PLURALISMO. ENCRUCIJADA MÉDICA

 

Monumento a los Castellers, Tarragona España. Photo by Dr. Teo.


PLURALISMO


ENCRUCIJADA MÉDICA

 

INTRODUCIÓN 

Ni la fe ni la razón, particularidades propias de la humana naturaleza, por tener asiento en lo finito y contingente del ser humano se pueden abrogar, por si solas, el derecho a calificar que tanto respeto o no tiene la vida humana.

Artificio ideológico de aproximación, de las dos corrientes, ante la imposibilidad de encontrar una ley neutra de origen natural, ha surgido en los días que vivimos bautizado con la conciliadora concepción de “Pluralismo”. Estrategia ética, política y social de tolerancia y convivencia llamada a romper el ya prolongado esquema opresivo que, el decurso de la historia ha tratado de imponer a través de la fe y la razón. Consideradas, cada una, fuentes únicas de elaboración del sentido de la vida, del destino del hombre.

La Pluralidad de ideas, conceptos, creencias y actitudes es tendencia que atenúa la abierta bipolaridad ética entre “amigos morales y extraños morales”[i] que sugiere Tristam Engelhart.  Ayuda a superar posturas radicales para el logro de un consenso capaz de concertar las dos posiciones.

 En su tratado Fundamentos de la Bioética, Engelhart reconoce que “Cuando los individuos intentan resolver controversias no escuchan a Dios de la misma manera y no encuentran argumentos racionales bien fundados para resolver sus controversias morales, tan solo les queda el recurso de ponerse de acuerdo pacíficamente sobre cómo y hasta qué punto colaborar”[ii]

 

 PLURALIDAD MORAL 

Pluralidad moral me atrevo a calificar la utopía que congregue mayor cantidad posible de seres humanos con diferente moralidad. Que otorgue la capacidad pacifica de decidir sobre lo que mejor conviene a los intereses colectivos sin detrimento del respeto, obvio, al individuo y a las minorías.

En una comunidad con pluralidad moral debe desaparecer el imperio unilateral de la fe y de la razón para dar paso al mandato unificado, impreso en la naturaleza humana que, al tiempo que dispone de una conducta racional tiene, también, disposición hacia lo sagrado a través del sentimiento religioso. Lo sintiente de la conciencia religiosa se junta con lo inteligente y pensante de la naturaleza racional para que la norma sea un producto de elaboración de la totalidad de la armazón humana. Ausente esta conjunción no hay pluralismo posible; se pierde el respeto y consideración por la diferencia.

Mediante este recurso dialógico la fe en un Dios sobrenatural debe armonizar, sin muchos contratiempos, con la fe en un Dios antropológico, de un hombre endiosado. Cuando Feuerbach,  en el que se apoyan Marx, Engels y Nietzsche, habla del hombre como sujeto de atributos divinos no lo hace en forma individual sino como especie humana.[iii] Para comprender y aceptar, en suma, que la vida humana es sagrada en tanto está orientada hacia Dios como criatura por un lado y en cuanto tiene una dignidad que le da,  por igual, valor sagrado, no comparable con cualquier cosa.

Religión y Ética dentro del marco conceptual del pluralismo comparten, de este modo, una misma mesa para compaginar, concertar fe y razón. Construir, de esta forma, un ideal de excelencia humana, de vida buena, que facilite la convivencia de unos con otros y el respeto de todos sin distingos.

En común aceptación de que la vida humana es sagrada por las dos valoraciones en discusión: como hechura de Dios por un lado y por su naturaleza racional por el otro, el punto de separación existente quedaría resuelto. Pero, la esencia del pluralismo y el espíritu de la democracia son contrarios a la unanimidad. Es aquí, dentro de un marco de mutuo respeto y autonomía, en donde toca dirimir la conformación de una opinión que no lesione un interés ni otro.



Danzante. Carnaval de Barranquilla. Photo by Dr. Teo.


VALOR DE LA VIDA HUMANA

Si aceptamos que la vida humana no tiene “valor absoluto” es factible encontrar un primer punto de acomodamiento a las dos tendencias. Cuando la tradición de la posición religiosa, al respecto, ha sido recalcitrante en este sentido. Tampoco es que la vida tenga un “valor relativo”, según su grado de racionalidad, para hacer con ella lo que nos venga en gana con criterio egoísta, utilitarista. 

Soy conscientes de situaciones que se pueden presentar no tanto, sobre el valor mismo de la vida; sino sobre el trato a darle en eventos concretos; en donde la muerte y sus circunstancias, hecho trascendental y natural de la vida desde el principio hasta el final, es factor determinante que no se puede desconocer.


Médicos. Capilla Hospital General de Barranquilla. 


