EL COVID-19. CÓDIGO ÉTICO. Edición No. 139
Barranquilla en cuarentena. |
INTRODUCIÓN
El pasado 6 de abril del
2020, en París, dos organismos de la UNESCO el Comité Internacional de Bioética
(CIB) y la Comisión Mundial de Ética del Conocimiento Científico y la
Tecnología (COMEST) expidieron un documento que titularon “DECLARACIÓN SOBRE
ELCOVID-19: CONSIDERACIONES ÉTICAS DESDE UNA PERSPECTIVA GLOBAL”.[i]
Allí señalan una serie de recomendaciones de carácter ético para el manejo
de la pandemia provocada por el coronavirus SARS-COV-2; dirigida a gobernantes,
instituciones de salud, grupos de investigación, medios de información, redes
sociales y población en general.
Como en toda guerra, la
situación creada por este invisible ejercito viral, demanda comportamiento igual,
al de un conflicto bélico, por aquellos directamente involucrados. Por
parte del estamento sanitario con un enfoque denominado “Medicina de Desastres”,
en que se rompe la rutina o normalidad asistencial por unas condiciones críticas,
de emergencia que demanda, sobre todo desde el punto de vista ético, decisiones
en donde reina, en muchos casos, la incertidumbre. Desde
esta perspectiva el documento de la UNESCO da luces sobre la mejor manera de
enfrentar a este letal y poderoso enemigo, en su feroz ataque contra la
humanidad.
Llamo la atención sobre la
importancia que dan los expertos de la UNESCO a la protección de las personas
vulnerables, en cuanto: “reafirman el reconocimiento de responsabilidades colectivas
en la protección de
personas vulnerables y la necesidad de evitar toda forma de
estigmatización y discriminación, tanto verbal como física; en el principio de
respeto a la vulnerabilidad humana e
integridad personal”. Propuesta,
que, a mi modo de ver, condena la tendencia infame, que desde principios de la
pandemia, en algunos sectores, invitaban a sacrificar la vida de los ancianos basados
en la inhumana aplicación del concepto de “Triage”.
La propuesta ética del
CIB y el COMEST aborda, sin duda, puntos de vista sobre situaciones conflictivas,
que ya son evidentes, con relación a:
a.
Decisiones y estrategias políticas en lo nacional, regional
e internacional.
b.
Fortalezas, debilidades, obstáculos y desigualdades de los sistemas sanitarios.
c.
Asignación de recursos. Selección de pacientes ante
la escasez de estos.
d.
Diálogo interdisciplinario entre agentes
científicos, éticos y políticos.
e.
Papel de comités de bioética y ética, en lo
nacional, regional e internacional.
f.
Principio de no discriminación y no estigmatización.
Protección de personas vulnerables.
g.
Principio de responsabilidad individual con la
salud: individual y colectiva.
h.
Desinformación. Redes sociales.
i.
Transparencia de la investigación en procura de una vacuna
para el COVID-19.
j.
Propuesta de inmunidad colectiva
Trataré de organizar y presentar los 10 puntos del contenido de esta declaración de la forma más
esquemática y didáctica posible, así.
1.
Reflexión bioética.
Según la declaración las
proporciones pandémicas de esta infección precisan de una reflexión y respuesta
bioética global. Dejando a un lado las diferencias y reflexionar de forma
colectiva sobre soluciones éticamente aceptables arraigada en los derechos
humanos.
El CIB y la COMEST, reconocen la urgencia de trascender fronteras
políticas, geográficas, y diferencias culturales, para centrarnos en una responsabilidad
compartida que lleve a un dialogo para encontrar medidas.
Los comités de bioética
y ética, en lo nacional, regional e internacional, contribuyen a este diálogo basados en la convicción de que las decisiones políticas deben tener un fundamento científico inspirado en la ética y guiado por ella.
2.
Política sanitaria.
En el plano nacional
como en el internacional, políticas sanitarias y sociales deben basarse en
evidencia científica sólida, sin desestimar la incertidumbre que provoca una
pandemia. Deben guiarse por consideraciones éticas globales.
El esfuerzo internacional, en lo posible, debe adoptar criterios uniformes de acuerdo con datos recogidos sobre
propagación de la pandemia y su repercusión.
