PANDÉMICA CONGOJA

Parque Paseo de la Castellana. Barranquilla. 


 PANDÉMICA CONGOJA

Pasa el tiempo, de esta temporada penosa de pandemia con la molesta sensación de su lerdo acontecer; la angustiante percepción de que se hubiera, sin rumbo cierto, detenido. ¿Quién sabe hasta cuándo?   No sé

 

Pasa lánguido este inclemente verano sin, siquiera, el sol poder ver sobre el resplandeciente espejo del río, al amanecer; ni al atardecer cuando en un letárgico crepúsculo se recoge en poéticos arreboles dentro del mar caribe con sus navíos ausentes.

 

Pasa un mes y el que sigue escasos de “lluvias mil” en abril y mayo huérfano de flores para la virgen, tampoco para la madre a las que tanto nos complace bendecir.

Menos mal el carnaval pudimos, con toda la bacanidad, parrandear. 

El año no se siente transcurrir cuando el presente se esfuma en el hastío y el futuro, impredecible, niega los sueños por cumplir.

 

Pasan los días, uno después de otro, sin percatarme de si es lunes de zapatero o un viernes pachanguero. Pareciera, todos de fiesta fueran, pero a nadie encuentro para con una “Fría bien helada” poder celebrar. Perdida la esperanza de, al escenario de mis dichas, retornar en busca de la gente que, igual que yo, mi habladuría debe extrañar.

 

Pasan horas, tras horas, sin percatarme de si son las seis o las diez, las dos o las tres.  Distraído de normales afanes y no encontrar qué hacer; tal vez algo distinto con que los deseos entretener.

Solo el viejo libro, siempre ahí, compañero fiel.



Pasan, así, callados, los momentos del virulento aislamiento que ahora vivimos.  Repasando amarillentas páginas de antiguos textos y descubriendo las olorosas, a tinta fresca, de los más nuevos que en la biblioteca habitan y colman mi espíritu de grato y nutriente lenitivo.

Tenue, muy tenues, las serenas melodías de Franz Liszt, Tchaikovski, Rossini y la emblemática voz de Demis Roussus escucho; bálsamo acústico contra mi pandémica congoja.  Mientras, leo y leo y Teomedicadas escribo.

 


Todo pasa.   Y el alba llegará en que, ruego a Dios pueda, sano y salvo, volver a inhalar aire nuevo, de coronavirus depurado.

Bajo los árboles del parque, con los amigos del deporte blanco y tantos otros que también estimo, nos volveremos a ver para un par de cervezas “vestidas de novia” de nuevo paladear. Y el mundo loco que, en suerte, nos ha tocado para vivir, “hablando paja” de la buena, arreglar.

Parque Prudencio Padilla. Barranquilla.


Sursum corda. 

Arriba los corazones.

Teobaldo Coronado Hurtado

Barranquilla mayo 18 de 2020.

 

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