MECANIZACIÓN DE LA CLÍNICA
MECANIZACIÓN
DE LA CLÍNICA
Introducción
La
evidencia demuestra que no existe, en la actualidad, un parejo discurrir, justo
equilibrio técnico – humanístico, en la cotidiana labor médico asistencial debido
al avasallador poder de la ciencia y su voraz, tecnología. Lo que conlleva una deshumanización
en la prestación del servicio de salud en que lo humano es descuidado,
subestimado para privilegiar la endiosada máquina, la maquinaria sistematizada
de hoy en día.
La
tendencia que se logra vislumbrar, en verdad preocupante, radica en que el ser
bondadoso que debe residir en el alma de todo médico está siendo dominada por
la prepotencia, la vanagloria de un ser tecno – científico, de un tecnócrata.
Modelo profesional que ha ido abriéndose paso y, ante el cual, no podemos
permanecer indiferentes para evitar queden reducidos, los practicantes de la
medicina, a lo que el profesor Lokovics llamó: “Barbaros científicamente
preparados, que constituyen el tipo más peligroso de ser humano que hay en la
actualidad” [i].
Casos clínicos. Ilustro con un caso de la consulta diaria. El paciente tiene una distensión en la rodilla. Un ortopedista, en que prevalece la formación clínica, prescribirá: hielo, analgésicos e inmovilización temporal. Esperará tiempo prudencial para ordenar exámenes de verificación diagnóstica correspondientes.
Otro ortopedista,
con predominante alineación tecnológica, mandará, de una, resonancia y
artroscopia para luego dar inicio al tratamiento, el cual, casi siempre,
terminará en lo mismo: hielo, analgésicos y reposo.
La
discusión de estos ejemplos es probable lleve a un debate bizantino sobre cuál
de las dos conductas es acertada. Definir cuál de los dos especialistas decide
lo más indicado, lo correcto.
Exhibicionismo
científico. De arraigada formación clínica mi mensaje
pretende, en esta reflexión crítica sobre la actual praxis, llamar la atención
del estamento médico para que no incurra en la torpeza de extraviar la rica
dimensión humana del ejercicio profesional en aras de la moda o un posible afán
de “Exhibicionismo científico”. Mediante el uso exagerado de alternativas paraclínicas
y costosos estudios complementarios quitándole prioridad a la esencia de la
auténtica razón de ser del médico: la sabia aplicación de su inteligencia y destrezas
para la obtención de una impresión clínica sustentada en el interrogatorio y el
examen físico, es decir, en el contacto íntimo, interpersonal con el paciente.
En el diligenciamiento juicioso y serio de la historia clínica.
La
pereza intelectual aunada a la, cada vez en aumento, incapacidad clínica
convierten el recurso paraclínico en un fin que invierte el rol protagónico del
paciente, transformado así, sin suerte, en un medio manipulable. En primer lugar,
del sofisticado y ambicioso mercado de equipos e instrumental hospitalario que maltrata
inmisericorde su endeble economía. En segundo lugar, del mismo profesional de
la salud que pretende encubrir mediante el recurso paraclínico sus falencias ante
una probable culpabilidad por omisión.
El enfermo es una persona
Cuando
el “ser enfermo” queda convertido, indignamente, en medio, en objeto; pierde su
condición sagrada de persona, a causa de una medicina incorrectamente
practicada, mal entendida. El enfermo es
una persona, sujeto de derechos ante la sociedad, que ni la ancianidad, ni su
incapacidad o invalidez, ni la enfermedad misma pueden prescindirle.
El
servidor de la salud no debe centrar su preocupación únicamente en la
enfermedad como consecuencia de una alteración orgánica o biológica. Por ende, pendiente, tan solo,
de resultados radiológicos o de laboratorio, en lo interesante de la
histopatología del gran tumor, de lo importante que es para la estadística la
recopilación de datos preventivos, terapéuticos y diagnósticos; con olvido de que los placas radiográficas,
el resultado de la biopsia y demás laboratorios, en suma la grave anomalía
patológica que aqueja su cuerpo,
pertenecen a un ser total que también tiene alma, con sus angustias,
sentimientos y pesares; siempre esperanzado.
