LA VALENTÍA DE SER VIEJO


Bodas de Oro 2019. Promoción 1969, Facultad de Medicina, Universidad de Cartagena.
Atrás, de izquierda a derecha: Antonio María Revollo, Julio Hooker, Víctor Hernández, Alfonso Castañeda, Fredy Pomares(Decano), Hermes Herrera, Armando García, Max Peña, Oswaldo Cáliz.
Delante: Catalino Arias, Teobaldo Coronado, Octavio cervantes, Plinio Urueta, Carolina Samper, Humberto Ripoll, Fredy Mora.

LA VALENTÍA DE SER VIEJO

 

Introducción

Cuando hecho la mirada atrás, a la vera del largo camino ya recorrido, descubro que me he ido quedando solo, son contados los que, distantes me siguen; escasos los que aun, permanecen adelante

De los que van delante de mí subsisten, recogidos en la calurosa querencia de sus hogares, compañeros de viaje que ni cuenta se dan que, atento a ellos, yo sigo optimista la marcha.

Pocos vecinos, que a mi lado tengo, miran de reojo, por encima del hombro. Esbeltos, petulantes y mudos se espantan vanidosos de su rozagante figura, con desdén me miran, como si un estorbo fuera yo a su ridícula vanidad social.

De tantos seres queridos que peregrinaban conmigo, en esta temporal travesía de la vida, unos: se fueron para siempre, otros: cogieron rumbo distinto, en busca de un mejor destino.  Una frágil soledad agobia, un estremecedor mutismo invade, cuando de unos y otros extraño su presencia, sus voces no escucho, falta su amigable compañía.

Para algunos, jóvenes en especial, que incauto tropiezo en el sendero soy invisible, no me ven, no me reconocen, ocupados están con la mirada perdida en la mini pantalla del móvil, más antisociables que un robot, que el Aurelio de la televisión. Idiotas, ni siquiera balbucean por cortesía un amistoso saludo. “Temo por el día en el que la tecnología sobrepase la interacción humana. El mundo solo tendrá una generación de idiotas”, es profética expresión atribuida al físico alemán Albert Einstein.

Arrugas, ojeras, canas y manchas en la piel, el paso lento y naturales achaques con su interminable secuela de malestares, no producen tanta sensación de estar viejo y decrepito como el vacío existencial que se siente por la voz apagada de los que ya no están y de los que estando nos miran displicentes, ignoran. El desprecio, la discriminación y en ocasiones el irrespeto que sufrimos por mostrar el peso de los años reflejados en nuestros rostros; ingenuos o soberbios los que así nos tratan ni siquiera imaginan que, si tienen buena suerte, la que nosotros, octogenarios, hemos tenido, el día llegará en que serán émulos y frágiles ancianos también.

No es resentimiento como, peyorativamente, podría alguien circunspecto interpretar este texto; es lástima grande la que experimento para referirme a las   circunstancias que estoy narrando, que toca afrontar en ciertos círculos sociales, en medio de la gente en sitios públicos y privados, hasta en el lugar donde uno reside, con personas indiferentes, carentes de fraternidad, poco solidarias.

Encuentro con uno mismo. En medio de panorama tan hostil, a la dignidad de las canas, valientes toca refugiamos en sí mismo, con la sorprendente condición que otorga la vejez de reconocernos a sí mismo como el mejor de los amigos, yo soy mi más fiel amigo, el más íntimo y próximo a mí. Con la ventura de ser yo mismo el más amable y crítico de los interlocutores, con el que más me complace mantener una conversación, en lo que Robert Nozick denomina “Auto conciencia reflexiva”. “Durante buena parte del tiempo, quizá la mayor parte, el si mismo charla consigo mismo. Podríamos decir que es adicto a esta charla”. “Meditaciones sobre la Vida” (Gedisa).

Tuvieron que pasar los años, mucho tiempo, para lograr descubrir semejante maravilla, uno de los asombrosos milagros que la vida otorga, con que la vida te premia por tener el inmenso privilegio de llegar a viejo, “El grato encuentro contigo mismo”. Definitivamente, los tiempos de Dios son perfectos.

Conócete a ti mismo. La naturaleza es sabia, te programó en un principio como ser social, para vivir en comunidad y, en medio de la muchedumbre, tratar de alcanzar una buena vida.  Al final de la existencia te programa para quedarte solo, tal cual viniste a este mundo, para lograr la dicha de encontrarte contigo mismo y, entonces sí, desapegado de todo y de nada, tener muy de cerca la ansiada felicidad. El encontrarte contigo mismo te lleva, necesariamente, a un mayor conocimiento sobre lo que tú eres, a partir del “Conócete a ti mismo” invocado por Sócrates.

