¡BASTA YA! Edición No. 144


¡BASTA YA!

Eran las 9 de la noche de un sábado lluvioso de septiembre, década de los 70; truculenta y traqueta época conocida como de la “Bonanza Marimbera”.
 - “Vengase ya que la paciente del Dr. Algarín está sangrando” me dicen al otro lado de la línea telefónica, desde el Hospital General de Barranquilla.  
-         ¿Vio al señor que se pasea allá fuera en el corredor? es pregunta de la enfermera una vez me asomo al área de quirófanos.
-         Si, claro, lo vi.  Un señor moreno, barrigoncito, le contesto. Ahí está.
Doctor, agrega, ese señor está rabiosísimo imagínese, anda armado, ¿le vio la pistola que tiene en el cinto? Dijo:  
-         ¿Qué cuál era la “operadera” que tenían con su mujer? Que si su mujer se llegaba a morir no iba a quedar un hijueputa médico vivo en este hospital.
La paciente en referencia le habíamos practicado, inicialmente, histerectomía vaginal. Luego tuvo que ser llevada   a cirugía en dos ocasiones por sangrado. Se revisaba, paraba la hemorragia y volvía a sangrar. Esa negra y temible noche sabatina los doctores Francisco Edna y Efraín Gaines, cuarta intervención, terminaron haciéndole ligadura de las hipogástricas tras severo cuadro de shock hipovolémico. A Dios gracias acabó la complicación. La señora se salvó y los médicos, también, nos salvamos.

Hago reminiscencia de esta aterradora historia, por mi vivida, debido al desgarrador cuadro del doctor José David Buelvas Díaz, por las redes sociales que nos tiene el corazón y el alma destrozados a médicos de Barranquilla, Colombia; y el mundo entero. No hay derecho a tanto oprobio, a tamaña intimidación por parte de un nefasto psicópata, reflejo patético del desconocimiento absurdo que tienen algunos segmentos de la comunidad, a la valerosa misión médica que enfrenta, con las uñas, semejante desafío del COVID 19.  

Desde siempre los médicos hemos sido víctimas de la ingratitud de desagradecidos sectores ciudadanos, pero, el trato violento, desconsiderado que se ha visto con razón de la actual pandemia del coronavirus tocó fondo con lo sucedido al doctor Buelvas.

Doctor José David Buelvas Díaz
No nos hemos, aun, sobrepuestos de la inmensa pena que ha producido la heroica muerte de los ilustres colegas Salvador Chimento y Víctor Guerrero, entregando sus vidas en el frente de batalla contra el temible enemigo del coronavirus, cuando sobreviene mortal amenaza contra la integridad física del Dr. Jorge David y su familia.

La amenaza, personificada en el consagrado intensivista, la sentimos como propia todos y cada uno de los que formamos parte de la digna y respetable profesión médica.  Con el hemos llorado, experimentado su íntimo y profundo dolor, pero también, henchidos del mismo coraje que él ha mostrado para seguir erguido en la espinosa trinchera que salvaguardia la vida de los demás. No importa cuán mal nos paguen. Seguiremos fieles al compromiso adquirido con el hombre y con la ciencia médica. A sabiendas, desde que decidimos incursionar en esta actividad de valientes, que muchas veces el pago sería incomprensión, ingratitud y desprecio, miles de sinsabores y dificultades. Ingenuos, nunca pasó por nuestras mentes que el costo de entregar conocimientos y destrezas, al servicio generoso de la gente, sería una terrorífica amenaza de muerte.  

Los Consejos de Esculapio, en esta cruel encrucijada de la humanidad y de indefensión de la profesión médica, resultan proféticos, sus palabras son dicientes. “No cuentes con el agradecimiento de tus enfermos. Cuando sanan, la curación se debe a su robustez; si mueren, tú eres quien los ha matado. Mientras están en peligro, te tratan como a un dios: te suplican, te prometen, te colman de halagos. Apenas empiezan a convalecer, ya les estorbas. Cuando les hablas de pagar los cuidados que les has prodigado, se enfadan y te denigran. Cuanto más egoístas son los hombres, más solicitud exigen”.

La hora de la ignominia tiene que acabar. Basta ya. La organización médica nutrida de una generación nueva de galenos, bajo el ímpetu de su juventud vigorosa, ha de levantarse unida como nunca, un solo hombre, con la fuerza de una sólida solidaridad gremial.  A reivindicar el buen nombre y prestigio de un oficio que ha sido vilipendiado por los estamentos de una sociedad injusta, indolente, empezando por el mismo Estado.

Quedan avisados mercaderes, públicos y privados, que han convertido la salud y la medicina en lucrativo negocio a costas de la paciencia e impaciencia de los honestos profesionales de la salud. No pasarán.

La pandemia ha de acabar y los médicos, airosos, se habrán de levantar. Ni un paso atrás. Ya está bueno. La suerte está echada. 

Teobaldo Coronado Hurtado
Barranquilla junio 9 de 2020.


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