VIAJE FANTÁSTICO
VIAJE FANTÁSTICO
Palabras pronunciadas en la
presentación del libro PERIPLO MÉDICO III de la autoría del Doctor Julio Mario
Llinás Ardila.
LO SUBLIME.
Lo sublime vale para Iniciar estas palabras de presentación del libro del
Doctor Julio Mario Llinás, Periplo Médico III. Un bello canto a la ternura,
dedicado a su hija Mónica.
Papá, ¿Por qué vuelan las mariposas?
Mija, Porque tienen alas
Papá, yo quiero ser mariposa.
Pero mija, si tú no tienes alas Y
además, antes habían sido gusanos.
No importa papá. Yo quiero tener alas para poder volar.
-Mija ¿qué tienes en los labios?
-Polvo de las alas de las mariposas.
Me las comí para que me salieran alas y así poder volar.
INTRODUCIÓN.
Para los antiguos griegos, fenicios y romanos un periplo era algo parecido a
un pergamino que reseñaba
el conjunto de hechos sucedidos en un viaje a través del mar. Diario de un viaje, que sirviera de guía para quienes
realizaran un recorrido similar. Marcaba el derrotero a seguir a futuros navegantes.
El doctor
Llinás, sin embargo, con su típico
escepticismo existencial, ahora literario, en el caso del compendio que esta noche nos presenta, no encuentra
género literario en donde ubicarlo o clasificarlo, incluso, duda hasta del título que debe llevar cuando
anota que: “No sé si le pueda asignar el
nombre de Periplo Médico III”.
Si hay algo que
estoy en desacuerdo, es en su creencia de que “ya se le acabaron los periplos”. Por suerte, sin duda, está muy
equivocado. Seguro estoy Periplo Médico IV
ya viene en camino.
MOMENTOS
CRÍTICOS. Son dos, en mi experiencia personal, para el escritor en su aventura creadora. El primero
cuando toca sembrar las primeras
palabras, las ideas iniciales sobre la virginidad del blanco papel. El segundo al momento de parir
el texto y toca bautizarlo con el título que ha de llevar. Durante el tiempo de
gestación, no ha podido ponerse de
acuerdo consigo mismo sobre el nombre definitivo. Y casi siempre es un padrino
amigo el que acierta en esta encrucijada.
Es impreciso, además, sobre el estilo en que
encaja su divertida prosa. “No es una biografía, ni son mis memorias, tal vez un collage, una
colcha de retazos o como un buen sancocho”, sostiene. Si es esto último a
lo mejor sí, porque: qué sabor, qué delicia, qué gusto, qué placer el que me di
saboreando, degustando, digiriendo lo sustancioso y sabroso de este trifásico
cocinado con intenso fuego poético, desbordante humana pasión y mucho, mucho amor a la vida y a su profesión.
Helena, mi
mujer, cuando le digo: mija, qué delicioso te quedó este sancocho, me contesta airosa: Por todo el amor con que
lo hago es que tú lo sientes así.
UN VIAJE
FANTÁSTICO. Creo tener definida - lector
privilegiado del libro y testigo fiel de
gran parte de su parábola vital - la pretensión
de Julio Mario al concebir tan magnífico
trabajo, este ameno “libro de patología”
que tras revelarnos su historia clínica, dibuja de manera desnuda al hombre de
carne y hueso de que está hecho. Un
hombre, en definitiva, sentimental.
Siente uno, callado,
plácido y entretenido, la
sabrosura de un viaje fantástico. Se solaza con la personalidad simple, descomplicada
y al tiempo compleja, controvertible del autor. Transparente, iluminado, sabio.
Al pasar
unas tras otras las 183 páginas del engendro surge, también, recuerdo
espontaneo con la narración de otros viajes inolvidables, la evocación de
lecturas y colegas del pasado sobre los que he tenido que volver obligado por
la indudable ligazón que descubro con estas remembranzas.
OTROS
VIAJES. Viene a mi mente como un flashback la considerada primera autobiografía
escrita en el mundo occidental, las Confesiones
de San Agustín; “Viajan los hombres por admirar las alturas de los montes, y
las ingentes olas del mar, y las anchurosas corrientes de los ríos, y la
inmensidad del océano, y el giro de los astros, y se olvidan de sí mismos”[1].
Nos narra el santo de Hipona, hijo de Santa Mónica.