Encrucijada del médico. Al intervenir el Estado en asunto, que más que político es moral, como el de la vida y la muerte, las decisiones que en este sentido hay que tomar dejarían de ser morales para tornarse en legales. Es aquí, en donde se produce el inevitable choque que enfrenta el ciudadano entre lo legal y lo moral; si en obediencia a lo legal, en actitud lícita, es forzado a violar el mandato de su conciencia moral, inscrita en su razón o en sus sentimientos que le indican algo distinto. 

Los médicos, por ejemplo, en cumplimiento estricto de la ley pueden lícitamente practicar, despenalizados,  el aborto, la eutanasia y el suicidio medicamente asistido contrariando tradicionales principios morales de su profesión y, a lo mejor, de su conciencia. En cuanto su misión es defender y proteger la vida debido al principio fundamental que proclama la ética médica del “Respeto a la vida”.  Mas aun cuando la jurisprudencia que regula estas acciones médicas, dirigidas terapéuticamente a producir la muerte, colocan al profesional de la salud en una encrucijada si queda desprotegido de la figura, también, legal de la “Objeción de conciencia”.

De lo legal a lo político. Por el fenómeno pluralista se pasa de lo moral a lo legal y de lo legal a lo político. El respeto a la vida que tiene raíces profundas en lo moral adquiere mediante el proceso político, protocolizado en la constitución y las leyes, categoría de derecho. En este orden de ideas los derechos como tales son, entonces, a posteriori a la vida misma.  La vida y los valores morales a priori que sobre ella giran quedan así legislados, en conjunto, como derechos fundamentales. Derechos legales contrario sensu los valores morales no son de opción libre y voluntaria sino impuestos, coercitivamente, por el Estado en su deber constitucional.

Ley civil versus ley moral. La vida y la muerte humanas no merecen ya respeto como obligación moral, sino que tienen alguna consideración en cuanto lo manda la ley y por el temor al castigo que esta imponga.

En la medida que lo político ejerce su influencia legal se va borrando de la mente ciudadana el respeto a la vida como compromiso moral. En un Estado anárquico,  en que el imperio de la ley es un sofisma por la corrupción de sus gobernantes y de las costumbres, el resultado obvio no puede ser otro a el de una sociedad sin moral y sin ley. Reina el miedo, el terror, la violencia y la muerte.


Constitución de 1991. Esto, más o menos, ha sucedido en el país a partir de la constitución de 1991.  Grandes cuestiones morales sobre la vida se han ido refrendando como leyes en términos de derechos individuales que, en vez de propiciar mayor consideración y respeto por la vida en nuestros compatriotas, ha incrementado su menosprecio con un desborde de la violencia, tan característica a nuestra idiosincrasia, sin paralelo en la historia del país.

 Es evidente que la evolución política experimentada tras la constitución del 91 no ha fortalecido un pluralismo moral. Más bien, ha mostrado sus efectos en un pluralismo   político con proliferación de feudos políticos, no de partidos, que en nada han contribuido a la pacificación de la nación. Lo que ha conllevado una nefasta polarización, en extremos que parecen irreconciliables. Con la incertidumbre de que nada favorable suceda en Colombia, después de las elecciones presidenciales, sea cual fuere el ganador, a realizarse en este año, 2022.

 

CONCLUSIÓN 

Un pluralismo moral que garantice el respeto a la diferencia, sin interferencias legales, apoyado en el compromiso y convicción de cada uno, subjetivamente, por el respeto a la vida es menos generador de violencia que un “seudopluralismo político” sin la autoridad moral de los que orientan el engranaje del Estado; movidos solo por conveniencias clientelistas o por intereses privados ajenos al bien común. Corruptos.

“Para que los hombres en grandes números sean buenos, quiero decir se comporten de acuerdo con las normas socialmente vigentes, es menester que la carencia de recursos económicos y el desamparo social no les empujen a situarse contra una sociedad que les explota o se desentiende de ellos. Los individuos y grupos que se sienten hambrientos, desposeídos de todo o, sin llegar a estos extremos, carentes de seguridad social, insatisfechos, desconsiderados en cuanto estatus o carentes de oportunidades para sí o para sus hijos, de ascensión social, son enemigos reales o al menos potenciales del orden establecido.”[iv]

 



[i] Engelhart H Tristán, 1995, Los fundamentos de la Bioética, Paidos, Barcelona, p. 21.

[ii] Engelhart H Tristán, op. Cit, p. 27

[iii] Mardones José María, Las nuevas formas de la religión, Verbo Divino, Pamplona, p. 31, 1994.

[iv] Aranguren José Luis, 1985, Ética y política, Orbis, Barcelona, p. 223.

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