No. 110. COSIFICACIÓN DE LA MEDICINA
COSIFICACIÓN
DE LA MEDICINA
“Las
consideraciones éticas deben preceder a las económicas si es que la medicina ha
de permanecer como una empresa moral”.
Edmund
Pellegrino.
Director
Centro de Bioética. U. de Georgetown
Introducción. En Facebook se encuentra un
grupo que se identifica “Anestesiologos Profecionales”. Profecionales,
así, con “C” y anestesiólogo sin tilde. Me ha costado trabajo creer en la
morbosa intención de rotular su perfil, de manera tan barbara; al computador tocó forzarlo a aceptar los términos de esa forma. Una y otra vez los corregía
automáticamente. Mi suposición, en este sentido,
no corresponde con la seriedad de una real y seria comunidad médica. Es de mal gusto, escasa de profesionalismo. Si
esta apreciación es equivocada, entonces, es evidente, por las elementales faltas
de ortografía, la baja catadura intelectual de sus actores, virtualmente,
especialistas en anestesiología. Indigna representación de una agremiación,
practicantes del “Arte de los Dioses”, tan respetable en el panorama mundial de
la medicina y de la cual soy orgulloso militante.
“Analfabetos
funcionales” denominan las ciencias
pedagógicas, a los que ostentan, como en
este caso, título universitario. Pasan por la universidad sin que la universidad
pase por ellos.
Lo
cierto es que “no se pueden pedir peras al olmo”. Exigir excelencia profesional
a un soberbio especialista con precaria dotación académica es pecar de
optimistas. Y surge la inevitable pregunta ¿Cómo es posible que semejante
personaje haya pasado filtros de selección académicos de la universidad y de
una especialidad, tan exigente de competencias científicas, intelectuales y éticas
como la anestesiología?
El
servicio médico no tiene precio. Mas allá de los garrafales
aspectos ortográficos que, en arrogancia manifiesta, los que tan mal escriben justifican, no corrigen, a pesar de contactos que piden nada más cambiar la “C” por una “S”, mi comentario está dirigido, en especial, a la
connotación ética que tienen consignas de una cruzada que circula por redes
sociales titulada: “Únete a la Campaña no regales tú trabajo”. Las
tildes de únete y tú son mías. Destaco dos:
“Cuando cobras poco el primero ´q´ pierde eres
tú y después tú especialidad”.
“No
cobro por lo que hago, cobro por lo que se. Por lo que invertí y por lo que estudié”.
La prestación del servicio médico no vale poco o mucho. No tiene precio. El que piensa o actúa de esta forma, da valor monetario a la salud y vida de la gente, mercantiliza este noble objetivo del quehacer médico. Con esta actitud hace juego a los que han convertido la atención de salud en un negocio y de igual manera a los que litigan, avarientos, en busca de millonarias indemnizaciones ante las contingencias propias de la asistencia sanitaria.
Comportamientos
estimados normales en los negocios o en otras profesiones en Medicina resultan
inelegantes o indignos. No se compagina con la dignidad del médico que
extorsione al enfermo, exija pagos en especie, proceda al secuestro de sus
bienes por mandamiento judicial o contrate servicios de individuos o agencias
que se dedican, con mayor o menor notoriedad, al cobro de deudas atrasadas. El
médico ha de ser tolerante con los pacientes que tienen dificultades económicas
y no se negará, por ello, a atenderles en caso necesario.
Cosificación
del paciente. Los médicos no cobramos al igual que los
vendedores de bagatelas. Nuestros pacientes no son una mercancía sujeta a la oferta
y la demanda, son personas, sin distingos, que merecen el respeto debido a su
condición humana, no son cosas.
Cosificación
de la profesión. La dignidad de la profesión se cosifica tras
los pesos invertidos en estudios y especializaciones para, luego, recuperarlos,
multiplicados, a como dé lugar, en el ejercicio profesional. Se enaltece, eso sí,
con un altruismo que tiene como regla moral, en general, poner por delante el
interés del paciente frente a nuestros propios y, en veces, egoístas intereses.
El dinero no lo es todo en una actividad
que se engalana de una “vocación de servicio” impregnada de una profunda dimensión
espiritual.
Honorarios
médicos. La verdadera batalla hay que darla por unos
“honorarios” - tal se denomina el fruto del trabajo de una profesión honorable,
considerada liberal, como la medicina – justos, equitativos y oportunos.
El
concepto de honorario implica por parte del médico la exclusión de toda
ambición mercantilista que inspire un ánimo de lucro desmedido para rescatar la
inversión hecha en tiempo y dinero durante la carrera. La ambición monetaria descomedida que inspira la prestación del servicio de salud es el principal defecto que
puede señalarse a esta medicina.
El
pago de unos honorarios razonables, - más aún si son orientados por las
Sociedades Científicas y concertados con las instituciones y el Estado - propicia
una competencia basada en la Calidad del Servicio.
Decoro
profesional. La fijación de tarifas mínimas se basa en la
necesidad de proteger el decoro profesional, de mantener el aprecio comunitario
hacia las actuaciones del médico. Se le prohíbe a éste rebajar sus honorarios
más allá de un nivel crítico mínimo, pues los honorarios son símbolo de la
calidad humana y técnica del médico.
El
respeto que debe a sus colegas le prohíbe entrar en competencia desleal con
ellos y, por decirlo así, declararles una guerra de precios.
Mesura
y tacto en el cobro de los honorarios son manifestaciones del recato que debe adornar
el ejercicio de la profesión ante una práctica médica urgida de una generosa
vocación social.
Cómo
se deben fijar los honorarios. Lo mejor es convenir, previamente, con el enfermo o sus familiares el monto de
los honorarios de acuerdo con lo señalado en la ley 23 de ética médica: “Siendo
la retribución económica de los servicios profesionales un derecho, el médico
fijará sus honorarios de conformidad con su jerarquía científica y en relación
con la importancia y circunstancias de cada uno de los actos que le corresponda
cumplir, teniendo en cuenta la situación económica y social del paciente, y
previo acuerdo con este o sus responsables”. Articulo 22 ley 23 de 1981.
La
Corte Constitucional señala que: “La relación contractual que surge entre el
paciente y el médico implica el cumplimiento de obligaciones reciprocas en
virtud de las cuales el profesional se compromete a prestar los servicios
médicos de salud y recíprocamente quien lo recibe a pagar los honorarios
profesionales por el trabajo desarrollado”. Sentencia C-106/97. Corte
Constitucional.
“La medicina no debe ser jamás objeto de lucro. Todo médico que sacrifica su ética al dinero es, fundamentalmente, más que un médico inmoral, un médico malo, en su sentido profesional y profundo, es decir, un médico sin vocación, cualquiera que sea el imperio de las causas que parezcan justificar su fechoría”. Gregorio Marañón.
Barranquilla
agosto 15 de 2019
Teobaldo Coronado Hurtado
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