En Hermenéutica del Sujeto (Piqueta) Michel Foucault, el filósofo francés, considera el ejercicio practico de conocerse a si mismo como un acto médico, como algo terapéutico. Los terapeutas, dice: “Se sitúan en la intersección entre el cuidado del ser y el cuidado del alma. Se produce aquí una correlación cada vez más marcada entre filosofía y medicina, entre práctica del alma y practica del cuerpo”.

Todos los días son de fiesta. La verdad es que, en 83 años, próximos a cumplir el primero de julio, no había tenido la oportunidad de vivenciar la dicha en que ahora, sosegado, me plazco con la dulce compañía de la mujer que desde su primorosa juventud ha estado a mi lado en esta dura caminata terrenal. Ella, Helena, mi amada esposa, siempre ahí durante casi seis décadas de amoríos.

La placidez que ahora experimento despegado de las falsas profecías y alejado de todo, comienza cuando cada mañana me levanto sin nada que hacer, como si todos los días fueran días de fiesta. Nada de compromisos y obligaciones que cumplir. Para deleitarme complacido en la contemplación de la naturaleza que frente a mis ojos encuentro cuando asomo al alto balcón en que habito y me muestra, entre otros espectáculos, el excitante romance del turbulento rio de la Magdalena con el azuloso Mar caribe en las Bocas de Cenizas por donde grandes navíos ingresan a la ciudad de mis amores, a la Puerta de Oro de Colombia, en donde nací y aspiro dar mi último suspiro.

Gratitud con la vida. Sin embargo, a pesar de todo, la vida ha sido generosa conmigo. Mezquino, ingrato sería si no diera crédito al desprendido reconocimiento que, en este ciclo octogenario de mi vida, he recibido de muchas personas de mi mayor consideración y aprecio que han sabido compensar con largueza y suma gallardía, la incomprensión de los que por ancianos nos tratan como un mueble arcaico que hay que arrinconar en el cuarto de San Alejo.

Bendita sea la condición de abuelo, estado venerable que por sí solo basta, por la gesta creadora de los hijos y la presencia tierna y amorosa de los nietos, para considerarse uno, un anciano dichoso, feliz.

ASOCIACIÓN, SOCIEDAD  MÉDICO QUIRÚRGICA DEL ATLÁNTICO

Reconocimiento médico. No tengo reparos en señalar la acogida siempre fraterna que recibo de mayoría de colegas médicos en particular de mis antiguos alumnos, hoy exitosos profesionales, que me halagan con inmenso cariño y expresan su imperecedera gratitud cuando los encuentro.  En momentos críticos, en que he tenido que a ellos recurrir como paciente, han sabido atender   con suma lealtad y bondad, con la sapiencia que en gran parte de mi heredaron, maestro que de ellos fui. Sabiduría si, la de ellos, inmensamente superior a la mía cuando han sabido superarme por su gran talento, conocimiento y destrezas.


Rindo tributo a los distinguidos miembros de las diferentes organizaciones médicas que en su seno me han sabido acoger y que honran entre sus asociados más distinguidos. A la Sociedad Colombiana de Anestesiología y Reanimación, SCARE, que junto con la Asociación Sociedad Médico Quirúrgica del Atlántico me han concedido el inmenso honor de nominarme como Miembro Emérito y escogerme entre los “Pioneros e ilustres de la anestesiología en Colombia”, la primera y Miembro Honorario, la segunda.

Reconocimiento tenístico. Durante 47 años he cultivado la simpática amistad de los integrantes del Club de Tenis Recreativo Parque Eugenio Macias de Barranquilla, adscrito a la Liga de Tenis del Atlántico. Jugadores que han tenido la gallardía de honrarme como “Tenista insignia” de este grupo especial de deportistas que me han brindado su cariño sin reparos, como un compañero más del saludable “Deporte Blanco”. Gracias al encuentro alegre y jovial con ellos y al indudable milagro del tenis he sabido sortear, enhorabuena, el peso de los años que no perdona la fragilidad de nuestra física, corpórea humanidad.

De Senectute. No podía concluir esta nota sin recordar a Cicerón, sus palabras en De Senectute, su libro “Sobre la Vejez”. “Lo que la juventud anhela, la vejez lo ha alcanzado. Un joven anhela una larga vida, pero un anciano ya la ha tenido. Las arrugas y las canas no pueden exigir respeto de repente. Solo cuando los primeros años de vida han sido bien aprovechados, la vejez por fin cosecha los frutos de la admiración”.

Por adelantado gracias mil a todos lo que tengan la amabilidad de leer esta amorosa escritura y de tenerme en su pensamiento y en su corazón en este primero de julio de 2025, día de mi cumpleaños. Dios les pague.

Barranquilla junio 25 de 2025.

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