¿POR QUÉ MEDICINA?
¿POR QUÉ MEDICINA?
Introducción. En mi experiencia, entrevistador
de aspirantes a ingresar a la Facultad de Medicina de la Universidad Libre, recuerdo la variedad de respuestas a la pregunta de: ¿Por qué quiere ser médico? Servir a la gente, querer ayudar a los demás era la más frecuente.
Un número importante creían que la medicina
era la mejor de las profesiones. Con el argumento de que si no pasaban el examen
no estaban dispuestos a estudiar una distinta.
Seguían, en su orden, el interés por la
ciencia médica, el conocimiento del ser humano y las enfermedades.
Otros. muy sinceros, reconocían que su
opción por la medicina se daba por la influencia familiar, de su padre o algún otro
pariente, vinculado con la profesión. Notable la cantidad de jóvenes pertenecientes a personal vinculados a la salud, en especial enfermeras.
ALUCINANTE DECISIÓN. Mi decisión para estudiar medicina
no se dio por influencia alguna de médico conocido o por circunstancias
patológicas impactantes, en el entorno familiar, que hubieran podido motivarme.
Una valoración seria sobre mis
competencias académicas fueron determinantes, al terminar la secundaria, para
optar por medicina y no otra. La incapacidad para las
matemáticas, que ganaba a punta de tres, y óptimos resultados en ciencias
biológicas y
sociales impulsaron en últimas mi resolución.
La curiosa ojeada del “Guardián de
la Salud”[i], texto de consulta,
que tenían mis padres en casa, me inicio, todavía adolescente, en el interés por
el tema médico. Luego
la lectura de los libros de Biología y Anatomía,
Fisiología e Higiene del argentino Jorge Vidal[ii] en tercero y cuarto
de bachillerato, respectivamente, me entusiasmaron sobremanera.
A decir verdad, igual que la mayoría
de primiparos, al ingreso a la universidad, carecía de información certera
sobre el rigor y responsabilidad que demandan los estudios y luego el ejercicio
de la actividad sanitaria. Pensándolo bien, me atrevo a decir, ahora, en su
momento fue una decisión alucinante que produjo sus inconvenientes (que en
crónica posterior narraré) al inicio de clases en la universidad.
Poco optimista, de pasar el examen de
admisión, debido a insistentes rumores sobre lo difícil de ser aceptado en la
facultad de medicina, me inscribí, plan B, en la Facultad de Química y Farmacia
de la Universidad del Atlántico.
DOCTOR PRÓSPERO VILLANUEVA. Un compadre, compañero de trabajo de
mi papá, Manuel Espinoza, se ofreció para conectarme, en busca de una
recomendación, con un profesor de la universidad, el psiquiatra, Doctor
Próspero Villanueva, su pariente y paisano de Sincé Sucre.
Fuimos a Cartagena, los tres, previa
presentación del examen de admisión, y nos recibe, en su colonial casa de la
Calle Cochera de Hobos, un hombre de avanzada edad, impasible, demasiado serio
que me sometió, a lo largo de la visita, a riguroso interrogatorio sobre
cultura general. A mi modo de ver, en ese momento, nada relacionado con la
medicina. Me hizo rápida revisión sobre historia universal y de Colombia,
lenguaje, literatura y música clásica. Mis respuestas dejaron al anciano
profesor asombrado. "Eres un muchacho bien preparado, comentó. Con ese bagaje
cultural que tienes de seguro te va a ir bien. Pero, ya estoy retirado de la
universidad y no tengo maneras de darte algún tipo de recomendación", fue su
tajante respuesta a la solicita intención de don Manuel.
Al aprobar el examen de admisión en
la Universidad del Atlántico (primer puesto) me desentendí del resultado en la
ciudad heroica y opté por quedarme en Química y Farmacia.
NOTICIA SORPRESA. Una noche de finales de enero, 1962,
vagando por las calles de mi barrio, San Felipe, me tropiezo con Albor un
vecino que, también, se había presentado en Cartagena.
_ Hola Teo te felicito. ¿Ya te matriculaste? me interroga.