No puede
el médico quedarse ensimismado, en la curiosidad científica de unos avances
maravillosos, espectaculares, sin ver y mirar con ojos compasivos el corazón
sufriente de los que esperan desesperados su ayuda y consuelo. “Es la ciencia
la que debe estar al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la
ciencia”. (ii)
Sacralidad
del cuerpo. El respeto a la dignidad de la
persona, en la medida que entraña aceptación, comprensión y silencio de sus
pensamientos, creencias y afectos, considera a su cuerpo, en su integridad y
desnudez, en su pudor y quebranto, como algo en extremo sagrado.
Cierto
es, que en el quehacer científico el cuerpo, en el conjunto de sus partes
anatómicas, es motivo de nuestra observación y estudio. Desde una perspectiva
psicológica objeto a escudriñar como reservorio que es de las cosas del
espíritu, deposito sublime en donde el alma humana tiene alojada lo más
entrañable de su misterioso e indescifrable mundo. Motivo suficiente para
contemplar con infinito respeto, a la luz de la ciencia o a la luz de la fe, en
actitud reverente, la sacralidad del cuerpo humano como recinto de la vida.
Mal uso de la tecnología
Un colega inscrito, a ultranza, en un
prototipo mecanicista, despersonalizado, asume, ni más ni menos, el juego fácil
de un adivino. Sin esfuerzo alguno, de su parte, espera que imágenes, informes,
cifras, trazados e interconsultas con todos los especialistas, habidos y por
haber, resuelvan el problema de su incompetencia clínica.
Conturba
tener que decirlo, pero, abundan los cirujanos, simples operadores de
resultados ecográficos y de TAC; como es de suponer realizando intervenciones
al azar, con frecuencia innecesarias y fallidas. “Agueitotomías” llamamos los
anestesiólogos, de la costa caribe colombiana, a las laparotomías sin hallazgo
alguno, en donde el cirujano se va en “blanco”, por un error diagnóstico.
El mal
uso de la maquinaria biotecnológica, con consiguiente despilfarro pecuniario,
no solo incrementa costos hospitalarios, lo más grave, desde el punto de vista
ético: rompe la comunicación, la indispensable comunicación interpersonal médico
paciente. De esta ruptura de la comunicación, con las implicaciones que trae
consigo, nacen, en su inmensa mayoría, los conflictos ético-legales a que se
ven enfrentados los profesionales de la salud.
Mecanización
de la clínica. La mecanización de la clínica con su arsenal de instrumentos
y equipos interrumpe el dialogo amistoso. Sinnúmero de aparatos con sus diferentes
ruidos nos han hecho perder la virtud del saber escuchar. El celular de cada
uno, el teléfono fijo, el computador, el ruido acondicionado, la música
ambiental, más todos los timbre y alarmas que queramos imaginar y siempre de
apuros, como si andar de prisa nos hiciera más importantes, no permiten un
encuentro sosegado, grato, indispensable a una cordial relación médico paciente.
Obvio, estas condiciones son poco propicias para una clara y completa
información al paciente sobre su enfermedad, diagnóstico, tratamiento, riesgos,
complicaciones, y pronóstico, claves para el requisito ético legal, del
“Consentimiento informado”, anexo importante de la historia clínica que debe
ser diligenciado por el mismo médico.
Sociedad de consumo
La
sociedad de consumo que nos aliena con sus bagatelas, con su publicidad asfixiante,
ha impuesto la filosofía del “Tener”. Consecuencia de ello padecemos la
esclavitud de lo que imponga la moda, del último modelo.
Competencia
personal. En el médico se refleja en vanidosa competencia entre
colegas, en carrera loca, por ostentar vestimenta y prendas de marca, camionetas
cuatro puertas, residir en estrato seis; en fin, mostrar un modus vivendi suntuoso
que, en la misma medida, demanda estresantes e ingentes rendimientos monetarios de “nuevo
rico”.
Competencia
profesional. En la práctica profesional, haciendo alarde de “exhibicionismo
científico”, convierte en dogma la más reciente técnica aparecida en el “Journal”
de su especialidad; de este modo presentarse como de avanzada en el uso de
equipos e instrumental médico y formulando medicamentos de “última generación”
para complacencia y usufructo de la codiciosa industria farmacéutica.
