DE LA BATA BLANCA. SIGNIFICADO.
DE
LA BATA BLANCA. SIGNIFICADO.[i]
Introducción
Caminaba a un costado del florido jardín de nuestra alma mater, al término de
una clase de Bioética, cuando escucho, tras de mí, paso presuroso de una joven
estudiante que gritaba: ¡profesor, profesor, profesor! Detengo la marcha y me
dice un tanto agitada y con rostro encendido: ¡Ay profe! yo soy estudiante de
décimo semestre y antes de que le avisen, oficialmente, me quiero adelantar
para comunicarle que en una reunión que acaba de terminar lo escogimos a usted
para la ceremonia de imposición de la bata blanca. La fecha no está fijada. En
su oportunidad le informarán.
_¿Si
acepta profe? interrogó inquieta.
_¡Claro
mija! honor que me hacen, con mucho gusto.
La
exaltación de mi parte vino después cuando analizando la propuesta entendí en
su real magnitud semejante invitación. Pensé, reconfortado, esta escogencia era
muestra clara de simpatía que de los alumnos, agradecidos, recibía por mi
consagración y entrega a la docencia en la Facultad de Medicina de la
Universidad Libre.
¿Cuál
es el significado de esta ceremonia de imposición de la bata blanca a los
estudiantes?
Bien
hicieron los que implantaron este rito, en nuestra escuela de medicina, al
final del periodo regular del currículo como preámbulo al año de internado
rotatorio. Cuando en algunas universidades lo tienen programado al ingreso a la
facultad, en otras a mitad de carrera, en su introducción a las especialidades
clínicas.
Cierto es, desde primíparos comenzamos a usar la bata blanca en prácticas de laboratorio correspondientes a ciencias básicas, para protegernos de los reactivos químicos; luego, en las prácticas hospitalarias para no contaminarnos con secreciones o líquidos emanados del cuerpo de los enfermos. De allí, la necesidad imperiosa de utilizarla solo al interior de las instituciones de salud y evitar ser portadores de gérmenes patógenos fuera de su entorno tal cual observamos a diario en sitios ajenos a la actividad asistencial.
Símbolo magnifico de la profesión.
La
solemne formalidad que se cumple con la imposición de la bata blanca pretende
proyectarla más allá de su objetivo preventivo, que obvio, también cumple a
lo largo de la carrera, para entronizarla como un símbolo, entre tantos, que da identidad y dignidad a la profesión médica.
Llevar
puesto este atavío no solo sirve para cubrir nuestra integridad física, sino
que transmite en su estimación más noble: estatus profesional, jerarquía
científica, prestancia académica, señorío intelectual, pulcritud personal;
significaciones representativas de la rigurosa competencia que debe caracterizar a un médico excelente.
El
consumismo y los vaivenes de la moda han pretendido en forma sacrílega
desplazarla por multicolores atuendos, sin significado alguno, que no encarnan
el valor supremo de la bata blanca como la pulcra camiseta que distingue a
auténticos servidores de la vida, los profesionales de la salud que se han
preparado para consagrar su vida misma en la protección de la vida y el
bienestar de los demás. “Consagraré mi vida al servicio de la humanidad”
prometemos cumplir en el juramento médico.
¿Por qué tiene que ser la bata de la médico blanca y no de cualquier otro color?
Desde el
antiguo Egipto, hace 3500 años, la imposición de la bata blanca formaba parte
del acto de iniciación de los educandos que ingresaban a las “casas de la vida”,
así se denominaban las universidades rudimentarias de la época, en donde se
cursaba entre otras materias medicina, en una especie de sanatorio, bajo la
protección de Ra, el dios sol: el que daba la vida.
Luego,
en la Europa medioeval los verdaderos galenos se distinguían por llevar una
larga bata blanca hasta la rodilla para diferenciarlos de los barberos,
cirujanos no médicos, que portaban una corta bata blanca.
En 1993 el Dr. Arnold P. Gold auspició la que se considera primera ceremonia de imposición de la bata blanca en la era moderna para dar bienvenida a los jóvenes que comenzaban estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad de Columbia, en Nueva York; una forma de incentivarlos, muy temprano, en el cumplimiento de las mismas responsabilidades que incumben a un practicante de la medicina ya graduado.
