No.105. SENTIMIENTO VENEZOLANO


SENTIMIENTO VENEZOLANO

Justo, al caer la tarde, cuando el Dr. Solano recogía sus ardientes fulgores, atravesé dos cuadras que separan mi residencia de la tienda del turco de la esquina.  De su monumental caserón de rojo, azul y blanco pintado; los mismos del Junior, del Junior de Barranquilla. Tu papá.

Fui en busca de unas "frías bien heladas", casi que indispensables, para poder ver un partido de fútbol, cuando este puede transcurrir en medio   de grandes emociones como sucede si juega la selección nacional o el equipo de nuestros afectos. Costumbre muy saludable esta, de unas frías, para controlar el stress con los inconvenientes que trae consigo, sobre todo, de tipo cardio cerebral.

Y no es que sea un fanático desaforado por el fútbol, ni por ningún otro deporte. La actividad profesional, asistencial y docente, enfriaron mi pasión juvenil por estas lides y ahora, ya en edad jubilar, veo lo que pueda sin ningún afán. Estoy pendiente, sin embargo, de las informaciones no solo relacionadas con el balompié sino, también, con béisbol, basquetbol, ciclismo y tenis que practico, este último, casi todas las mañanas en el parque Eugenio Macias. 
Hacen, exactamente, cuarenta años comencé a divertirme con el deporte blanco después de haber incursionado desde mi niñez en la “bola e trapo y la chequita”

El asunto es que me interesé por “patearme” el partido entre Brasil y Venezuela, tras no haber tenido oportunidad de contemplar los, hasta ahora jugados, de la Copa América. Me perdí del dos a cero de Colombia frente a Argentina.

Desde México 70 he sido fanático de la verdi amarilla brasilera. En contraposición a los seguidores de la albiceleste selección argentina. Los amigos del fútbol en Colombia y en América, aparte la representación patria, apostamos por cualquiera de los dos con bastante pugnacidad. 
Resultado de esta pugna surge la discusión, de siempre, sobre quien ha sido mejor jugador de fútbol entre Pelé y Maradona. Obvio que para mi gusto lo es Edson Arantes Do Nascimento.

No he tenido predilección por la vinotinto, venezolana que, históricamente, se crece ante Colombia. En esta ocasión, martes 18 de junio del 2019, el subconsciente me traicionó. Fue una sensación extraña la que experimente. En medida que iba transcurriendo el juego fui perdiendo admiración por los brasileros y terminé vitoreando a los aguerridos jugadores de la tierra de Bolívar. Me importa si me tildan de pastelero, pero eso fue lo que sentí.

No tengo recursos técnicos futbolísticos para analizar las incidencias del encuentro. Solo podría decir que la defensa venezolana se jaló un partidazo.
Del lado brasileño no hay ni sombra del famoso “Scrath” que tantas glorias diera al país carioca. El toque toque, inefectivo que mostraron, no produce goles sin rematadores fuera del área, de la media distancia.
No alcanzo a vislumbrar, en la actual selección canarina, talentos de la talla de Rivelino, Roberto Carlos, Zico, Cafú, Ronaldo, Ronaldinho, Romario o Bebeto. De pronto se salva Neymar, pero no jugó.

El sentimiento por Venezuela, por el país vecino, pienso yo, se acrecienta, en estos días, por convivir con ellos, con su gente; sus pesares nos conmueven. 
Los tenemos aquí, vagando por calles y avenidas, implorando nuestra ayuda solidaria.
Pensaba al observar la cara morena y erguida de sus jugadores, en el Estadio de Salvador Bahía, que se parecían a sus compatriotas que ahora, suplicantes, conviven con nosotros. Son nuestros hermanos. Démosles la mano.

Barranquilla junio 19 de 2019.
Teobaldo Coronado Hurtado.

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