En la
anamnesis de su historia clínica muestra Llinás su nosológica travesía existencial, una biografía interior
reveladora del conocimiento que tiene él, de sí mismo. Y es aquí donde aparece,
de inmediato, la mística figura de Friedrich
Nietzsche el filósofo alemán que proclamó la muerte del Dios humanado de los
cristianos para entronizar la de un hombre endiosado, el superhombre de
Zaratustra, cuando en “Humano Demasiado Humano” nos recuerda que “seguimos
siendo extraños para nosotros mismos, no nos comprendemos, hemos de
confundirnos con otros, constantemente se cumple en nosotros aquello de que
cada cual es para sí mismo el más lejano”. Pareciera tras el grato peregrinaje
con este mar de vivencias no es el caso del Dr. Llinás
Insomnio
cuando la muerte de su madre, ataque de alferecía a los 12 años, un ramillete de pólipos rectales cuando
estudiante en le universidad, artritis gotosa desde que hacia la especialidad en
Bogotá hasta el otro día cuando trabajaba en el Hospital de Barranquilla,
fracturas a tutiplén en: radio, clavícula, costillas, peroné coxis y de remate
jaqueca, problemas en la columna y en la
próstata me convencieron sobre las peripecias de un enfermo real, sacrificado
paciente de los que a diario padecen el viacrucis de las mercantilizadas EPS e
IPS de nuestro cuestionado sistema de seguridad social. Nada que ver con el hipocondriaco y vividor de
Argán que relata Jean-Baptiste Poquelin,
Moliere, padre de la Comedia Française en El Enfermo Imaginario. Durante algún
tiempo lectura obligada de mis alumnos en la cátedra de Ética Médica.
Algo tiene
en su estilo narrativo, la reseña que nos ocupa
de la musa nuestra, obvio, de la obra
monumental de García Márquez, en especial su autobiografía titulada “Vivir para contarla”, si en consigna
del nobel “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda
para contarla”. Gabófilo contumaz no
tengo duda, todos cuanto lean PERIPLO
MÉDICO III van a estar de acuerdo que su autor está influenciado por el genio fantástico de
macondo.
Solo
faltaría en mi escudriño el de Lepanto, nada más y nada menos que Cervantes
Saavedra. Con la salvedad que el caballo de Julio Mario
no se llama Rocinante tal el del Quijote
sino Ceviche. Y como en todo niño el de juguete primero: …“En mis tiempos mi caballo de palo era una
escoba vieja. Que no tenía cabeza ni riendas. Pero sin embargo cabalgábamos raudamente
por toda la casa y el sardinel Sin darle mucha espuela. Y lo mantenía bien cuidado. Tampoco tenía
nombre. Pero venía con mucha docilidad y
emprendíamos muchas aventuras. Caballo de palo Ilusión de los niños de antes”.
COINCIDENCIAS.
No recuerdo hubiéramos tenido alguna conversación al respecto. Alfonso Bonilla
Naar y Marcos H Camargo son, para los
dos, máximos exponentes de la profesión médica en
Colombia y Barranquilla respectivamente.
Con relación a Bonilla anota: “mi personaje nacional, muy locuaz y
extrovertido, que además de muchas cosas, era costeño, me abrió los ojos con
respecto a las especialidades y me regaló unos libros de su autoría de cirugía
experimental en perros –dos cabezas– y alta cirugía gástrica, fue el cirujano
más hábil que yo haya visto”.
Al Doctor
Bonilla Naar, de mi parte, tuve el
privilegio de conocerlo, recién comenzaba
estudios profesionales, cuando el eximio cirujano, investigador, poeta, músico y
escritor, un auténtico humanista, regresaba a la Cartagena que lo vio nacer a recibir
Doctorado Honoris Causa que le concedía
su legendaria universidad. La pezuña del
diablo es su obra más conocida. Llevada a la televisión, 1983, en libreto de novela bajo la dirección de
David Stivel.
Considera Julio
Mario que “el doctor Marco H. Camargo es
el personaje médico de Barranquilla que más admiro, no solo por ser autodidacta
sino por lo valioso de su sentido de la Medicina como una ciencia, su
universalidad y valor moral”.
A mí la
figura señera del doctor Camargo me impactó cuando llegué al Hospital General
en 1971. Presidente del Capítulo Caribe de la Asociación Colombiana de Medicina
Interna tenía presencia amable,
envidiable erudición médica, su disertación en las sesiones clínicas era
concluyente por lo sesuda y sólidamente documentada. Ostentaba, además, la elegancia doctoral que deben adornar a un genuino
discípulo de Galeno.
COLOFÓN. La
Divina providencia ha permitido a
nuestro querido amigo y colega, doctor Julio Mario Llinás, miembro correspondiente de la Academia
Nacional de Medicina, vivir para contarnos sus confesiones. Lo humano demasiado humano que hay en la
armadura de su ser quijotesco. La historia clínica del enfermo real que ha sido. Y a nosotros poder compartir el júbilo
de su éxito editorial, es decir, intelectual, que lo acogemos de corazón, con
el mayor cariño del mundo.
Muchas Gracias.
TEOBALDO
CORONADO HURTADO
Barranquilla
octubre 13 de 2015
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