25. LLEGÓ NAVIDAD

LLEGÓ NAVIDAD
Tiempo propicio, época grata, para revivir un feliz encuentro con el niño travieso que quedó atrás, invisible, en lo recóndito de nuestro ser.

 No es mi intención revivir al pequeñín egoísta y caprichoso que, en la actitud natural de un infante todo lo quería para sí. Me anima, ahora, renovar recuerdos sobre el otro niño, el chico bueno, de sonrisa vivaz, rostro alegre, mirada escrutadora y pura, expresión inocente y tierna.

Las mayores dificultades que agobian la existencia, como personas adultas, obedecen, si lo pensamos bien, a que olvidamos, no ponemos en práctica  el noble oficio de  niños.

Si indagáramos, más a menudo, como lo hacen de manera habitual los chiquillos, con un curioso e inquieto ¿por qué? 
Sobre el ¿porqué de las cosas?

Sobre el ¿porqué de todo cuanto tiene que ver con el rumbo de nuestras existencias? Sobre el sentido de nuestra vida.

Sobre el porqué de penas y alegrías, sufrimientos y dicha, amores y rencores; de seguro, muchas respuestas encontraríamos ricas en sosiego y paz, para nuestros espíritus, en este mundo embalado en que nos movemos, que no da tiempo para reflexionar, ni siquiera, sobre nosotros mismos. Descubriremos así, al niño preguntón que aun late en lo insondable de nuestro interior; caer en cuenta de la enorme tontería que impregna muchas de las actuaciones como adultos.

Son las bondades propias del niño: alegría, ternura, ingenuidad, pureza, sinceridad curiosidad, etc. las que estamos obligados a rescatar para ser cada día mejores. El egoísmo, característica negativa de la mentalidad infantil, que prevalece como pesada sombra de iniquidad en los mayores, rompe indispensables esquemas de convivencia social. 

La consigna, es, saber sobrellevar la comprometida etapa de la adultez con la extraordinaria capacidad de asombro que distingue al niño, al niño modelo que anhelamos recuperar para la coyuntura presente.

 Que nuestro corazón palpite, semejante al de un feliz chiquillo, durante el tiempo fugaz que todavía queda de vida.

Verdadera medida de la juventud, de la que no queremos desprendernos, no obstante los años, reside en ser capaces de vibrar con júbilo y emoción ante lo nuevo, lo que no hemos visto, y por supuesto ante el espectáculo siempre maravilloso de la creación.

El Dios bondadoso, que habita, muy dentro de cada uno de nosotros, consienta que, el paso irremediable del tiempo nos conserve el alma joven, plenos de esperanza, maravillosamente niños por siempre.

Inspirados en la candorosa y sencilla enseñanza que a diario recibimos de la sapiencia magistral de los niños, en la fe y profundo amor puestos en nuestros hijos queridos y adorables nietos, bajo la protección bendita del más excelso de los niños: el niño de Belén; recibamos plenos de optimismo, con corazón infantil, esta luminosa Navidad del año 2017.

Deseo una feliz navidad a los dilectos lectores de mi blog. Que el nino Dios derrame infinitas bendiciones en todos sus hogares.

Barranquilla diciembre 11 de 2017

Teobaldo Coronado Hurtado


Barranquilla diciembre 11 de 2004

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