Una estrategia política
institucionalizada debe dar prioridad a
la salud y seguridad de las personas y de
la sociedad. Garantizar su eficacia mediante
la promulgación de un diálogo interdisciplinario entre agentes científicos, éticos
y políticos.
Decisiones políticas deben basarse en
evidencia científica sólida, nunca legitimadas únicamente por la ciencia. Un diálogo abierto entre la política, la
ciencia, la ética y el derecho es necesario.
La política sanitaria
puede inspirarse en análisis retrospectivos de datos epidemiológicos que
atentan contra la seguridad de la población en general en un entorno incierto y
constante evolución.
Por ejemplo, la noción de inmunidad colectiva debe ser objeto de un examen ético muy prudente; teniendo
en cuenta su repercusión en
la cifra de casos potencialmente letales y
en condiciones insostenibles
desde el punto de vista médico debido a la falta de disponibilidad de unidades
de cuidados intensivos, incluso en países desarrollados. Esto podría tener
consecuencias negativas para la salud y seguridad de las personas y sociedades.
Políticas que no se
basan en conocimientos y prácticas de carácter científico y sólido no son éticas;
van en contra del esfuerzo por generar una respuesta común a la pandemia.
Las pandemias ponen de manifiesto fortalezas
y debilidades de los sistemas sanitarios; obstáculos y
desigualdades en el acceso a
la atención sanitaria universal. La forma como se asignan recursos en el ámbito
de la sanidad y el acceso inadecuado a la atención sanitaria son el centro de
numerosos problemas.
Los
Gobiernos deben otorgar
importancia primordial a la asignación
de recursos y reforzar
los sistemas de sanidad
públicos. Esto puede
requerir coordinación
internacional.
3.
Principio de no discriminación y no
estigmatización.
Decisiones políticas
a escala de macro asignación tienen consecuencias inevitables
en la micro asignación de recursos a nivel de los lugares de atención a
pacientes (por ejemplo, la clasificación
de pacientes). .
La macro y micro asignación de recursos sanitarios se
justifica éticamente cuando se basa en los principios de justicia, beneficencia
y equidad.
En el contexto de la pandemia la demanda de
acceso al tratamiento aumenta
de manera exponencial
y rápida. En el caso de la selección
de pacientes por escasez de
recursos, debe primar
la necesidad clínica y
la efectividad del
tratamiento. Los procedimientos
deben ser transparentes y respetuosos con la dignidad humana.
Los principios éticos
consagrados en el marco de los derechos humanos reconocen la protección de la salud
como un derecho de cada ser humano. El artículo
14 de la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de
2005 de la UNESCO afirma que «el grado máximo de
salud que se pueda lograr» es un derecho
fundamental de todo
ser humano, lo
que significa, en
el presente contexto, acceso
a la atención
sanitaria de máximo
nivel que pueda proporcionarse.
Las personas
vulnerables quedan en situación
de aún mayor vulnerabilidad durante una pandemia.
Es de especial relevancia la vulnerabilidad
relacionada con: pobreza, discriminación,
género, enfermedades, pérdida de autonomía o
de funcionalidad, edad avanzada, discapacidad, origen étnico,
encarcelamiento (presos), migración indocumentada, condición de refugiado y de apátrida
El CIB y la COMEST reafirman el reconocimiento de
responsabilidades colectivas en la protección
de personas vulnerables y la
necesidad de evitar toda forma de estigmatización y discriminación, tanto
verbal como física; en el principio de respeto a la vulnerabilidad humana e integridad personal. Medidas tales como el aislamiento y
cuarentena afectan en gran medida a personas
vulnerables.
Debe prestarse especial atención a la
violencia intrafamiliar y personas que viven en situación económica precaria, particularmente
en los países en desarrollo. Plantearse estrategias
de apoyo destinadas a prevenir el empeoramiento
de sus condiciones. Adoptar medidas para hacer frente al estrés psicológico
provocado por la ansiedad pandémica y
efectos del confinamiento.
4.
Principio de Responsabilidad individual con
la salud.
El alto riesgo para
personas que sufren la pandemia pone de relieve el hecho de que el derecho a la
salud solo puede garantizarse mediante nuestro propio deber para con la salud,
lo que el CIB llama “Principio de responsabilidad individual en relación con la
salud”, individual y colectivamente. Es
prioritaria la necesidad de que reconozcamos conceptualmente nuestras responsabilidades y
las plasmemos en
actos. Los gobiernos tienen la responsabilidad, además, de garantizar la
seguridad y protección de la salud la de concientizar al público y a otros
agentes sobre los métodos necesarios para este fin.
