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35. DON PACO

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DON PACO Cuando los hijos del señor Francisco, Don Paco, veterano profesor universitario, estaban pequeños tenían de vecinos familia extranjera (francesa) muy distinguida. El dueño de la casa, connotado profesional del derecho y pulcro caballero; sus hijos, unos muchachos formales, juiciosos. Sin embargo, su esposa y madre, respectivamente, era una rubia mujer, físicamente atractiva, pero, de temperamento en sumo, hostil.   Cascarrabias, casaba broncas con Raimundo y todo el mundo, que la hacían personaje antipático, sobre todo exótico, dado el elegante barrio, donde residían. Terror de los pelaos de la cuadra, balón que caía en sus predios, estaba perdido tras diatriba procaz y escandalosa. Obsesiva, con la limpieza, quien pernoctaba el brillante piso embaldosado de su antejardín, llevaba de la buena, con su lengua lanza juegos.   De esta forma armaba permanente trifulca, además, con el voceador de periódicos, lotero, jardinero, albañiles y cuanto transeúnte por allí pasab

EVOLUCIÓN DE LA MEDICINA III Transformaciones en la educación médica

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EVOLUCIÓN DE LA MEDICINA III Transformaciones en la educación médica Estudiantes de Anestesiología. Laboratorio de Simulación. Universidad Libre, seccional Barranquilla. Casas de la vida.   “Casas de la vida o per anch”, cerca del templo de Ammon, se denominaban en el antiguo Egipto, hace 3500 años, los remedos de universidad de la época. La medicina se cursaba en una especie de sanatorio, bajo la protección de Ra, el dios sol: el que daba la vida. [i] Escuela médica de los Asclepíades.   El justo aprecio a los maestros y el imperativo de enseñar conocimientos médicos, sugerencia primera de una verdadera escuela médica, aparecen explícito en el juramento hipocrático. “Trataré al que me haya ensenado este arte como a mis progenitores…. Y considerare a sus descendientes como hermanos varones y les enseñaré este arte si desean aprenderlo…” En la escuela médica de los Asclepíades , dirigida por Hipócrates, instruían, además, a sus alumnos en: “ Cada vez que entre a un

33. LA SOLEDAD DE LOS VIVOS

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LA SOLEDAD DE LOS VIVOS ¡No sé; pero hay algo que explicar no puedo, que al par nos infunde repugnancia y duelo, al dejar tan tristes, tan solos los muertos! “¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!” El ciprés solitario en 17-Mile Drive. El Carmelo, California En las inmortales rimas de Gustavo Adolfo Bécquer se plasma antigua creencia, de que la soledad pertenecía al reino de los muertos, la soledad de los sepulcros. La era cibernética, de la biotecnología, ha proyectado la soledad de los jardines funerarios al conglomerado salón de los jardines sociales, tradicionales conversatorios, donde ya no se charla. Cada uno de los allí concurrentes, seres parlantes, enmudecen ante el imperio desmedido del minúsculo y novedoso móvil o la absorbente pantalla de televisión. “Juntos, pero no revueltos”, dice refrán popular, para referirse al encuentro sin comunicación ni dialogo entre la gente. Impregnado este mensaje, además, de cierto tufillo discriminatori