El
médico, sacerdote ante el altar de la vida
Blanca
es la coloración por antonomasia que evoca el formidable milagro de la vida, contrario
sensu, lo natural de la muerte, exteriorizada por el luctuoso tinte negro.
En la usanza judeocristiana los acontecimientos trascendentales de la
existencia se engalanan de este tono inmaculado desde la primera batica del
recién nacido hasta las níveas sábanas que envuelven nuestra corporeidad hacia
su destino final. Y, así, las celebraciones religiosas se adornan de blanco
resplandeciente en el bautizo, la primera comunión, la pompa nupcial y cuanto
evento trascienda lo efímero de la condición humana.
Los
Consejos de Esculapio interrogan, en tono bastante severo, al novicio en las
huestes hipocráticas:
¿Quieres
ser médico hijo mío? Aspiración es ésta de un alma generosa, de un espíritu
ávido de ciencia. … “No cuentes con que
ese oficio tan penoso te haga rico; te lo he dicho: es un sacerdocio”.
En tanto el sacerdote celebrante del ritual religioso, oficia ante el sagrado altar de Dios; de distinta manera tras el culto a la ciencias de la salud somos los médicos sacerdotes que envestidos con la casulla blanca de nuestra bata oficiamos ante el altar sagrado de la vida, de la vida de hombres y mujeres, de cualquier edad y sin distingos, que acuden ansiosos a su saber y hacer en busca de sanación.
Vida
personal versus vida profesional
Este
color además de expresar paz, pureza, alegría, inocencia trasmite la necesaria limpieza,
la lucha contra la infección y sobre todo el propósito de no hacer daño, primun
non nocere, en nuestro comportamiento médico y porque no, de igual manera
en nuestra actitud personal. En este sentido es pertinente el consejo del padre
de la medicina, Hipócrates sobre la indispensable armonía que debe existir
entre vida personal y vida profesional. “Llevaré
mi vida y ejerceré mi profesión pura y santamente”; nos exhorta en su
juramento. En cómoda liberación moral muchas veces pensamos que nada tiene que
ver mi inmoderado accionar personal con el ejercicio médico, con el honor
profesional. Craso error de los que así piensan, porque, a ningún ser humano
ilustrado la sociedad exige virtudes en demasía, ser ejemplo de vida, como al
profesional de la medicina. De un alma generosa en correspondencia con un
médico bueno y de un espíritu ávido de ciencia condición sine qua non al
buen médico
En
este sentido nos impreca el argentino Florencio Escardó cuando sostiene que: “Ningún
médico puede valer más de lo que vale como hombre, realizar más de lo que
realiza como hombre, ni significar más de lo que significa como hombre. No se
puede ser un gran clínico y ser vanidoso, no se puede ser un gran sabio y ser
interesado, no se puede ser un buen médico y ser un servil. Cultivar el alma
del médico es cultivar el alma del hombre”.
De tal manera que el uniforme blanco ha sido
escogido por la tradición médica para diferenciar a sus seguidores de otras
disciplinas. De blanco engalanados mostramos la idiosincrasia de nuestro
pulquérrimo oficio, lo prodigioso de la ciencia médica, la mística de nuestra
solidaridad gremial, la plena convicción
de que formamos parte de una hermandad científica, humanística y ética al
servicio de la humanidad.
El
gran significado que tiene esta ceremonia, mis queridos alumnos, es el de
aceptarlos, admitirlos complacidos en nombre de la asociación médica en
general como hermanos y apreciados
colegas de profesión. En mi caso personal cumplo esta misión con mucho gozo en
representación y como presidente del Capítulo Atlántico de la Academia Nacional
de Medicina de Colombia y en particular, por otra parte, en nombre de los
ilustres profesores de vuestra Facultad de Medicina de la Universidad Libre
seccional Barranquilla
Se
constituyen Uds. a partir de este día tan solemne para sus vidas en miembros
activos de la confraternidad médica universal.
Con sumo regocijo me permito comunicarles que son ustedes bienvenidos a la profesión médica. Dios los bendiga.
[i][i] Discurso en la ceremonia de imposición de la Bata Blanca
a los alumnos de último semestre de la Facultad de Medicina de la Universidad Libre,
seccional Barranquilla. Mayo 16 de 2015.
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