Responsabilidad de la
población implica cumplir las normas que
protegen a todos no solo como individuos sino también,
y sobre todo,
como sociedad.
Responsabilidad obvia de los trabajadores
sanitarios de tratar y cuidar a los pacientes.
La responsabilidad de
cada uno conlleva hacer frente a restricciones de la libertad (distanciamiento
físico), que no significa «aislamiento social» de la persona ni distanciamiento
respecto a las relaciones sociales,
sino el deber
de mantener una distancia
física adecuada en
actividades sociales con
el fin de
evitar propagación de la
enfermedad.
5.
Investigación.
Existe una explosión de investigaciones
y ensayos clínicos en procura de una vacuna para elCOVID-19; la mayoría a escala
local. Sin embargo, existe la necesidad de coordinar esfuerzos internacionales y
formular un concepto común de los procesos de revisión ética.
Para el COVID-19, la Organización
Mundial de la Salud
(OMS) y sus asociados han
anunciado la organización de
un estudio denominado
«SOLIDARIDAD» para comparar
tratamientos, no ensayados,
en varios países. La realización
de múltiples ensayos
pequeños, de posibles enfoques terapéuticos del coronavirus,
con diferentes metodologías podría no
aportar las pruebas necesarias. Tal vez se haga necesario acelerar el examen y
aprobación de nuevos enfoques para no retrasar la investigación durante esta
emergencia de salud pública.
Debe crearse, urgente, un
comité de supervisión para la investigación responsable a escala mundial. Este
comité ha de reunir los resultados obtenidos a escala local y coordinar o compartir
los procedimientos de examen; durante la pandemia, es posible que estos sean
excepcionales y no cumplan las normas ordinarias. En este sentido, es
fundamental brindar orientación a los comités de examen ético locales.
Es comprensible que las
nuevas prácticas se adapten al contexto de la emergencia, teniendo en cuenta las
características de la amenaza mundial.
Estas decisiones
requieren justificación ética, no
deben transgredirse los principios
éticos, sino que han
de ajustarse a
las circunstancias excepcionales. Es importante que la investigación en
estas circunstancias no se lleve a cabo con
ánimo de lucro. La transparencia, el intercambio de
datos y el hecho de compartir los beneficios resultantes de la
investigación para todos
los seres humanos
deben reconocerse como valores centrales.
La urgencia de hallar
una cura no debe impedir que se apliquen prácticas de investigación
responsables. Los investigadores deben cumplir los principios éticos de la
investigación y, teniendo en cuenta la naturaleza de la epidemia, han de estar
atentos al preocupante doble uso de la investigación. Todas las actividades de
investigación están sujetas al escrutinio de los comités de ética
competentes. Comités independientes deben
seguir funcionando sin interrupciones.
6. Tecnologías digitales.
Redes sociales.
La información publicada
por políticos, científicos, autoridades y medios de comunicación debe ser
oportuna, precisa, clara, completa y transparente.
Se necesitan
diferentes categorías de
información para que
las personas, independiente, de su edad, circunstancias vitales o nivel
educativo, puedan evaluar la situación.
En las redes sociales, que dan cabida a
desinformación y rumores, la información científica, deben cumplir una función
clave en
la orientación del
compromiso social que tienen
las personas. Es mandatorio una
información concreta, práctica y comprensible sobre las mejores formas de
realizar las actividades de la vida cotidiana para que los ciudadanos protejan
su propia salud y contribuyan a garantizar la salud pública. El mensaje debe ser honesto, preciso, transparente
y comedido para
no sembrar pánico
ni restar importancia a lo
grave de
la situación; que permita a los ciudadanos tomar
conciencia, de manera crítica, de los riesgos inminentes o futuros.
Tecnologías digitales
como los teléfonos móviles, redes sociales y la inteligencia artificial pueden
desempeñar una función clave en la lucha contra la pandemia al permitir supervisar
la propagación de la enfermedad
y el comportamiento de
los seres humanos,
así como anticiparse
a estos.
Barranquilla
mayo 4 de 2020
Teobaldo
Coronado Hurtado
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