Si, ya estoy matriculado, comenzamos
clases el 12 de febrero, le contesto.
_ Qué bien Teo, cómo te envidio... buena
suerte la tuya, vas a ser médico. Yo, ahora, no sé qué hacer, no aprobé el
examen.
Voy a estudiar química y farmacia en
la Universidad del Atlántico. No pasé en Cartagena, le replico.
_ ¿Cómo puede ser? Vas a perder el cupo
en Cartagena, agregó.
No, yo no pasé, le insisto conforme.
-
Tú si quedaste, te vi en la lista, yo estuve
allá, seguro que si Teo ponte las pilas; esto que me dice y vuelo para mi
casa a contar la noticia.
Bueno mijo, mañana mismo te vas a
Cartagena y confirmas si es cierto lo que dijo tú amigo, me ordenó mi papá.
Bien temprano me dirigí al “Corralito de Piedra”.
No lo podía creer cuando, al contemplar la cartelera, me veo en la lista de
cincuenta escogidos para ingresar a primer año; puesto 28 entre 500 que se
presentaron. La Facultad de Medicina de la Universidad de Cartagena era la
única de la Costa en aquellos tiempos. De seis que funcionaban en el país.
LA MATRICULA EN PRIMER AÑO. Problema grande vino tras la
euforia. Ese día era plazo último para matricularse y yo había viajado con el
objetivo único de constatar mi aceptación. Tocó regresarme a Barranquilla, de
una, a buscar la documentación necesaria. Me faltaba la partida de bautismo.
De prisa voy a la Iglesia de
Chiquinquirá y tremenda cola, la que había, en el despacho parroquial.
Angustiado me presenté al cura párroco, por suerte no tan huraño como muchos
otros clérigos, le conté la situación en que me encontraba e intercedió, muy
atento, para que me la diligenciaran a la mayor brevedad posible.
Eran las dos de la tarde cuando tomo
un “bus de palo” de Unitransco que me regresó a Cartagena por la vetusta
carretera de la cordialidad. A las 5 y 30 era alumno, matriculado, de la
Facultad de Medicina de la Universidad de Cartagena; condición que incólume,
hasta el día de hoy, ostento con orgullo.
Si, hasta el día de hoy engreído
alumno de la Universidad de Cartagena. Así lo experimento, así lo vivo, en
cuanto el recinto agustiniano deja tan marcada huella en uno que pareciera,
transcurrido el tiempo, no se extinguiera la llama del amor al estudio, búsqueda
ansiosa del conocimiento inscrita en nuestro cacumen y en nuestro corazón de
los eximios docentes que avivaron, en nosotros, la pasión por el arte y la
ciencia hipocráticas.
AGRADECIMIENTOS. En estos días, que celebro Bodas de Oro profesionales, he cavilado conmovido y con inmensa gratitud sobre la osadía
de mi padre, Francisco Coronado Tesillo, dadas las precarias condiciones
económicas de nuestra casa, al enviarme a estudiar, fuera de mi terruño, una
carrera que, en aquellos tiempos, aun en los actuales, demandaba gran erogación
monetaria sin la cual el esfuerzo o entusiasmo, que uno ponga, pueden sucumbir.
Gratitud extensiva a mi querida madre,
Esther Hurtado Charris, y a la comprensión generosa de mis hermanos, Julia,
Cristina, Melanio, Marcia y Arsenia, puntales indiscutibles para el éxito
definitivo de mi estancia universitaria.
Barranquilla enero 4 de 2020
[i] Swartout, Humberto O.: “El
Guardián de la Salud”, Ediciones Interamericanas, California E.U, 1953.
Teo: Desde que te conocí en el H.B en 1984, Mi admiración y respeto por ud no cambia.Eres humilde de corazón , Amigo noble que facilmente te dejas querer ya que la forma clara de expresar tú pasado y presente es tan dulce , apasible que lo contagia a uno y no lo cansa de leer o escuchar tus rekatos veridicos , que demuestran lo grande y Amoroso que eres. Te aprecio mucho
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