Entre
individuos pensantes, inteligentes, racionales, como se supone son los médicos,
es ilusorio, ingenuo, creer que valemos por las cosas que tenemos y no por lo
que somos. Al parecer, nuestra valía personal y profesional la hemos centrado en
el “tener y hacer” más que en el “ser”.
Imagen del médico
De médicos,
según Escardó, llamados a ser “hombres de primera clase, que ejercitan como
tales, el menester médico” [iii]
hemos pasado, es triste reconocerlo, a una clasificación de tercera. Todo, por
dejar atrás el cultivo de virtudes y valores que en verdad nos enaltecen y
permiten alcanzar una real dimensión intelectual, científica y humanística. De la
humildad en el trato, alta sensibilidad y silenciosa espiritualidad que
conlleva la sublime acción sanadora. El mágico encanto de “Curar algunas veces,
aliviar en ocasiones y siempre consolar”.
Medicina
a la defensiva. Haber perdido el inigualable modelo de
distinción personal, que tradicionalmente ha caracterizado al médico, de
incomparable calidad humana, rico en afecto, ternura, solidaridad y respeto nos
ha colocado en entredicho y contribuido con creces al comportamiento prevenido,
hostil, de la comunidad. Es lo que algunos llaman “Medicina a la defensiva”.
Ahora el profesional médico no es visto, antaño lo era, como el amigo de la
casa, el médico de la familia, el personaje más querido del pueblo.
Tercerización. A este
detrimento de la imagen médica contribuye, también, es justo señalarlo, la
consiguiente transformación y crisis de la sociedad en general, la
burocratización y tercerización de las condiciones de trabajo, que han quitado
a la medicina la condición nobilísima de profesión liberal. Al tener en su
mayoría los médicos la condición de empleados públicos, funcionarios de la
seguridad social o servidores, subcontratados, mal pagados, de los monopolios
nacionales y multinacionales del negocio de la salud.
Conciencia gremial
Aceptar
pasivos que la profesión, después del lugar destacado que siempre ocupó, sea en
la actualidad vilipendiada y humillada es un lastre que pesa sobre nuestra
propia conciencia gremial.
Dirigente
gremial de mil batallas, en el pasado, me produce mucha tristeza la dejadez, la
carencia actual de mística reivindicatoria del colectivo médico, evidente en la
falta de unidad. Dispersos, cada uno por su cuenta, la consolidación, como
grupo fuerte de presión, no se ve, no se siente. Las asociaciones médicas, que
nos representan, no han logrado cumplir una lucha efectiva, que se deje escuchar,
en la defensa de sus más caros intereses. No hay quorum para la toma de
decisiones. Las riendas de nuestro destino están en manos de otros, ajenos a la
profesión.
Fe del
carbonero. Así las cosas, el estatus digno, honorable, que ostentábamos
ha tocado fondo. Perdimos credibilidad, la vieja y reconocida “Fe del carbonero”
de que alardeaban los pacientes sobre su médico es un mito.
La
gente, los medios de opinión pública nos tratan sin clemencia, no permiten, ni
perdonan la derrota frente a la enfermedad y la muerte.
La
resignación, el cumplimiento de la voluntad divina no tienen asidero, perdieron
vigencia con la desacralización de la sociedad.
Los familiares exigen explicaciones en veces con violencia, quieren respuestas concretas a unas conductas, a unos procedimientos sin éxito. No admiten equivocaciones. Aturdidos no entienden que tanto el enfermo como el médico, son igualmente frágiles e imperfectos.
Omnipotencia tecnológica
Largas
jornadas de desvelo, de consagración, de servicio, quedan sin reconocimiento
por la deslumbrante omnipotencia que proyectamos, apoyados en una tecnología de
infinita capacidad alucinante. Esa omnipotencia y suficiencia técnico -
instrumental tiene su precio que toca reparar, indemnizar. Los dolientes y sus
familiares tienen exactamente definido que los aparatos, los equipos, no se
equivocan, ni responden por obligaciones, contractuales ni extracontractuales.
