RESPETO A LA VIDA Y PLURALISMO. FENÓMENO COLOMBIANO
RESPETO A LA VIDA Y PLURALISMO
FENÓMENO COLOMBIANO
introducción
Ni la fe ni la razón, como características individuales propias de la naturaleza humana, y, precisamente, por tener asiento en lo finito y contingente del ser humano se pueden abrogar, por si solas, el derecho absoluto a calificar que tanto respeto o no tiene la vida humana. Es por ello por lo que, en artificio ideológico de aproximación de las dos corrientes, ante la imposibilidad de encontrar una ley neutra de origen natural, ha surgido en los días que vivimos la noble y constructiva concepción del <<Pluralismo>>. Estrategia ética, política y social de tolerancia y convivencia llamada a romper el ya prolongado esquema dictatorial que el curso de la historia ha querido imponer a través de la fe y la razón. Actuando cada uno por su lado, se han constituido en fuentes únicas de elaboración del sentido de la vida y del destino del hombre.
Pluralidad de ideas, conceptos, creencias y actitudes se abre paso como tendencia nueva que atenúa, la abierta polarización ética entre amigos morales y extraños morales que sugiere Tristam Engelhart y propone el “Principio del Permiso” que ayuda, superando posturas radicales, el logro de un consenso capaz de armonizar las dos posiciones en disputa. Sostiene Engelhart en su obra mas conocida “Fundamentos de la Bioética” que el desafío de establecer una moralidad universal a través del pluralismo moral permite la coexistencia de comunidades con diferentes códigos morales. Hace la crítica, además, al proyecto secular de la ilustración que entroniza a la diosa razón como única depositaria de una moralidad común a todos los hombres.
<<Pluralidad moral>> me atrevo a calificar la utopía que congregue la mayor cantidad posible de seres humanos, con diferente moralidad, que otorgue la capacidad pacifica de decidir sobre lo que mejor conviene a sus intereses colectivos; sin detrimento del respeto obvio al individuo y a las minorías.
En una comunidad con pluralidad moral debe desaparecer el imperio unilateral de la fe y de la razón para dar paso al mandato unificado, impreso en la naturaleza humana: que al mismo tiempo que dispone una conducta racional tiene también una disposición hacia lo sagrado a través del sentimiento religioso. Lo sintiente de la conciencia religiosa se junta con lo inteligente y pensante de la naturaleza racional para que la norma sea un producto de elaboración de todo lo que corresponde a la estructura humana. Sin esta conjunción no hay pluralismo posible y se pierde el respeto por la diferencia.
Dios
antropológico
Mediante este recurso la fe en un Dios
sobrenatural armoniza sin muchos contratiempos con la fe en un Dios
antropológico que señala Feuerbach y sus seguidores: Marx, Engels y Nietzsche, cuando reconocen que Dios es una
proyección de la esencia humana idealizada, y no una entidad
independiente. Para estos filósofos la bondad, sabiduría y poder que se
atribuyen a Dios son en realidad cualidades humanas que las personas han
proyectado fuera de sí mismas, convirtiéndolas en una deidad para realizar sus
anhelos no cumplidos.
Para comprender, en suma, que la vida humana es sagrada en tanto orientada hacia Dios como criatura, por un lado; y, en cuanto tiene una dignidad que le da por igual un valor sagrado, no comparable a cualquier cosa. La Religión y la Ética (Filosofía) dentro del marco conceptual del pluralismo comparten una misma mesa para compaginar con armonía la fe y la razón y construir un ideal de excelencia humana, de vida buena, que facilite la convivencia de unos con otros y el respeto de todos sin distingos.
En la aceptación de la vida humana como sagrada por las dos valoraciones en discusión: como hechura de Dios por un lado y por su naturaleza racional de otro; el punto de separación existente quedaría resuelto. Pero, la esencia del pluralismo y el espíritu de la democracia son contrarios a la unanimidad. Es aquí dentro de un marco de respeto mutuo y autonomía donde toca dirimir la conformación de una opinión que no lesione un interés ni el otro.
Valor de la vida humana
Al aceptar que la vida humana no tiene valor absoluto es factible encontrar un primer punto de acomodamiento a las dos tendencias. Cuando la tradición de la posición religiosa, al respecto, ha sido recalcitrante en este sentido. Tampoco es que la vida tenga un valor relativo, según su grado de racionalidad, de acuerdo con las tesis utilitaristas, para hacer con ella lo que se nos venga en gana con criterio egoísta. Soy consciente de las excepciones que se pueden presentar, no tanto, sobre el valor mismo de la vida; sino sobre el trato a darle en eventos concretos en donde la muerte y sus circunstancias, por ejemplo, como hecho trascendental y natural de la vida, desde el principio hasta el final, es factor determinante que no se puede desconocer.
