señora del Transito. Usiacurí, Atlántico Photo by DR. Teo |
Semana
santa en casa
Por
ser el mayor de mis hermanos, bien temprano el lunes santo, tenía el privilegio
de acompañar a mi mamá al mercado público de Barranquillita para abastecernos
de los alimentos y demás comestibles que, tradicionalmente, se preparaban
durante esta temporada. No existían supermercados.
Primero, asegurábamos el material para los dulces o rajuñaos, como les llamamos en la
costa caribe: la panela, papayas verdes, piñas, guayaba, cocos, ñame y guandú. Aprovisionábamos,
luego, del pescado (bocachico, sábalo, bagre), camarones y chipichipi(almejas)
En
el patio de la casa, debajo de un palo de mango, montábamos un fogón de piedras
con leña o carbón, alrededor del cual giraba la rutina culinaria de la semana mayor. Cada uno de los integrantes de la comunidad familiar intervenía en
medio de una tertulia alegre y cordial, pero silenciosa.
Costumbre
generalizada de esos tiempos, la gente se disponía a preparar los rajuñaos en
cantidad suficiente para repartir entre parientes, amigos y vecinos. Concluida
las ceremonias religiosas en la iglesia parroquial los fieles devotos, con sus
mejores galas, entrecruzaban visitas domiciliarias
y compartían animosos las viandas preparadas.
Catedral del Santísimo Sacramento. Sacramento, California, USA. |
Instituto
Vélez.
Ligia y Elsa Vélez Vallejo, dos solteronas parientes (primas de mi madre)
tenían una escuelita, la escuelita del barrio - en una época, década del 50 del
siglo pasado, que no existían los jardines infantiles de hoy en día, - a donde
los niños asistían para aprender a leer y escribir antes del ingreso a la
primaria, al cumplir los siete años; antes no los aceptaban en las escuelas
públicas.
Para
la semana santa los padres de los cincuenta o sesenta niños del “Instituto
Vélez”, como se llamaba la escuelita de las primas, les hacían llegar,
igualmente, cincuenta o sesenta tarros, de todos los tamaños, repletos de
dulces, de los más diversos sabores de acuerdo con la materia prima con que fueron
elaborados, podían ser de: arroaz con leche, papaya, guandú, ñame, plátano,
guayaba, o piña, los más comunes. Menos frecuentes eran los de mamón, corozo,
mamey, guanábana, yuca, batata y mango verde.
La mayoría aliñados con canela, clavito o uvas pasas. Las maestras del
instituto no daban abasto con tanto rajuñaos y los repartían entre los vecinos más
allegados. A mi casa llegaba una buena parte que alternábamos con los nuestros.
Ni bolas le paraba uno a la dieta que ahora atormenta no solo a los mayores
también a los jóvenes; a hombres y mujeres.
Inolvidable
para mí la ingrata ocasión en que mi mamá tuvo que botar una olla grande con
dulce de guayaba; confundida en vez de azúcar le puso sal.
Iglesia de San Nicolás, Catedral de Barranquilla. Photo by Dr. Teo |
El
viernes santo
Mandatorio,
en este día, el ayuno y abstinencia de carne, era cuando menos se cumplía lo del
ayuno. Se daba rienda suelta a un desmedido apetito comiendo hasta saciarse arroz
de camarón y puré de ñame con cebolla y ajo o salpicón de bagre acompañado de
delicioso arroz con coco. De sobremesa la respectiva dosis de conservas acompañada
de galletas, satines Noel. Eso sí, La continencia alcohólica era absoluta.
Mientras,
en el sopor del medio día, de 1 a 3 de la tarde, en un ambiente impregnado de oloroso
incienso retumbaba por la radio el “sermón de las siete palabras” que
pronunciaba un gran orador sagrado, monseñor Augusto Trujillo Arango (Obispo) desde
la catedral de Jericó y que trasmitía, por cadena nacional, Caracol Radio. No
teníamos televisión todavía.
Tabús. Mayoría de tabús relacionados con la semana santa tenían acogida en este viernes. En la creencia popular si te bañabas en un jaguey o una piscina te ahogabas. Si tenías relaciones sexuales te quedabas pegao. Si trabajabas te podías hacer daño. Si decías malas palabras te quedabas mudo, si ibas al monte te exponias a una mordedura de culebra. Para mencionar algunas.
Un
viernes de pasión tocó hacer turno de urgencias en el Hospital de los Andes, ISS,
de 7 de la mañana a 7 de la noche. Cuando pensaba que no iba a tener mucho
trabajo, que sería un turno suave, porque la gente estaba recogida en sus hogares,
se vino una avalancha de mujeres en trabajo de parto. Fueron doce las anestesias que puse ese día para la operación cesárea.