La solución. ¡Doctores!
Abramos los ojos. Es en nosotros mismos en donde podemos encontrar la solución.
La pericia, habilidad, prudencia, diligencia, sumo cuidado y saber mucha
medicina son ingredientes de la responsabilidad médica que se dan la mano con
la ética y con la ley.
En tanto
seamos menos médicos por manifiesta ineptitud clínica, mientras no toquemos los
pacientes en el cálido y dulce encuentro personal, a mayor apego a la deslumbrante
e idolatrada máquina más cerca estaremos de una demanda.
El
cuidado y atención al paciente no puede quedar subordinado al cuidado y
atención que pongamos a la bendita máquina, a sabiendas de que esta no es
infalible; es imprescindible establecer un justo equilibrio entre los dos.
Conclusión
Es probable
no falte, “de todo hay en la viña del señor”, el soberbio y joven colega que considere
retrograda, anacrónica la tesis por mi expuesta en este escrito. Pertenezco, a Dios
gracias, a una generación de galenos que, no obstante haber sido formados con una
marcada estructura clínica, pudimos adaptarnos a los revolucionarios adelantos científicos
de la época presente. Fue con mucha solvencia que, por ejemplo, en el campo de
mi especialidad, la anestesiología, pude utilizar las modernas máquinas de anestesia
computarizadas y demás medios utilizados en su práctica: ventiladores, video
laringoscopios, ecógrafos para anestesia regional, bombas de infusión, oxímetros,
electrocardiógrafos, capnógrafos, etc. Sin por ello desconectarme del humano contacto
físico, personal con el paciente no solo en quirófanos, sino también en Unidades
de cuidado intensivo, UCI.
¿Cuál, entonces,
la estrategia por seguir?
Lo que la gente busca, quiere encontrar, en su médico es:
“Un SER
HOMBRE, UN SER BUENO, dentro de un SER CIENTIFICO. Es el objetivo, el anhelo desesperado,
ansioso de los otros, de los demás, en la persona del SER ENFERMO”. [iv]
Concluyo
con las dicientes palabras del maestro, orgullo de España Dr. Gregorio Marañón:
“Solo se es dignamente médico con la idea clavada en el corazón de que
trabajamos con instrumentos imperfectos y con remedios de utilidad insegura,
pero con la conciencia cierta de que hasta donde no puede llegar el saber,
llega siempre el amor… Generosidad absoluta es lo que hace respetable la
actitud del médico”. [v]
Barranquilla
septiembre 9 de 2021
Teobaldo Coronado Hurtado
(I) Herzka J, 1985, Medicina dialogística. Revista Hexágono, Roche, Vol. 6, número 15, p.10.
(ii) Kieffer G, La Evolución de la Ética, Bioética, Alhambra, Madrid. 1983, p.26
(IIi) Escardo F, El Alma del Médico, En Revista Médica de Caldas, Volumen 1, número 4, 1998, p.11i]
(Iv)Coronado Hurtado T, Ser Médico, Magazín Científico, Editorial Universidad del Norte, Barranquilla, agosto-setiembre 1991, p. 5
(V) Citado por Pedro Laín y Entralgo en Marañón y la
Medicina, Revista de Occidente, Madrid, 1962, p. 26-27
Las ciencias humanas o mas bien las humanidades se han perdido dentro del pensum de formación del profesional médico. Han sido remplazadas por ciencias modernas producto de la tecnología, que establece principios nuevos al igual que valores novedosos. Que aparentemente son de beneficio para el hombre, marcan una gran diferencia entre el dolor, el saber y el entender del sufrimiento humano.
ResponderBorrarEs reiniciar y es responsabilidad de los lideres que orientan estos programas, de volver a las fuentes de lo humano y de lo que nos define como personas. Es responsabilidad de todos los profesionales de la salud que aun conservan las raíces del humanismo, recordar en tiempo y en destiempo que el brazo armado de la ciencia que es la tecnología, esta acabando con lo lo poco que hay de humanidad en la medicina. Y artículos de reflexión como este que, que aunque parezca una "voz clamando en desierto o arando en el mar" son la verdad limpia, diáfana y clara que nos estamos equivocando"