Pluralismo legal versus Pluralismo
moral
Al intervenir el Estado en un asunto que más que político es moral como el de la vida y la muerte; las decisiones que en este sentido se tienen que tomar dejarían de ser morales para tornarse en legales. Es aquí, donde se produce el inevitable choque que enfrenta el ciudadano corriente entre lo legal y lo moral; cuando en obediencia a lo legal, en actitud lícita es tentado a violar el mandato de su conciencia moral, inscrita en su razón o en sus sentimientos que le indican algo distinto. Los médicos por ejemplo en cumplimiento de la ley pueden lícitamente practicar el aborto y la eutanasia, contrario sensu los tradicionales principios morales de su profesión y, a lo mejor, de su conciencia que le impelen a cumplir su misión de defender y proteger la vida.
Por el fenómeno pluralista se pasa de lo moral a lo legal y de lo legal a lo político. El respeto a la vida que tiene raíces profundas en lo moral adquiere, entonces, mediante el proceso político protocolizado en la constitución y las leyes la categoría de derecho. Los derechos como tales son entonces posteriores a la vida misma. La vida y todos los valores morales que apriori sobre ella giran quedan, así, normatizados en su conjunto como derechos fundamentales. Derechos legales que contrarios a los valores morales no son de cumplimiento libre y voluntario sino impuestos coercitivamente por el Estado en su obligación constitucional. La vida y la muerte humanas, de esta forma, no merecen ya respeto como obligación moral, sino que tienen alguna consideración en cuanto lo manda la ley y por el temor al castigo que esta imponga. Es así, como en la medida que lo político ejerce su influencia legal se va borrando de la mente ciudadana el respeto a la vida como compromiso moral. De tal forma, que en un Estado anárquico donde el imperio de la ley es un sofisma, por la corrupción de sus gobernantes y de las costumbres, el resultado obvio no puede ser otro que el de una sociedad sin moral y sin ley. Reina el miedo, el terror, la violencia y la muerte.
Fenómeno
colombiano
Esto, más o menos, es lo que ha sucedido en nuestra querida Colombia a partir de la constitución de 1991. Las grandes cuestiones morales sobre la vida se han ido refrendando como leyes, en términos de derechos individuales, que en vez de mejorar la consideración y respeto por la vida han incrementado su irrespeto con un desborde de la violencia, tan característica a nuestra idiosincrasia, sin paralelo en la historia del país. La evolución política experimentada, en las tres últimas décadas, post constitución del 91 no ha fortalecido un pluralismo moral. Más bien, ha mostrado sus efectos en un pluralismo político, con partidos políticos, que en nada ha contribuido a la pacificación de la nación. Registradas existen 34 organizaciones políticas con personería jurídica en el Registro Único de Partidos y Movimientos Políticos del CNE, de acuerdo con datos actualizados hasta junio de 2024. Antes se daba la confrontación solo entre dos partidos: Conservador y Liberal. La violencia terrorista que ahora vivimos ha superado, sin duda, la nefasta violencia bipartidista de antaño, las cifras lo demuestran.
Un pluralismo moral que garantice
el respeto a la diferencia, sin interferencias legales, apoyado en el
compromiso y la convicción de cada uno, subjetivamente, por el respeto a la
vida, es menos generador de violencia que un seudopluralismo político sin autoridad
moral; movido solo por conveniencias partidistas o por intereses privados,
clientelistas, ajenos al bien común.
Colofón
Radiografía de la situación
política y social que viven nuestros países, por el derrumbe de la moral y del
imperio de la corrupción, la hace el argentino José Luis López Aranguren en su
libro “Ética y Política” en donde explora
la relación entre la moral individual y la acción política: “Para que los
hombres en grandes números sean buenos, se comporten de acuerdo con las normas
socialmente vigentes, es menester que la carencia de recursos económicos y el
desamparo social no les empujen a situarse contra una sociedad que les explota
o se desentiende de ellos. Los individuos que se sienten hambrientos,
desposeídos de todo o, sin llegar a estos extremos, carentes de seguridad
social, insatisfechos, carentes de oportunidades para sí o para sus hijos son
enemigos reales o al menos potenciales del orden establecido”.
Teobaldo Coronado Hurtado
Visalia, CA, USA, octubre 21 de 2025
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