Mandas. Mas que por fervor o devoción
religiosa la gente no hacía nada, paralizaba su cotidiana existencia. Motivaba el miedo
a lo trágico que les pudiera suceder, por acción del diablo, al no respetar el da
en que murió nuestro señor Jesucristo. El temor impulsaba a muchas personas,
indiferentes a la vida religiosa, a asistir a las iglesias en este día y
participar en las procesiones en especial, no tanto en la celebración
eucarística. Pagaban “mandas” clamando o agradeciendo los favores del cielo con
vestimenta alegórica a la pasión y muerte de Jesucristo. Niños cargando una
cruz y niñas con una corona de espinas sobre la cabeza se veían en los eventos sagrados.
Sábado
de Gloria.
Un estallido de alegría se producía el sábado santo, denominado entonces sábado
de gloria, cuando a la media noche se celebraba la “misa de Gloria” y sonaban
de nuevo las campanas en los ritos eclesiásticos que habían sido cambiadas por
el sonido de unas matracas.
La música jacarandosa volvía a repiquetear con bailes y fiestas, en salones y casetas. Parecía, hubiera pasado una eternidad lejos de la vida mundana. La gente volvía a la normalidad después de siete días de profunda reflexión y ardor religioso.
v
Cátedral de Santa María, Madre. Florencia Italia. Photo by Dr. Teo. |
MATER
DOLOROSA
Circula,
en la actualidad, por las redes sociales un video en donde se anuncia que el
famoso productor de cine norteamericano Mel Gibson se encuentra en la etapa
final de una revolucionaria película con el título de “Crucifixión”; su estreno
está programado para el mes de agosto de este año. La noticia ha traído a mi
memoria su celebre filme “La Pasión de Cristo” que estremeció al mundo, hace 21
años, en 2004, por lo dramático de su contenido, el estupendo sonido y técnica cinematográfica
con la figura estelar del actor norteamericano Jim Caviezel en el papel de Jesús.
Sobre
esta producción, su director, Mel Gibson dijo: "Esta es una película
sobre el amor, la esperanza, la fe y el perdón. Jesús murió por toda la
humanidad, sufrió por todos nosotros”.
Apartes de una nota que, en ese momento, publiqué en el periódico El Heraldo, después de verla, me ha parecido oportuno transcribirlo, ahora, a mis ambles lectores sabatinos de SoloProposiciones con mi saludo cordial de “Felices Pascuas”.
“Lo distinto del filme “La
Pasión de Cristo” de otros, basados en la crucifixión y muerte de Jesucristo, es
su impresionante tecnología cinematográfica y espectacular acústica. No creo
que en lo actoral la producción de Mel Gibson supere en calidad artística
películas anteriores con igual temática, pero con inferiores recursos técnicos
como: Rey de Reyes, de Cecil B. de Mille; El Evangelio según San Mateo, de Pier
Paolo Passolini; Jesús de Nazaret, de Franco Zefirelli, o La última tentación
de Cristo, del neoyorquino Martin Scorsese.
El drama es el mismo. De acuerdo
con los críticos la versión de Gibson conserva mayor fidelidad al texto
bíblico. A lo largo de la proyección resaltan la sevicia de Caifás, el cinismo
de Poncio Pilatos, la traición de Judas, la negación de Pedro, la crueldad de
judíos y romanos, la pertinaz tentación del demonio, el “imperio del mal”; el
abandono de todos, hasta del Padre celestial.
¡Asombroso! Cualquier parecido
con la realidad presente es pura coincidencia.
Surge, de forma admirable, como
estratégico artificio argumental que demuestra la existencia refrescante del “imperio
del bien”, la figura tierna, fiel, siempre amorosa de la mujer, de la madre
abnegada que da la vida por su hijo, encarnada en María santísima que, junto a
Jesús sin vacilaciones camina con él, paso a paso, hasta el suplicio final. La
mujer, la mujer siempre ahí, dando amor infinito como característica peculiar a
su innata vocación materna.
Las imágenes que alcanzamos a
captar son contundentes; habría que tener ojos que no quieren ver, o sentidos despiadados
que no se inmutan para no palpitar y vibrar, emotivamente, con lo que la pantalla
muestra de manera tan patética. Para reconocer en María a la santa mujer que,
con su ejemplo grandioso de madre buena, infunde sublimidad al heroísmo de su hijo;
indefenso, solo, que no tiene más compañía y consuelo que la de su agobiado y
solicito corazón”.
Su presencia valiente, serena,
resignada en medio de tanta maldad es, a mi modo de ver, la más hermosa de las
lecciones que deja la cinta de Mel Gibson a los católicos, sus más fieles y
devotos seguidores.
Imagino, de igual manera, a
aquellos que se consideran también cristianos, pero, que con un punto de vista histórico
y religioso distinto han negado a la Virgen María su condición de madre de Dios
en la persona de Jesucristo. “Ave, ave, ave María”.
Barranquilla abril 16 de 2024.
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